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Opinión
Etiquetas | Geopolítica | ONU | Guerra | G7 | Conflictos internacionales
Hoy, el mapamundi evidencia que, aparte de izquierda y derecha, hay noroeste, este, sur, y que hay que combinarlo todo sin perder el sentido crítico

Preguntando a Salvador Allende

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Hemos vivido décadas flotando sobre una política aparentemente estática. Flotando en el sentido de que no tocábamos el suelo de la realidad (deuda mundial que se multiplica por horas, guerras). La brújula del pensamiento sólo marcaba dos direcciones, izquierda y derecha, sin atender a otras coordenadas. A pesar de su posterior retractación, los hechos casi le daban la razón a Fukuyama en aquello del fin de la historia. Una minoría podía seguir viviendo en la complacencia. Pero un giro dialéctico de la historia ha superado aquella dicotomía, introduciendo el elemento de la geografía y todos sus derivados. Hoy, el mapamundi evidencia que, aparte de izquierda y derecha, hay noroeste, este, sur, y que hay que combinarlo todo sin perder el sentido crítico. Las causas que llevaron a esta nueva configuración geopolítica prácticamente no fue prevista por nadie (salvo por sus articuladores y el británico Jim O'Neill; Tamames también previó algo –con burlas de sus compañeros profesionales--respecto a China).


No obstante esa complacencia occidental, hubo tres duros de la geopolítica, --halcones se les llamaba antes--, que, más realistas, intuyeron que las cosas no eran tal como aparentaban y supieron escapar de la euforia clintoniana y sucesores. Si en principio fueron, como se ha dicho, halcones, después vieron los peligros de las posturas irreductibles, de la confrontación hasta sus últimos límites. Brzezinski, entrevistado por El País en 2014, ya producido el Maidan, dice: “La solución definitiva para Ucrania sería convertirse en algo así como Finlandia (se refiere a la de antes de entrar en la Otan) con respecto a Rusia; es decir, mantener una relación en la que haya tanto relaciones económicas abiertas con Moscú como conexiones en expansión con la Unión Europea, pero sin participar en ninguna alianza militar”. Su gran temor era una alianza sinorrusa, la que Obama más bien propició (lo de torcer el brazo a los discordantes no fue muy diplomático). 


Por su parte, Kissinger, uno de los artífices de la Operación Cóndor, dice: "Los Estados Unidos han intentado integrar a toda la región sin excepción, en un sistema estratégico proestadounidense. Creo que no sería lo más sabio para la política estadounidense intentar incluir a Ucrania en la OTAN" añadiendo que podría acelerar un conflicto nuclear. George Kennan, autor del Telegrama Largo y del “artículo X”, inspiradores de la doctrina Truman de contención, atento a las cambiantes circunstancias de la política, escribió en 1997: “Dicho sin rodeos, expandir la OTAN sería el error más fatídico de la política estadounidense en toda la era posterior a la Guerra Fría”. Es decir, mostraron suficiente autonomía de pensamiento como para saltar sobre muros dogmáticos. Esta virtud se ha perdido en la mayor parte de “nuestros” políticos. Da grima leer esos artículos que basan sus análisis en un único dato: el pib de los países, (ignorando a su vez el pib ppa). Nos ofrecen más credibilidad los duros que no infravaloran al otro –sobre todo si tiene armas nucleares-- que los duros que no se han fogueado en ninguna guerra.


¿Qué se quiere decir con todo esto? Simplemente que debemos pensar por nosotros mismos, sin encadenarnos a tópicos agonizantes. El mundo ha cambiado radicalmente. Se necesita un pensamiento renovado no hipotecado por propagandistas anacrónicos que carecen de perspectiva. Aún nos acordamos de aquel periodista que sostenía que la guerra de Irak y la eliminación de sus armas de destrucción masiva (inexistentes) significaban la defensa del spanish way of life (pasar del 8 al 16). Sin embargo, hay una postura aún más criticable: la de aquellos que pusilánimamente mantienen posturas contrapuestas simultáneas, que no es lo mismo que sucesivas. La autenticidad en los políticos habría de ser el primer requisito exigible.


