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Estoy segura que en más de una ocasión has mirado tu armario y has visto una prenda que te gusta mucho, que le tienes mucho cariño pero la guardas, y temporada tras temporada, la ves, te sigue gustando pero no encuentras la oportunidad para usarla, para ponértela, porque piensas que nunca hay una ocasión especial para ello y la dejas para el año que viene. A mí también me ha pasado. Y resulta, que llega el nuevo año, cambio de temporada, cambio de armario y como no la usamos, la volvemos a guardar, porque el año que viene seguro sí nos la ponemos.
Aquella prenda que queremos pero que no encontramos el momento idóneo para lucirla, al final, nos acabamos cansando y la donamos o la tiramos, en el peor de los casos. Lo mismo pasa con los sentimientos. Siempre estamos intentando encontrar la ocasión especial y el momento perfecto para demostrarlos a las personas que nos importan, pero no lo hallamos.
Vivimos demasiado deprisa; el trabajo, los niños, la familia, la casa, los compromisos sociales, el deporte, todo pasa a ocupar un lugar «muy importante» y claro, acabamos posponiendo esa llamada o ese encuentro con esa persona porque simplemente, no tenemos tiempo, ni hay un momento especial y terminamos dejándolo para mañana, con suerte, o para el año que viene, como aquella prenda de ropa en nuestro armario.
Y en este ir y venir de semáforos en verde, donde no nos paramos porque sentimos que se nos va la vida. No somos capaces de pensar que nuestros amigos, amistades a quienes no les demostramos esos sentimientos se van quedando en el armario y pasará un día, un mes, un año y nos daremos cuenta que ya no están. Que esa amistad no se cuidó y cayó en el olvido como aquella prenda o se fue con otra persona que tal vez si le valoró.
Puede pasar, que decidimos ponernos la prenda, porque en realidad le tenemos cariño y nos da pena deshacernos de ella y la usamos pero no convencidos, porque no hay nada qué celebrar, solo nos la ponemos por no verla pasearse en el armario temporada tras temporada. Lo mismo pasa con los seres que queremos, que llega el día en que por fin, logramos quedar para un café y resulta que nos oímos pero no nos escuchamos, nos vemos, pero no nos miramos porque llegado el momento, lo que importa es lucir el amigo o amiga, como la prenda que nunca nos poníamos y demostrar lo feliz que somos y, por supuesto, publicarlo, compartirlo con el mundo, dejando constancia del acontecimiento.
No permitamos que la inmediatez domine nuestros sentimientos y sobre todo, no los guardemos en el armario. Porque el amor, el cariño, que no se cuida, que no se da, no se acumula, se pierde, como las prendas se llenan de polvo. Dejemos de posponer una llamada, un saludo cordial a quien nos crucemos por la calle, ese café que hace años venimos postergando porque no hay una ocasión especial, la ocasión especial la creamos nosotros y es ahora.
En este mundo de efímeras sensaciones, vacías emociones y falsas verdades intentemos marcar la diferencia. Seamos cautos, honestos y no dejemos los sentimientos guardados en el armario.
Un 23 de abril de 1934, según el diario El Mundo de Buenos Aires, la Sociedad de las Naciones había desmentido actos de canibalismo en las tropas bolivianas que combatían en el Chaco. El New York Times había publicado trascendidos que circulaban en La Paz, dando cuenta de que nativos del Chaco, sin ningún respeto, habían matado y devorado a oficiales bolivianos, en protesta por el reclutamiento forzozo de los pueblos originarios.
Tenemos un país donde miles de personas votan a asesinos. Algo no está bien. Adoctrinados en el odio a España, desde pequeños, votan. El problema es que representan el 0,7% pero influyen en España al 100%. Poco que hacer. Puede ir a peor. Aficiones y aflicciones del personal de allí, allá o acullá; y el de aquí. Por lo que hay y pueda ocurrir, el resultado importa. En el País Vasco sobre todo, también en el resto de España y en la UE.
Las conductas de riesgo son aquellos comportamientos que implican un efecto placentero inmediato pero carecen de una valoración de las consecuencias posteriores. Es preciso comprender que son los mecanismos cognitivos los que guían al adolescente y joven a la asunción de conductas de riesgo.
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