Si una empresa se traslada a otro país que no es precisamente un paraíso fiscal, como Holanda, lo hace buscando el beneficio de sus accionistas y de sus empleados. Y parece estar claro que el Gobierno español no ha sabido mantener el nivel de confianza necesario para evitarlo.
Todavía están presentes en la memoria de todos los insultos, por parte de altos cargos del Gobierno, que ha tenido que soportar más de un empresario por el hecho de hacer bien su gestión y obtener beneficios. El sistema de bienestar no se sostiene recortando la libertad empresarial sino justo lo contrario: hay que animar a las empresas a que inviertan más y así puedan hacer crecer la economía y el empleo. Parece que pasados unos días el caso les está sirviendo de ejemplo.
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