Hace poco más de un mes se recordó que habían pasado cincuenta años desde el golpe militar en Chile (11 de septiembre de 1973). Hubo unanimidad en las lamentaciones, lo cual debería ser motivo de alegría. Pero no cuadran las cuentas. La contradicción en filosofía es positiva; en política, de forma simultánea, es sospechosa. Un altísimo porcentaje de políticos actúan confiados en nuestra supina desinformación política e histórica.


Ya el año pasado un periódico oficialista de tirada nacional, recordaba (seguramente como otros muchos) el también cincuentenario del discurso de Allende en la ONU (4 de diciembre de 1972). Se presentaba el discurso como una lección para las nuevas generaciones. ¿Hablaba el articulista por voz propia en un periódico que se caracteriza por un atlantismo acrítico? No lo sabemos; lo que sí sabemos es que no se puede estar en misa y repicando. Es el problema de una sociedad que parece promueve el escepticismo para evadirse de los problemas.


La política en España –incluida su política en la UE-- es una actividad doméstica que se ha vuelto problemática sólo por causa de los separatismos. Lo económico, lo social, la política exterior, la soberanía, gozan de la virtud de la inmutabilidad, enmudecida por pequeña ayudas narcotizantes y provisionales. El futuro preocupa a pocos, lo cual es expresión del despiste en un mundo en el que se suceden los conflictos. Lo que ocurre en el bajo vientre del pivote mundial, según lenguaje de los mackinderianos, que va desde Paquistán (país nuclear) al Sáhara Occidental, pasando por Armenia, Irán, Palestina, el Mar Negro, Ucrania, es un asunto que nos afecta y que incendiado en nada nos beneficiará. Ya son demasiados los analistas que subrayan las consecuencias del error, por ejemplo, de la política alemana.


La cuestión es la de si políticos que hacen del doble lenguaje un arte y de la incongruencia una virtud pueden regirnos, sentados como lo estamos, sobre un barril de pólvora. Si se lee el discurso de Allende y se comprueba la adscripción de muchos de sus recientes panegiristas se comprobará que su adhesión no es sincera: paradójicamente están sólidamente alineados con los elementos que Allende denuncia.


¿Cuál debería ser el castigo a este tipo de demagogias? Simplemente leer el discurso del presidente socialista asesinado, compararlo con lo que se dice y hace y sacar conclusiones congruentes. Leyéndolo se evidenciaría la magnitud de la deriva que ha habido en la ideología del mundo. Aquí debemos hacer un alto: en su momento pensamos que Allende carecía de las fuerzas necesarias para lograr mucho de lo que pretendía. Ni las fuerzas transformadoras eran suficientes ni sus aliados de centro fiables. El voluntarismo no es una obligación moral; hay que hacer lo que se puede y evitar lo que no se puede, lo que no significa que haya que hacer lo que no se cree. Por ello hemos de exigir la máxima sinceridad, la máxima transparencia en cosas que nos pueden llevar al desastre.


La Moncloa dice en sus páginas: “El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha participado en el acto de homenaje al presidente de Chile Salvador Allende… El presidente del Ejecutivo ha defendido que, especialmente en la actualidad, "como líderes progresistas, debemos encabezar la marcha hacia el futuro sobre la base de los principios de igualdad, libertad y justicia social".


Qué difícil servir a dos señores, a dos ideas, que viven de espaldas. En política, sobre todo en política internacional, la cuestión principal es la de la primera bofetada. Si fotografiamos que A abofetea a B, y que este le devuelve la bofetada, la respuesta estará justificada y probada. Pero si la primera fotografía (la de A agrediendo a B) desaparece, el agresor será B. Esta trampa se repite cansinamente a lo largo de la historia, mientras los pueblos se quedan con la fotografía B. Los políticos que asumen estos robos fotográficos son reprochables.


