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En España estamos ante un sistema de autodestrucción, “alimentando”, “permitiendo” e “incubando” a uno o varios “estados” parasitarios

El tema catalán ha mutado de simple vodevil a astracanada separatista

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“El pensador religioso honrado es como uno que baila en la cuerda floja. Al parecer camina en el mero aire. Su suelo es más estrecho que pueda pensarse. Y sin embargo puede caminar realmente en él”, Ludwig Wittgenstein.


Un gobierno de una nación tiene la obligación de mantener el cumplimiento de sus leyes, atacar cualquier forma de insurrección, defender a sus ciudadanos y sus derechos constitucionales, castigar a los culpables de delinquir y dar seguridad al pueblo de que el Estado de derecho se mantendrá en todos sus términos, para garantizar la supervivencia y unidad de la nación frente a posibles ataques de aquellos que intenten agredirla o perturbarla.


En España, no obstante, estamos ante lo que se podría entender como un sistema de autodestrucción, “alimentando”, “permitiendo” e “incubando” a uno o varios “estados” parasitarios que, como si fueran cucos políticos, van a intentar por todos los medios a su alcance lanzar, fuera del nido patrio, una Constitución que les impide tomar el control delo que queda de aquello que fue la gran nación española, respetada, admirada, temida y envidiada por el resto de naciones europeas y del resto de la civilización, durante muchos siglos. Gracias a la estulticia, a la incapacidad, el egoísmo, la cara dura y las actuaciones nefastas de un gobierno, que ha sacrificado la idea de una España unida, cohesionada, próspera, democrática y capaz de mantener una convivencia y respeto entre todos sus habitantes; a la pura conveniencia de determinadas facciones políticas, todas de la izquierda, que sólo tienen por objetivo desmontar el actual régimen de monarquía constitucional (el Rey está quedando como mera figura decorativa dentro de lo que está pareciendo ser un ensayo general de lo que no debe nunca debería ocurrir: un estado de tipo totalitario) para sustituirlo por un país amorfo, dividido, ingobernable y que, evidentemente, no va a tener un lugar dentro de la UE, a merced de ser fagocitado por aquellos que vienen pidiendo, desde hace siglos, el regresar a sus antiguos reinos en España.


Se ha perdido la vergüenza, se ha cedido a los chantajes, se han soportado las humillaciones y, sobre todo esto, se están cometiendo injusticias, desmanes, traiciones y se han permitido que, un grupo de insensatos, estén desarbolando todo el entramado de los organismos e instituciones que, hasta ahora, venían garantizando que la nación española conservara una democracia capaz de formar parte de la UE. Cataluña, señores, se está convirtiendo de una incómoda molestia, en algo más que un furúnculo en el trasero de la nación española. Hablamos ya de un tumor maligno en plena metástasis que amenaza al mismo Estado español, y de la forma en la que se va desarrollando puede, añadiendo los distintos intentos separatistas que se siguen larvando enEspaña, el vasco, el balear, el gallego etc., llegar a ser el principio, en manos de comunistas y nacionalistas y, con un gobierno débil y entregado, en lo que amenaza por ser el fin de la democracia, en nuestro país.


En Cataluña, los reyes de España no pueden entregar en Gerona los premios Princesa de Gerona porque dicen que no se puede garantizar su seguridad; en toda la región catalana no se puede conseguir que una sentencia del TSJC, la del 25% de lengua castellana en la enseñanza, se ejecute, simplemente porque a las autoridades de la Generalitat no les da la gana que se haga y ¿qué hace el Estado ante esta postura de un ente que depende de él y que manifiesta, abiertamente, una conducta insubordinada, optando por el incumplimiento de una sentencia de un tribunal? Nada, mira hacia otro lado y permite, cuando no apoya, que semejantes situaciones sigan produciéndose, con el claro efecto perturbador de la legalidad que ello comporta.


Aquí mismo, en tierras catalanas, se tiene que escuchar cómo, el señor Junqueras que estuvo en la cárcel por organizar una tangana independentista, indultado, con la particularidad de que no hubo arrepentimiento, antes bien, se manifestó en el sentido de que iba a continuar en su lucha por la independencia de Cataluña; endiosado y convencido que tiene en su poder al señor Sánchez, nuestro presidente, ya no tiene miramiento alguno y aprovechando este asqueroso y manipulado tema del CIS, lo va convirtiendo en el leitmotiv del maremágnum que han organizado los separatistas, intentando sacar fruto de algo que no tiene vuelta de  hoja, si se tiene en cuenta que el Gobierno debe de estar enterado, por medio de su servicio de inteligencia, de lo que se está tramando en el backstage del nacionalismo catalán, si quiere evitar sorpresas desagradables. Pues bien, el señor Junqueras después de que, con sus aspavientos, sus quejas y sus reclamaciones, haya conseguido que ruede la cabeza de la señora Paz Esteban, jefe del CIS; parece que se va a conformar dejando de pedir la de la señora Robles, pero, todo ello, previa la siguiente advertencia admonitoria al Gobierno del señor Sánchez: “con la condición de que se den garantías de que no volverá a ocurrir”. En una palabra, que le ha perdonado la vida a Pedro, pero con una regañina para que no vuelva a reincidir en querer enterarse de los planes separatistas, para conseguir la independencia de Cataluña. ¡Vaya por donde!


