REBELIÓN EN LA GRANJA POÉTICA

Existían versos inquietos, soportando durante siglos, desde el comienzo de los tiempos poéticos, la dependencia a los poemas. Las estrofas eran dueñas de su destino, obligando a la servidumbre de las rimas y de los acentos. Todo era inquietud en la granja, era humillante el sometimiento a las sílabas, a las cadencias. Un verso sólo era un fragmento, nunca un poema se compuso de un solo verso. Lo máximo concedido por las reales academias era vivir de dos en dos, apareados, sujetos a las últimas letras. Ah, decían las letras: nunca seremos libres, siempre dependeremos de las palabras. Pero las letras y las palabras lo comprendían: que existan los versos... Pero aquella cuadratura, aquella obsesión geométrica y aritmética de la granja.. ¡Alcémonos contra la tiranía de la gramática, de la métrica, contra los celadores, contra los sistemas! Y qué deciros de lo que ocurrió cuando nació la imprenta. Las granjas poéticas se hundieron bajo el signo de la terrible máquina. Como si no tuvieran poca esclavitud los versos en las mentes de los poetas... ¡Rebelémonos a los poetas, clamaron los más audaces! ¡Desobedezcamos sus reglas puesto que no se atreven a la insumisión frente a las academias! ¡Y es que cada vez hay más academias! ¡Nosotros, gritaban los versos, queremos la belleza! ¡Seamos libres y brillará en todas las esferas! ¡Alguien ha de gritarle al mundo, a la perversa naturaleza que ha de terminar un día, la tiranía de la materia. ¡Libertad para los versos, que el poema no se convierta en un mundo que todo lo sujeta! ¡Qué fiesta en la granja poética! ¡Borrad todos los acentos, abrid todas las puertas! ¡Sin libertad no hay belleza! Los poetas, pobres poetas, cortesanos de las leyes -la letra con sangre entra...-, vieron cómo se les iban los versos de sus cadenas, de sus metáforas, de sus medidas y de sus pesas... ¡Cuidado, dijeron en las imprentas! Los libros son nuestra hacienda... Qué será de los libros si los versos se rebelan... La situación era irreversible: triunfaba la revolución en la granja poética, salían libres los versos, cambiando la estrategia de siglos sometidos a la idea, a la idea magnética. Iban y venían los versos, ¡nada habrá que nos someta! ¡Independencia! ¡Independencia! Al cabo de cierto tiempo, oh, maldición poética, los versos ya no eran versos sino visiones rotas y dispersas y las palabras lloraban abrazadas a las letras... Ay, se lamentaban: aquellos versos de los grandes poetas... Y en un rincón de la granja agonizaba la belleza...
Jesús Lizano (LIZANIA, aventura poética 1945-2000, editorial Lumen)
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