En otra de sus recientes intervenciones, esta vez en la ONU, Sánchez reitera la defensa del “multilateralismo, el orden internacional basado en reglas y la Agenda 2030”. De nuevo el misterio, la anfibología. 


Primero: el multilateralismo es un término ambiguo, antiguo e inconcreto (la Santa Alianza, los BRICS, el G7, el G77, por ejemplo eran, son, organismos multilaterales). Incluso ese multilateralismo de derecho puede tener una dinámica verticalista de hecho. Cabe preguntarse: cuál es el multilateralismo que propone Sánchez, ¿el qué va hacia la globalización, el que va hacia el globalismo? Suenan parecido pero no son iguales.


Segundo: un orden internacional basado en reglas. Otro término oscuro que sin embargo ofrece una orientación sobre el multilateralismo mencionado. Resuena la frase de Goethe referido a un hecho concreto: "Prefiero cometer una injusticia antes que soportar el desorden". Esta frase ha sido generalizada: “Prefiero la injusticia al desorden”. Pero hay que preguntarse ¿qué orden? La frase de Goethe implica en determinados casos preferencia por un orden injusto. Además, un orden basado en reglas puede significar un derecho coyuntural, cambiante, de aplicación distinta según el lugar; hasta podría degenerar en un derecho personal, como el de los nazis, que para el mismo delito preveía penas distintas según se fuera judío o ario. Un derecho que se aplica aquí pero no allí. De hecho ese orden puede desplazar –y desplaza-- a las normas del derecho internacional, que doctrinalmente son de aplicación general (la ONU tampoco está resultando muy imparcial). Además, puede emanar de un organismo de conformación minoritaria e irregular.


Ese orden que invoca Pedro Sánchez ¿qué dice por la vía de los hechos sobre las resoluciones de la ONU, incumplidas, respecto a Palestina (181 II, 1947; 194, III, 1949; 3070 XXVIII, 1973; 3236 XXIX, 1974; 3246, 1974; 35/35, 1980; 37/43, 1982; 45/130, 1990. ¿Qué dice sobre la Resolución 2429, XXIII, de 18 de diciembre de 1968, que mandata que se ponga fin a la situación colonial de Gibraltar antes de 1 de octubre de 1969? ¿Qué dice sobre la resolución de 25 de octubre de 1971 sobre Taiwan? Respecto al Sáhara Occidental, ¿por qué aún no se ha aplicado la resolución 2431 de 8/12/1975? ¿Quiénes son los incumplidores, quiénes sus aliados, quiénes las víctimas? ¿Se contentarán estas con discursos bonitos? ¿Casa con el contenido del alabado discurso de Salvador Allende?


Si somos sinceros, oyendo a Sánchez nos viene a la mente esa comunidad internacional formada por siete países, que son dos bloques en el que prácticamente decide un sólo miembro (tres países anglosajones –EEUU, Gran Bretaña, Canadá; más tres perdedores de la IIGM -- Italia, Japón, Alemania--.más Francia, dados los méritos del régimen de Vichy. Hablamos del G7, en el que, por supuesto, España no figura. Si nos ignoraban cuando estábamos en un octavo lugar no digamos ahora, en el decimosexto. Aunque hasta en esto ese orden es irregular. No sabemos por qué Canadá está en el G7 cuando su economía ocupa el undécimo lugar en el mundo. Igual ocurre con Italia. Si su baza reside en estar en el núcleo del Mediterráneo, la nuestra sería estar en la puerta. Pero Gran Bretaña y Marruecos han hurtado esa foto.


