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La batalla jurídico-política iniciada con el pleno del Tribunal Constitucional, responde a uno de los episodios más insólitos y lamentables en nuestra democracia desde que se aprobó la Constitución de 1978.
Todo arranca de la debilidad del PSOE en las elecciones generales de 2019 y de la decisión de Pedro Sánchez de apoyarse en la “mayoría Frankenstein", formada con la izquierda populista, los independentistas catalanes y Bildu.
Para sostenerla, Sánchez indultó a los condenados por el "Próces", después ha decidido suprimir, parece que lolo ha conseguido, el delito de sedición y rebajar el de malversación, en paralelo al asalto al poder judicial y al Tribunal Constitucional, para evitar todo intento de la Justicia de poner cualquier límite a su plan en Cataluña.
Nuestra situación actual es el resultado del desarrollo histórico de las múltiples culturas sociales universales: Antiguo Egipto, Grecia, Los incas, Los mayas, Mesopotamia, Judaísmo y cristianismo, Los aztecas, Íberos, celtas y pueblos germánicos, Roma, El islam, India, China. En todas ellas el hombre ha ocupado un lugar “señalado” por los siempre poderes fácticos.
No sé si Ana Obregón era consciente del terremoto informativo que ha originado, además de ensombrecer durante unos días, los graves problemas económicos, políticos o sociales que hoy nos agobian a los españoles. El aluvión de opiniones que se han vertido sobre su tardía maternidad subrogada, ha servido para dividir una vez más a los españoles.
Quizás cuando usted lea el presente documento el expresidente Donald Trump haya sido acusado, instruido e imputado de una larga lista de cargos confidenciales hasta el presente. Será el primer expresidente en la historia de los Estados Unidos en enfrentar cargos criminales o penales lo que demostraría que nadie está por encima de la ley.
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