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Relato corto

Arameo

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I


Son las seis de la mañana, el insomnio llegó un poco tarde, más o menos tres horas después de la hora acostumbrada.

El primer dilema del día: levantarme y empezar desde muy temprano la jornada o intentar dormir más tiempo.

Ni una cosa ni otra.

Tomo del librero más cercano un cuaderno armado como antaño y después de una mirada rápida a los titulares de los periódicos, empiezo escribir sin saber a dónde me llevarán las líneas sabatinas iniciales.


II


El recorrido inaugural del Tren Maya ocupa el titular de mi rotativo favorito.

La nota periodística rica en descripción me empuja a viajar con la imaginación a esas exuberantes tierras.

Concluyo la lectura con sentimientos encontrados.

Por un lado cierta alegría de saber que poco a poco se ha retomado la vida ferroviaria como transporte público en el país, pero desde otro ángulo, la amargura que trae consigo imaginar que las selvas vírgenes atravesadas por los rieles están sufriendo daños irreversibles.


III


Falta menos para mi participación  semanal en la radio argentina.

Unas cuantas horas de por medio y aún no he elegido la cuestión que abordaré.

Recuerdo que en el tintero de mis temas pendientes a tratar está lo relacionado con el robot RoverPerseverance, un autómata desarrollado por la NASA capaz de  producir oxígeno en Marte a partir del dióxido de carbono del aire.

Repaso mentalmente el asunto, me queda claro que ese tema lo trataré en otra ocasión.

Reviso los poemas que he escrito últimamente.

Casi me convence uno de ellos que es una mezcla de ocultismo y filosofía.


más allá del fondo / donde nada crece por oscuridad / en la frontera del núcleo externo / tránsito al interno / en el centro de la masa ardiente / que posibilita la consistencia / ahí devoré mis entrañas / me ahogué en los borbotones de bilis / mordí la cúspide de la hambruna / y arrojé por la borda los restos de honra / en ese punto preciso de la involución bípeda / comprendí que para emerger / la soledad es cobijo / el desamparo extremo es arraigo / nadie vivirá por mí / nadie calzará mi desnudez / “soy solo yo y mis circunstancias” / nadie vendrá a mi rescate / soy yo y mi soledad / soy yo buscando salir / de donde muchos no han vuelto / ni volverán (Más allá. APR. Diciembre, 2023)


IV


El cansancio hace mella poco a poco.

Logro escribir unas líneas chuecas en el cuaderno engrapado a la antigua.

Los párpados empiezan a pesarme, la somnolencia trae consigo cierta alegría de saber que es factible dormir un poco más.

Apresuro la velocidad y ritmo de escritura, las palabras truecan cada vez más en garabatos, casi confluye el punto de cruce entre cansancio y creatividad narrativa.

Las primeras líneas de otro poema salen al quite y me allanan el camino para la publicación semanal.


está de más / tanto esfuerzo en combatir la ceguera / que nubla la conciencia / cuando reparamos de su valor terapéutico / porque / ¿qué sería si con los primeros rayos de sol / viéramos nuestra desnudez? / ¿qué sería de la existencia / si al salir del vientre / cayéramos en cuenta de la fugacidad?...(Ceguera cómplice. APR. Diciembre, 2023)


V


Afuera se escucha el ruido de los automóviles mientras el sonido inconfundible del vendedor de tamales genera otra disyuntiva inmediata: intentar dormir o atravesar el frío pasillo del edificio y comprar un trío de tamales envueltos en hoja de elote con base de manteca de puerco, masa de maíz, epazote y queso.

Mientras las vísceras parecen recriminarme en una lengua extraña, opto por no abandonar el delicioso calor del lecho.

La vida del exterior puede esperar un par de horas.

Prefiero ir al encuentro del bienestar que todo sueño reparador trae aparejado.


VI


Abro los ojos con clara modorra.

El grito del vendedor de gas es indicio de las nueve de la mañana.

El cuaderno lleno de garabatos cuasi ilegibles me dan cierto alivio.

El vago recuerdo de los dos primeros dilemas del día no fue producto de un sueño.

Pero surge inmediatamente cierta sorpresa combinada con aflicción.

Los renglones que poco antes escribí no los reconozco.

Es la tercera vez que escribo en arameo, una lengua que desconozco por completo.


ᵓAḇūndəḇashmayyā / neṯqaddashshəmāḵ / ti(ᵓ)ṯēmalkūṯāḵ / nehwēṣeḇyānāḵ / ᵓaykannādəḇashmayyā ᵓāpba(ᵓ)rᶜā / haḇlanlaḥmādəsūnqānanyawmānā / washḇūqlanḥawbayn / ᵓaykannādā(ᵓ)pḥənanshəḇaqnləḥayyāḇayn / wəlātaᶜlanlənesyūnā / ᵓellāpaṣṣānmenbīshā / meṭṭuldəḏīlāḵ (hy) malkūṯā / wəḥaylāwəṯeshbūḥtā / ləᶜālam ᶜālmīn

Arameo

Relato corto
Abel Pérez Rojas
lunes, 18 de diciembre de 2023, 10:26 h (CET)

I


Son las seis de la mañana, el insomnio llegó un poco tarde, más o menos tres horas después de la hora acostumbrada.