Todo esto, conectado con lo que ocurre hoy día, nos hace recordar un texto de 1991, “El gran engaño. La guerra el Golfo. La implicación española”, de Santiago Aroca (Editorial Planeta). En su página 233 dice: “Para evitar otra guerra en Oriente Medio hay que buscar sobre todo una solución al problema palestino. Una imposición británica decidió la partición de Palestina y creo el Estado judío. Una decidida acción europea debe frenar los abusos cometidos diariamente por Israel, forzar la devolución de los territorios ocupados y permitir el surgimiento de un Estado palestino”. Así mismo informa que en 1900 eran 40 millones de árabes, y que en 2000 serían 550. Hoy, son 1.500 millones. ¿Algo ha cambiado en la política de Europa? No, sigue con la cabeza bajo el ala queriendo creer que las cifras del mundo permanecen estáticas, como su paralizada política, mientras la UE decae día a día. Por su parte Sánchez dice públicamente que debe haber un Estado palestino mientras se niega a un compromiso de gobierno sobre el asunto; que se ajustará a lo que decida la UE (¿Y esta a su vez a quien se debe ajustar?).


Volviendo al discurso, a la conmemoración del golpe, un Salvador Allende redivivo ¿qué diría sobre lo acontecido? Aun mejor, ¿qué piensan los chilenos respecto a las relaciones exteriores entre Chile y el mundo durante el periodo Pinochet? ¿Qué piensan sobre su senaturía vitalicia? ¿Qué piensan sobre sus aliados, sobre su amistad con Margaret Thatcher, con Jack Straw? ¿Qué piensa el juez Garzón? ¿Qué pensamos todos sobre la incongruencia, la inconsecuencia, sobre un mundo político plagado de fotos borradas, falsos principios, palabras hueras, acciones peligrosas?


Podríamos hablar de la ONU, pero ¿durará mucho tal como es actualmente? Esta ONU que hoy nos parece ineficaz ¿habrá de sufrir maniobras para que empeore? ¿O habrá de sufrir más asaltos por grupos multilaterales que no conciben un sistema de decisiones igualitarias en el mundo.

Preguntando a Salvador Allende

Hoy, el mapamundi evidencia que, aparte de izquierda y derecha, hay noroeste, este, sur, y que hay que combinarlo todo sin perder el sentido crítico
Luis Méndez Viñolas
jueves, 19 de octubre de 2023, 08:54 h (CET)

Hemos vivido décadas flotando sobre una política aparentemente estática. Flotando en el sentido de que no tocábamos el suelo de la realidad (deuda mundial que se multiplica por horas, guerras). La brújula del pensamiento sólo marcaba dos direcciones, izquierda y derecha, sin atender a otras coordenadas. A pesar de su posterior retractación, los hechos casi le daban la razón a Fukuyama en aquello del fin de la historia. Una minoría podía seguir viviendo en la complacencia. Pero un giro dialéctico de la historia ha superado aquella dicotomía, introduciendo el elemento de la geografía y todos sus derivados. Hoy, el mapamundi evidencia que, aparte de izquierda y derecha, hay noroeste, este, sur, y que hay que combinarlo todo sin perder el sentido crítico. Las causas que llevaron a esta nueva configuración geopolítica prácticamente no fue prevista por nadie (salvo por sus articuladores y el británico Jim O'Neill; Tamames también previó algo –con burlas de sus compañeros profesionales--respecto a China).


No obstante esa complacencia occidental, hubo tres duros de la geopolítica, --halcones se les llamaba antes--, que, más realistas, intuyeron que las cosas no eran tal como aparentaban y supieron escapar de la euforia clintoniana y sucesores. Si en principio fueron, como se ha dicho, halcones, después vieron los peligros de las posturas irreductibles, de la confrontación hasta sus últimos límites. Brzezinski, entrevistado por El País en 2014, ya producido el Maidan, dice: “La solución definitiva para Ucrania sería convertirse en algo así como Finlandia (se refiere a la de antes de entrar en la Otan) con respecto a Rusia; es decir, mantener una relación en la que haya tanto relaciones económicas abiertas con Moscú como conexiones en expansión con la Unión Europea, pero sin participar en ninguna alianza militar”. Su gran temor era una alianza sinorrusa, la que Obama más bien propició (lo de torcer el brazo a los discordantes no fue muy diplomático). 


