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La mediocridad nos iguala en la miseria

Rigores al viento

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Nos desenvolvemos en unos ambientes controvertidos, las deliberaciones francas y los acuerdos se reflejan como entes vetustos, si no olvidados en las prácticas habituales, desterrados a terrenos ignotos. La imprecisión se cuela por cualquier rendija social, con acelerados cambios de impresiones y forzamientos insospechados. En el momento de tratar algún asunto, las palabras también se contagian de semejante fragilidad conceptual y práctica; bajamos a cotas en las que dificultamos el entendimiento. A poco que revisemos la experiencia, al hablar de RIGORES, necesitamos deslindar numerosos detalles para acercarnos al verdadero sentido. Ocurre con muchos conceptos, pero este de hoy, el rigor, se muestra como un eslabón decisivo.


En una primera aproximación al concepto, tropezamos con una distinción inevitable, las elucubraciones mentales utilizan determinados engranajes particulares, mientras los hechos configuran estructuras bien diferenciadas. A la hora de afrontar ambas realidades, el interés con el cual nos acercamos a ellas, la delicadeza en el trato, la perseverancia, serán cruciales para la obtención de mejores resultados. Enseguida confluyen las limitaciones naturales y los descuidos propios, para llegar a la primera conclusión rotunda, la de considerarnos MENESTEROSOS ante cualquier posición radical. En lo sucesivo las disposiciones firmes adolecerán de aquel grado de incompletud, sin estar reñidas con el progreso.


Estas ideas son extensibles al conjunto de las actividades humanas, las propiedades básicas de sus integrantes suelen ser comunes y difíciles de suplantar. La rotundidad de los conceptos suele forjarse con determinados ocultamientos o centrarse en la tergiversación de la idea inicial. En la actualidad lo palpamos a diario en las referencias al manido término DEMOCRACIA. Cuando la deliberación franca desaparece de sus procedimientos, el ciudadano queda distanciado de la información plural y la democracia así tratada se aleja de sus principios. El monopolio de los expertos en lo que sea, tampoco se caracteriza por su apego a la sensibilidad de los individuos. También proliferan actitudes totalitarias asentadas en votos obtenidos con engaños y prebendas.

Percibimos estímulos incesantes de muchos calibres, desde abstracciones a fijaciones concretas en ciertos detalles; de sus numerosos acicates cabe esperar todo tipo de reacciones como respuesta.

Atraviesan el filtro inteligente de las personas involucradas y así se moldean los fenómenos derivados de esa relación. Se dan los automatismos, como meros resortes desprovistos de consideraciones propiamente humanas. Las emociones, la toma de conciencia, la activación del intelecto, exigen al individuo un rigor CREATIVO para activar sus cualidades; es la manera de considerarse participativos. Sin esa orientación de sus aptitudes, forman parte de la masa amorfa intrascendente. La mencionada creatividad apunta a los sueños, posibilidades y horizontes abiertos.


El individuo normal y corriente encuentra con frecuencia serias dificultades para alcanzar el conocimiento de la realidad circundante; para su funcionamiento cotidiano se ve obligado al recurso de meras aproximaciones apenas entrevistas. Ha de buscar aquellas informaciones consideradas como fiables y sabemos como está eso de la confianza en términos generales. Peor aún, si pretende cumplir con la exigencia de precisar la calidad de sus informantes. En los diferentes medios de comunicación se presentan numerosos PETULANTES, alardeando de un rigor, que ni ellos mismos deben saber en qué consiste. Su proliferación constituye un reto mayúsculo para las personas interesadas en la buena valoración crítica de cuanto sucede.


Estos alardes con una contundencia más o menos falseada a base de estrategias preconcebidas, no pasarían de ser meras anécdotas, si se limitaran a la expresión de sus elucubraciones. Acentúan su peligro cuando a fuerza de rumiar sus devaneos, acaban seguros de sus afirmaciones. La cosa empeora cuando por asociarse entre ellos o por otras artes, adquieren alguna cuota de poder, económico o social. Potencian su pretendido rigor en las orientaciones; lo trasladan a una intransigencia acérrima, INTOLERANTES con quienes discrepan, un verdadero desbordamiento basados en criterios inconsistentes. Para su orgullosa presencia, no existen los cauces habituales, ni captan las cualidades de los demás, se convierten en monstruos modernos.


Hay conceptos muy claros que degradamos de manera estúpida en perjuicio de todos. Hablamos de la estimación debida a las personas por el mero hecho de su entidad natural y después quedamos liberados para comportarnos adheridos a criterios insospechados. Se capta el sentido de la DIGNIDAD de las personas como ente insustituible, pero ese rigor se descompone después trozo a trozo. Las incoherencias lo destrozan. Se altera la expresión espontánea, el cuidado de los dotes naturales, el enlace con las mejores realidades, la belleza y la creatividad compartida; es decir, se alteran los rasgos de la propia vida individual y colectiva. El rigor de la propia sustancia sufre una vertiginosa demolición consentida.