El primer dilema del día: levantarme y empezar desde muy temprano la jornada o intentar dormir más tiempo.

Ni una cosa ni otra.

Tomo del librero más cercano un cuaderno armado como antaño y después de una mirada rápida a los titulares de los periódicos, empiezo escribir sin saber a dónde me llevarán las líneas sabatinas iniciales.


II


El recorrido inaugural del Tren Maya ocupa el titular de mi rotativo favorito.

La nota periodística rica en descripción me empuja a viajar con la imaginación a esas exuberantes tierras.

Concluyo la lectura con sentimientos encontrados.

Por un lado cierta alegría de saber que poco a poco se ha retomado la vida ferroviaria como transporte público en el país, pero desde otro ángulo, la amargura que trae consigo imaginar que las selvas vírgenes atravesadas por los rieles están sufriendo daños irreversibles.


III


Falta menos para mi participación  semanal en la radio argentina.

Unas cuantas horas de por medio y aún no he elegido la cuestión que abordaré.

Recuerdo que en el tintero de mis temas pendientes a tratar está lo relacionado con el robot RoverPerseverance, un autómata desarrollado por la NASA capaz de  producir oxígeno en Marte a partir del dióxido de carbono del aire.

Repaso mentalmente el asunto, me queda claro que ese tema lo trataré en otra ocasión.

Reviso los poemas que he escrito últimamente.

Casi me convence uno de ellos que es una mezcla de ocultismo y filosofía.


más allá del fondo / donde nada crece por oscuridad / en la frontera del núcleo externo / tránsito al interno / en el centro de la masa ardiente / que posibilita la consistencia / ahí devoré mis entrañas / me ahogué en los borbotones de bilis / mordí la cúspide de la hambruna / y arrojé por la borda los restos de honra / en ese punto preciso de la involución bípeda / comprendí que para emerger / la soledad es cobijo / el desamparo extremo es arraigo / nadie vivirá por mí / nadie calzará mi desnudez / “soy solo yo y mis circunstancias” / nadie vendrá a mi rescate / soy yo y mi soledad / soy yo buscando salir / de donde muchos no han vuelto / ni volverán (Más allá. APR. Diciembre, 2023)


IV


El cansancio hace mella poco a poco.

Logro escribir unas líneas chuecas en el cuaderno engrapado a la antigua.

Los párpados empiezan a pesarme, la somnolencia trae consigo cierta alegría de saber que es factible dormir un poco más.

Apresuro la velocidad y ritmo de escritura, las palabras truecan cada vez más en garabatos, casi confluye el punto de cruce entre cansancio y creatividad narrativa.

Las primeras líneas de otro poema salen al quite y me allanan el camino para la publicación semanal.


está de más / tanto esfuerzo en combatir la ceguera / que nubla la conciencia / cuando reparamos de su valor terapéutico / porque / ¿qué sería si con los primeros rayos de sol / viéramos nuestra desnudez? / ¿qué sería de la existencia / si al salir del vientre / cayéramos en cuenta de la fugacidad?...(Ceguera cómplice. APR. Diciembre, 2023)


V


Afuera se escucha el ruido de los automóviles mientras el sonido inconfundible del vendedor de tamales genera otra disyuntiva inmediata: intentar dormir o atravesar el frío pasillo del edificio y comprar un trío de tamales envueltos en hoja de elote con base de manteca de puerco, masa de maíz, epazote y queso.

Mientras las vísceras parecen recriminarme en una lengua extraña, opto por no abandonar el delicioso calor del lecho.

La vida del exterior puede esperar un par de horas.

Prefiero ir al encuentro del bienestar que todo sueño reparador trae aparejado.


VI


Abro los ojos con clara modorra.

El grito del vendedor de gas es indicio de las nueve de la mañana.

El cuaderno lleno de garabatos cuasi ilegibles me dan cierto alivio.

El vago recuerdo de los dos primeros dilemas del día no fue producto de un sueño.

Pero surge inmediatamente cierta sorpresa combinada con aflicción.

Los renglones que poco antes escribí no los reconozco.

Es la tercera vez que escribo en arameo, una lengua que desconozco por completo.


ᵓAḇūndəḇashmayyā / neṯqaddashshəmāḵ / ti(ᵓ)ṯēmalkūṯāḵ / nehwēṣeḇyānāḵ / ᵓaykannādəḇashmayyā ᵓāpba(ᵓ)rᶜā / haḇlanlaḥmādəsūnqānanyawmānā / washḇūqlanḥawbayn / ᵓaykannādā(ᵓ)pḥənanshəḇaqnləḥayyāḇayn / wəlātaᶜlanlənesyūnā / ᵓellāpaṣṣānmenbīshā / meṭṭuldəḏīlāḵ (hy) malkūṯā / wəḥaylāwəṯeshbūḥtā / ləᶜālam ᶜālmīn

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