Por su parte, Kissinger, uno de los artífices de la Operación Cóndor, dice: "Los Estados Unidos han intentado integrar a toda la región sin excepción, en un sistema estratégico proestadounidense. Creo que no sería lo más sabio para la política estadounidense intentar incluir a Ucrania en la OTAN" añadiendo que podría acelerar un conflicto nuclear. George Kennan, autor del Telegrama Largo y del “artículo X”, inspiradores de la doctrina Truman de contención, atento a las cambiantes circunstancias de la política, escribió en 1997: “Dicho sin rodeos, expandir la OTAN sería el error más fatídico de la política estadounidense en toda la era posterior a la Guerra Fría”. Es decir, mostraron suficiente autonomía de pensamiento como para saltar sobre muros dogmáticos. Esta virtud se ha perdido en la mayor parte de “nuestros” políticos. Da grima leer esos artículos que basan sus análisis en un único dato: el pib de los países, (ignorando a su vez el pib ppa). Nos ofrecen más credibilidad los duros que no infravaloran al otro –sobre todo si tiene armas nucleares-- que los duros que no se han fogueado en ninguna guerra.


¿Qué se quiere decir con todo esto? Simplemente que debemos pensar por nosotros mismos, sin encadenarnos a tópicos agonizantes. El mundo ha cambiado radicalmente. Se necesita un pensamiento renovado no hipotecado por propagandistas anacrónicos que carecen de perspectiva. Aún nos acordamos de aquel periodista que sostenía que la guerra de Irak y la eliminación de sus armas de destrucción masiva (inexistentes) significaban la defensa del spanish way of life (pasar del 8 al 16). Sin embargo, hay una postura aún más criticable: la de aquellos que pusilánimamente mantienen posturas contrapuestas simultáneas, que no es lo mismo que sucesivas. La autenticidad en los políticos habría de ser el primer requisito exigible.


Hace poco más de un mes se recordó que habían pasado cincuenta años desde el golpe militar en Chile (11 de septiembre de 1973). Hubo unanimidad en las lamentaciones, lo cual debería ser motivo de alegría. Pero no cuadran las cuentas. La contradicción en filosofía es positiva; en política, de forma simultánea, es sospechosa. Un altísimo porcentaje de políticos actúan confiados en nuestra supina desinformación política e histórica.


Ya el año pasado un periódico oficialista de tirada nacional, recordaba (seguramente como otros muchos) el también cincuentenario del discurso de Allende en la ONU (4 de diciembre de 1972). Se presentaba el discurso como una lección para las nuevas generaciones. ¿Hablaba el articulista por voz propia en un periódico que se caracteriza por un atlantismo acrítico? No lo sabemos; lo que sí sabemos es que no se puede estar en misa y repicando. Es el problema de una sociedad que parece promueve el escepticismo para evadirse de los problemas.


La política en España –incluida su política en la UE-- es una actividad doméstica que se ha vuelto problemática sólo por causa de los separatismos. Lo económico, lo social, la política exterior, la soberanía, gozan de la virtud de la inmutabilidad, enmudecida por pequeña ayudas narcotizantes y provisionales. El futuro preocupa a pocos, lo cual es expresión del despiste en un mundo en el que se suceden los conflictos. Lo que ocurre en el bajo vientre del pivote mundial, según lenguaje de los mackinderianos, que va desde Paquistán (país nuclear) al Sáhara Occidental, pasando por Armenia, Irán, Palestina, el Mar Negro, Ucrania, es un asunto que nos afecta y que incendiado en nada nos beneficiará. Ya son demasiados los analistas que subrayan las consecuencias del error, por ejemplo, de la política alemana.