La indignidad no se manifiesta exclusivamente en las actuaciones escandalosas de mayor visibilidad, también actúa bajo maniobras ocultas o disimuladas detrás de actividades hipócritas, y pasa desapercibida en numerosos actos rutinarios. Se generan ambientes propicios para las peores maldades. El rigor coherente de las OCUPACIONES habituales queda maltrecho debido a dichas indignidades. Son pérdidas detectables en el seguidismo de directrices necias o perversas, el desaliño llevado a cabo en su desarrollo. El afán adaptativo del fondo creativo, lleva implícito el desdén hacia quienes resultarán perjudicados por sus despreocupaciones laborales. La actitud rigurosa no era una simple idea caprichosa.


Y qué me dicen del rigor cuando se centra en la APERTURA de miras, esa manera radical de ubicarse en el mundo, de mirar a los demás y de proyectarse uno mismo. Es muy exigente y me temo que poco practicado; incómodo, porque trata de adaptarse a una realidad inestable, siempre abocado a descubrimientos y tareas interminables, pero con la fascinante energía de sentirse participante. Evita las fijaciones absurdas, con la ilusión permanente de superar situaciones insatisfactorias. No se aviene con las afiliaciones estáticas, en torno a estructuras ancladas en el tiempo. Tampoco es proclive al seguimiento de personas ensimismadas. Los horizontes abiertos se ofrecen generosos a la indagación de las personas.


La crítica elaborada con apertura de miras se convierte en un instrumento esencial. Los errores, planteamientos melifluos o perversidades, se cuelan por rendijas insospechadas. La credulidad ambigua nos embrutece y las polarizaciones nos despistan. Permanece el rescoldo del rigor CRÍTICO, en contra de los talantes acomodaticios y mangoneadores, que ensombrecen el panorama comunitario.


En lo que va de ayer al futuro, se aprecia con nitidez la relevancia de pensar y actuar con el RIGOR necesario, desde los gestos a las palabras, desde las intenciones a los actos cotidianos, con las emociones y los sentimientos, que no pueden desligarse de las condiciones naturales. El posicionamiento personal en este panorama es el auténtico creador del sentido existencial y sus gratificaciones.

Rigores al viento

La mediocridad nos iguala en la miseria
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 8 de marzo de 2024, 09:42 h (CET)

Nos desenvolvemos en unos ambientes controvertidos, las deliberaciones francas y los acuerdos se reflejan como entes vetustos, si no olvidados en las prácticas habituales, desterrados a terrenos ignotos. La imprecisión se cuela por cualquier rendija social, con acelerados cambios de impresiones y forzamientos insospechados. En el momento de tratar algún asunto, las palabras también se contagian de semejante fragilidad conceptual y práctica; bajamos a cotas en las que dificultamos el entendimiento. A poco que revisemos la experiencia, al hablar de RIGORES, necesitamos deslindar numerosos detalles para acercarnos al verdadero sentido. Ocurre con muchos conceptos, pero este de hoy, el rigor, se muestra como un eslabón decisivo.


En una primera aproximación al concepto, tropezamos con una distinción inevitable, las elucubraciones mentales utilizan determinados engranajes particulares, mientras los hechos configuran estructuras bien diferenciadas. A la hora de afrontar ambas realidades, el interés con el cual nos acercamos a ellas, la delicadeza en el trato, la perseverancia, serán cruciales para la obtención de mejores resultados. Enseguida confluyen las limitaciones naturales y los descuidos propios, para llegar a la primera conclusión rotunda, la de considerarnos MENESTEROSOS ante cualquier posición radical. En lo sucesivo las disposiciones firmes adolecerán de aquel grado de incompletud, sin estar reñidas con el progreso.


Estas ideas son extensibles al conjunto de las actividades humanas, las propiedades básicas de sus integrantes suelen ser comunes y difíciles de suplantar. La rotundidad de los conceptos suele forjarse con determinados ocultamientos o centrarse en la tergiversación de la idea inicial. En la actualidad lo palpamos a diario en las referencias al manido término DEMOCRACIA. Cuando la deliberación franca desaparece de sus procedimientos, el ciudadano queda distanciado de la información plural y la democracia así tratada se aleja de sus principios. El monopolio de los expertos en lo que sea, tampoco se caracteriza por su apego a la sensibilidad de los individuos. También proliferan actitudes totalitarias asentadas en votos obtenidos con engaños y prebendas.

Percibimos estímulos incesantes de muchos calibres, desde abstracciones a fijaciones concretas en ciertos detalles; de sus numerosos acicates cabe esperar todo tipo de reacciones como respuesta.

