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Rafael Pérez Ortolá
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Rafael Pérez Ortolá
Las maravillas pueden pararlo: esperemos que los desastres no lo hagan

El tiempo es implacable con los seres vivos, sentimiento un tanto cruel para la sensibilidad de los humanos. Nos zarandea sin escrúpulos y apenas nos indica someramente los principios y finales; las informaciones que nos deja, apenas son indicios cuyas confirmaciones se pierden en asombrosas lejanías.

Los matices expresivos definen muy bien a sus protagonistas

Al referirnos a las expresiones del habla cotidiana, las quejas son las principales protagonistas. Independientemente de cómo se exprese cada cual, somos muy perspicaces en la crítica dirigida a los demás y poco propensos al examen del escaparate propio. Sin embargo, no es tan sencillo pronunciarse al respecto, debido a las imprecisiones propias, las tretas ajenas y los muchos factores implicados.

Las estructuras enturbian el sentimiento religioso

Estamos habituados a tratar con las apariencias, con la natural propensión a complicar las cosas en cuanto pretendemos aclarar los pormenores implicados en el caso. Los pensamientos son ágiles e inestables. Quien los piensa, el pensador o pensadores, representa otra entidad diferente. Y curiosamente, ambos se distinguen del fondo real circundante, este tiene otra urdimbre desde los orígenes a sus evoluciones posteriores.

Es importante quitar el lastre que vamos acumulando

Es impresionante, a lo largo de la vida contactamos con innumerables objetos y participamos en un sinfín de ideaciones e inquietudes. Con el paso del tiempo se difuminan en su mayor parte, se desfiguran, hasta desaparecer de los horizontes; sólo persisten algunos con desigual potencia.

Aturdidos por la serie de habladurías, nos suena a mera fantasía el recuerdo de cómo empezó el lenguaje. La necesidad de comunicarse acertó en el descubrimiento de las voces adecuadas, su interpretación entendible y su consiguiente aplicación en las actitudes del momento. Las experiencias fueron modelando ese intercambio de voces articuladas, siempre tratando de captar algunos sentidos concretos.

Aunque pueda parecer lo contrario, el saber no es lo primero, acontecen los hechos, los experimentamos y algún tipo de saber alcanzamos: el saber se consolida como algo retardado. Esto es muy evidente en torno a las sucesivas truculencias de la vida, insidias, corrupción, drogas o simples perversidades.

Las primeras impresiones no siempre son las más fidedignas, aunque tampoco conviene desdeñarlas sin más; estamos acostumbrados a los descubrimientos sorprendentes y equívocos. Nos encontramos en esa tesitura al confrontar la capacidad de poder elegir, con la libertad y el aprovechamiento de las decisiones derivadas.

No cabe duda, nos vendrá bien de vez en cuando, dirigir la mirada sobre aquello que nos une durante los recorridos diarios por este mundo; nos ayudaría a percibir las afinidades, que tanta falta nos hacen y apreciamos poco. La inmensa variedad de situaciones no es óbice para que pensemos en los rasgos compartidos, de indudable repercusión para el conocimiento mutuo.

Con la historia suele ocurrir como con otras muchas entidades, menudean los intentos de servirse de sus propiedades sin miramientos; aunque progresivamente se comprueba su complejidad y su desvirtuación cuando se la quiere manejar caprichosamente.

Dos rasgos peculiares han favorecido la gestión del comentario de hoy y su contenido. La relectura de un libro que mantengo entre mis preferidos y el acercamiento a la situación real de la presencia humana en el mundo. El libro es “El quinto día”, de Frank Schätzing; nos viene de perlas, para enlazar con una serie de consideraciones relacionadas con las andanzas de los seres vivos en mares y tierras, unas de lo más patentes y otras poco o nada conocidas.

Para lo bueno y para lo malo, la vida siempre ha estado cruda; aquí abajo no se cocinan sus fundamentos. Los impulsos de los seres vivientes son incesantes, con evidente desorientación debida a lo incierto de sus rumbos. Las sensaciones son interrumpidas, incluso arrancadas de cuajo por avalanchas intempestivas.

Se nos pide a diario, actuar, decidir, posicionarse, comprar, votar, opinar; pero apenas nos sentimos involucrados a la hora de recibir las informaciones adecuadas, siendo como son estas un elemento crucial para acercarse al conocimiento adecuado de las cosas. Si no adecentamos ese paso previo, ya me dirán ustedes cómo será la consistencia de las decisiones tomadas, de las actuaciones y de las posteriores repercusiones.

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