La cuestión es la de si políticos que hacen del doble lenguaje un arte y de la incongruencia una virtud pueden regirnos, sentados como lo estamos, sobre un barril de pólvora. Si se lee el discurso de Allende y se comprueba la adscripción de muchos de sus recientes panegiristas se comprobará que su adhesión no es sincera: paradójicamente están sólidamente alineados con los elementos que Allende denuncia.


¿Cuál debería ser el castigo a este tipo de demagogias? Simplemente leer el discurso del presidente socialista asesinado, compararlo con lo que se dice y hace y sacar conclusiones congruentes. Leyéndolo se evidenciaría la magnitud de la deriva que ha habido en la ideología del mundo. Aquí debemos hacer un alto: en su momento pensamos que Allende carecía de las fuerzas necesarias para lograr mucho de lo que pretendía. Ni las fuerzas transformadoras eran suficientes ni sus aliados de centro fiables. El voluntarismo no es una obligación moral; hay que hacer lo que se puede y evitar lo que no se puede, lo que no significa que haya que hacer lo que no se cree. Por ello hemos de exigir la máxima sinceridad, la máxima transparencia en cosas que nos pueden llevar al desastre.


La Moncloa dice en sus páginas: “El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha participado en el acto de homenaje al presidente de Chile Salvador Allende… El presidente del Ejecutivo ha defendido que, especialmente en la actualidad, "como líderes progresistas, debemos encabezar la marcha hacia el futuro sobre la base de los principios de igualdad, libertad y justicia social".


Qué difícil servir a dos señores, a dos ideas, que viven de espaldas. En política, sobre todo en política internacional, la cuestión principal es la de la primera bofetada. Si fotografiamos que A abofetea a B, y que este le devuelve la bofetada, la respuesta estará justificada y probada. Pero si la primera fotografía (la de A agrediendo a B) desaparece, el agresor será B. Esta trampa se repite cansinamente a lo largo de la historia, mientras los pueblos se quedan con la fotografía B. Los políticos que asumen estos robos fotográficos son reprochables.


En otra de sus recientes intervenciones, esta vez en la ONU, Sánchez reitera la defensa del “multilateralismo, el orden internacional basado en reglas y la Agenda 2030”. De nuevo el misterio, la anfibología. 


Primero: el multilateralismo es un término ambiguo, antiguo e inconcreto (la Santa Alianza, los BRICS, el G7, el G77, por ejemplo eran, son, organismos multilaterales). Incluso ese multilateralismo de derecho puede tener una dinámica verticalista de hecho. Cabe preguntarse: cuál es el multilateralismo que propone Sánchez, ¿el qué va hacia la globalización, el que va hacia el globalismo? Suenan parecido pero no son iguales.


Segundo: un orden internacional basado en reglas. Otro término oscuro que sin embargo ofrece una orientación sobre el multilateralismo mencionado. Resuena la frase de Goethe referido a un hecho concreto: "Prefiero cometer una injusticia antes que soportar el desorden". Esta frase ha sido generalizada: “Prefiero la injusticia al desorden”. Pero hay que preguntarse ¿qué orden? La frase de Goethe implica en determinados casos preferencia por un orden injusto. Además, un orden basado en reglas puede significar un derecho coyuntural, cambiante, de aplicación distinta según el lugar; hasta podría degenerar en un derecho personal, como el de los nazis, que para el mismo delito preveía penas distintas según se fuera judío o ario. Un derecho que se aplica aquí pero no allí. De hecho ese orden puede desplazar –y desplaza-- a las normas del derecho internacional, que doctrinalmente son de aplicación general (la ONU tampoco está resultando muy imparcial). Además, puede emanar de un organismo de conformación minoritaria e irregular.