Atraviesan el filtro inteligente de las personas involucradas y así se moldean los fenómenos derivados de esa relación. Se dan los automatismos, como meros resortes desprovistos de consideraciones propiamente humanas. Las emociones, la toma de conciencia, la activación del intelecto, exigen al individuo un rigor CREATIVO para activar sus cualidades; es la manera de considerarse participativos. Sin esa orientación de sus aptitudes, forman parte de la masa amorfa intrascendente. La mencionada creatividad apunta a los sueños, posibilidades y horizontes abiertos.


El individuo normal y corriente encuentra con frecuencia serias dificultades para alcanzar el conocimiento de la realidad circundante; para su funcionamiento cotidiano se ve obligado al recurso de meras aproximaciones apenas entrevistas. Ha de buscar aquellas informaciones consideradas como fiables y sabemos como está eso de la confianza en términos generales. Peor aún, si pretende cumplir con la exigencia de precisar la calidad de sus informantes. En los diferentes medios de comunicación se presentan numerosos PETULANTES, alardeando de un rigor, que ni ellos mismos deben saber en qué consiste. Su proliferación constituye un reto mayúsculo para las personas interesadas en la buena valoración crítica de cuanto sucede.


Estos alardes con una contundencia más o menos falseada a base de estrategias preconcebidas, no pasarían de ser meras anécdotas, si se limitaran a la expresión de sus elucubraciones. Acentúan su peligro cuando a fuerza de rumiar sus devaneos, acaban seguros de sus afirmaciones. La cosa empeora cuando por asociarse entre ellos o por otras artes, adquieren alguna cuota de poder, económico o social. Potencian su pretendido rigor en las orientaciones; lo trasladan a una intransigencia acérrima, INTOLERANTES con quienes discrepan, un verdadero desbordamiento basados en criterios inconsistentes. Para su orgullosa presencia, no existen los cauces habituales, ni captan las cualidades de los demás, se convierten en monstruos modernos.


Hay conceptos muy claros que degradamos de manera estúpida en perjuicio de todos. Hablamos de la estimación debida a las personas por el mero hecho de su entidad natural y después quedamos liberados para comportarnos adheridos a criterios insospechados. Se capta el sentido de la DIGNIDAD de las personas como ente insustituible, pero ese rigor se descompone después trozo a trozo. Las incoherencias lo destrozan. Se altera la expresión espontánea, el cuidado de los dotes naturales, el enlace con las mejores realidades, la belleza y la creatividad compartida; es decir, se alteran los rasgos de la propia vida individual y colectiva. El rigor de la propia sustancia sufre una vertiginosa demolición consentida.


La indignidad no se manifiesta exclusivamente en las actuaciones escandalosas de mayor visibilidad, también actúa bajo maniobras ocultas o disimuladas detrás de actividades hipócritas, y pasa desapercibida en numerosos actos rutinarios. Se generan ambientes propicios para las peores maldades. El rigor coherente de las OCUPACIONES habituales queda maltrecho debido a dichas indignidades. Son pérdidas detectables en el seguidismo de directrices necias o perversas, el desaliño llevado a cabo en su desarrollo. El afán adaptativo del fondo creativo, lleva implícito el desdén hacia quienes resultarán perjudicados por sus despreocupaciones laborales. La actitud rigurosa no era una simple idea caprichosa.


Y qué me dicen del rigor cuando se centra en la APERTURA de miras, esa manera radical de ubicarse en el mundo, de mirar a los demás y de proyectarse uno mismo. Es muy exigente y me temo que poco practicado; incómodo, porque trata de adaptarse a una realidad inestable, siempre abocado a descubrimientos y tareas interminables, pero con la fascinante energía de sentirse participante. Evita las fijaciones absurdas, con la ilusión permanente de superar situaciones insatisfactorias. No se aviene con las afiliaciones estáticas, en torno a estructuras ancladas en el tiempo. Tampoco es proclive al seguimiento de personas ensimismadas. Los horizontes abiertos se ofrecen generosos a la indagación de las personas.


La crítica elaborada con apertura de miras se convierte en un instrumento esencial. Los errores, planteamientos melifluos o perversidades, se cuelan por rendijas insospechadas. La credulidad ambigua nos embrutece y las polarizaciones nos despistan. Permanece el rescoldo del rigor CRÍTICO, en contra de los talantes acomodaticios y mangoneadores, que ensombrecen el panorama comunitario.


En lo que va de ayer al futuro, se aprecia con nitidez la relevancia de pensar y actuar con el RIGOR necesario, desde los gestos a las palabras, desde las intenciones a los actos cotidianos, con las emociones y los sentimientos, que no pueden desligarse de las condiciones naturales. El posicionamiento personal en este panorama es el auténtico creador del sentido existencial y sus gratificaciones.

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