Ese orden que invoca Pedro Sánchez ¿qué dice por la vía de los hechos sobre las resoluciones de la ONU, incumplidas, respecto a Palestina (181 II, 1947; 194, III, 1949; 3070 XXVIII, 1973; 3236 XXIX, 1974; 3246, 1974; 35/35, 1980; 37/43, 1982; 45/130, 1990. ¿Qué dice sobre la Resolución 2429, XXIII, de 18 de diciembre de 1968, que mandata que se ponga fin a la situación colonial de Gibraltar antes de 1 de octubre de 1969? ¿Qué dice sobre la resolución de 25 de octubre de 1971 sobre Taiwan? Respecto al Sáhara Occidental, ¿por qué aún no se ha aplicado la resolución 2431 de 8/12/1975? ¿Quiénes son los incumplidores, quiénes sus aliados, quiénes las víctimas? ¿Se contentarán estas con discursos bonitos? ¿Casa con el contenido del alabado discurso de Salvador Allende?


Si somos sinceros, oyendo a Sánchez nos viene a la mente esa comunidad internacional formada por siete países, que son dos bloques en el que prácticamente decide un sólo miembro (tres países anglosajones –EEUU, Gran Bretaña, Canadá; más tres perdedores de la IIGM -- Italia, Japón, Alemania--.más Francia, dados los méritos del régimen de Vichy. Hablamos del G7, en el que, por supuesto, España no figura. Si nos ignoraban cuando estábamos en un octavo lugar no digamos ahora, en el decimosexto. Aunque hasta en esto ese orden es irregular. No sabemos por qué Canadá está en el G7 cuando su economía ocupa el undécimo lugar en el mundo. Igual ocurre con Italia. Si su baza reside en estar en el núcleo del Mediterráneo, la nuestra sería estar en la puerta. Pero Gran Bretaña y Marruecos han hurtado esa foto.


Todo esto, conectado con lo que ocurre hoy día, nos hace recordar un texto de 1991, “El gran engaño. La guerra el Golfo. La implicación española”, de Santiago Aroca (Editorial Planeta). En su página 233 dice: “Para evitar otra guerra en Oriente Medio hay que buscar sobre todo una solución al problema palestino. Una imposición británica decidió la partición de Palestina y creo el Estado judío. Una decidida acción europea debe frenar los abusos cometidos diariamente por Israel, forzar la devolución de los territorios ocupados y permitir el surgimiento de un Estado palestino”. Así mismo informa que en 1900 eran 40 millones de árabes, y que en 2000 serían 550. Hoy, son 1.500 millones. ¿Algo ha cambiado en la política de Europa? No, sigue con la cabeza bajo el ala queriendo creer que las cifras del mundo permanecen estáticas, como su paralizada política, mientras la UE decae día a día. Por su parte Sánchez dice públicamente que debe haber un Estado palestino mientras se niega a un compromiso de gobierno sobre el asunto; que se ajustará a lo que decida la UE (¿Y esta a su vez a quien se debe ajustar?).


Volviendo al discurso, a la conmemoración del golpe, un Salvador Allende redivivo ¿qué diría sobre lo acontecido? Aun mejor, ¿qué piensan los chilenos respecto a las relaciones exteriores entre Chile y el mundo durante el periodo Pinochet? ¿Qué piensan sobre su senaturía vitalicia? ¿Qué piensan sobre sus aliados, sobre su amistad con Margaret Thatcher, con Jack Straw? ¿Qué piensa el juez Garzón? ¿Qué pensamos todos sobre la incongruencia, la inconsecuencia, sobre un mundo político plagado de fotos borradas, falsos principios, palabras hueras, acciones peligrosas?


Podríamos hablar de la ONU, pero ¿durará mucho tal como es actualmente? Esta ONU que hoy nos parece ineficaz ¿habrá de sufrir maniobras para que empeore? ¿O habrá de sufrir más asaltos por grupos multilaterales que no conciben un sistema de decisiones igualitarias en el mundo.

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