Y una decepción. Si habíamos salvado a Margarita Robles de esta confusa situación de las escuchas telefónicas, lamentamos tener que rectificar. En una comparecencia ante la prensa, innecesaria, inoportuna y desafortunada, la señora ministra de Defensa se limitó a besar el trasero del señor Sánchez, agradeciéndole que no le diera la patada de Charlot y mostrándole su sumisión y lealtad; con lo que echó por tierra un comportamiento que se había considerado como bueno en relación al caso de las escuchas. Ahora ya sabemos que, cuando se trata de seguir de ministra, no hay impedimento alguno en hacer el peloteo pertinente, orgullo aparte. Lamentable.


No nos olvidemos que España tiene un compromiso, para de aquí a dos meses, de acoger la Asamblea General de la OTAN en Madrid. Qué duda cabe que lo que está pasando en nuestra nación, con el denominado “espionaje” a personajes del separatismo y, posteriormente, para alivio del señor Sánchez, de las escuchas telefónicas de su celular, así como las de otros ministros; es de general conocimiento, entre el resto de naciones de la OTAN, lo que sin duda alguna no va a beneficiar la confianza que puedan tener respeto a lo que se atrevan a tratar, públicamente, en dicha asamblea. Sin embargo, hasido algo que ha llegado oportunamente, como si estuviera preparado, para que el mismo Pedro Sánchez se haya incluido entre las “víctimas” de semejante atropello; una jugada burda, ad hoc, y si nos apuran, un medio nada sutil de esquivar responsabilidades, que es algo en lo que nuestro presidente tiene una habilidad inusitada acompañada, claro está, de un rostro de granito, capaz de aguantar todo lo que le echen sin inmutarse.


Y cambiando de tema. Parece que, si no se habla de ello la epidemia del Covid 19 ha dejado de existir. Callémonos y la epidemia se declarará en huelga. Pues no señor, la retirada de la mascarilla puede que se considere un gran avance en cuanto a que se evita la molestia inherente a llevarla puesta, pero lo que sucede y no parece que se quiera divulgar, es que los nuevos casos de infección de las últimas semanas parecen indicar que vuelve a haber un rebrote que, en Cataluña ya supera los 1.000 casos de ingresados y, en estos momentos, según datos facilitados por Sanidad, en España hay más de 7.300 personas ingresadas en los hospitales por dicha dolencia. Es cierto que, con toda seguridad, esta pandemia se irá repitiendo periódicamente y que, desde el punto de vista económico, industrial y social,constituye una perturbación importante para el funcionamiento de cualquier país, pero el no reconocerlo, el intentar desviar la atención de los ciudadanos del peligro que este virus representa, puede ser que, en un momento determinado, se produzca un repunte importante que acabe con la vida de muchos de quienes lo padezcan y luego, las lamentaciones de costumbre.



O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no nos queda más remedio que seguir insistiendo en la unidad de las derechas y el centro, porque es evidente que, de lo que se viene deduciendo de las encuestas, demasiadas por supuesto y, a nuestro entender, poco creíbles cuando se habla de unas posibles elecciones que, salvo circunstancias extraordinarias, no van a tener lugar antes de un año, periodo lo suficientemente largo para que la opinión de los españoles cambie varias veces respeto al sentido del voto que van a emitir. De lo que ahora mismo se puede deducir de los estudios demográficos que se están llevando a cabo, respecto a quienes votarán los españoles, no dan datos claros ni precisos de lo que pueda suceder si bien, el PSOE, no demuestra tener el desgaste que, de acuerdo con su forma de gobernar, era previsible que tuviera a estas alturas. Algo sobre lo que pensar.

El tema catalán ha mutado de simple vodevil a astracanada separatista

En España estamos ante un sistema de autodestrucción, “alimentando”, “permitiendo” e “incubando” a uno o varios “estados” parasitarios
Miguel Massanet
jueves, 12 de mayo de 2022, 08:52 h (CET)

“El pensador religioso honrado es como uno que baila en la cuerda floja. Al parecer camina en el mero aire. Su suelo es más estrecho que pueda pensarse. Y sin embargo puede caminar realmente en él”, Ludwig Wittgenstein.


Un gobierno de una nación tiene la obligación de mantener el cumplimiento de sus leyes, atacar cualquier forma de insurrección, defender a sus ciudadanos y sus derechos constitucionales, castigar a los culpables de delinquir y dar seguridad al pueblo de que el Estado de derecho se mantendrá en todos sus términos, para garantizar la supervivencia y unidad de la nación frente a posibles ataques de aquellos que intenten agredirla o perturbarla.


En España, no obstante, estamos ante lo que se podría entender como un sistema de autodestrucción, “alimentando”, “permitiendo” e “incubando” a uno o varios “estados” parasitarios que, como si fueran cucos políticos, van a intentar por todos los medios a su alcance lanzar, fuera del nido patrio, una Constitución que les impide tomar el control delo que queda de aquello que fue la gran nación española, respetada, admirada, temida y envidiada por el resto de naciones europeas y del resto de la civilización, durante muchos siglos. Gracias a la estulticia, a la incapacidad, el egoísmo, la cara dura y las actuaciones nefastas de un gobierno, que ha sacrificado la idea de una España unida, cohesionada, próspera, democrática y capaz de mantener una convivencia y respeto entre todos sus habitantes; a la pura conveniencia de determinadas facciones políticas, todas de la izquierda, que sólo tienen por objetivo desmontar el actual régimen de monarquía constitucional (el Rey está quedando como mera figura decorativa dentro de lo que está pareciendo ser un ensayo general de lo que no debe nunca debería ocurrir: un estado de tipo totalitario) para sustituirlo por un país amorfo, dividido, ingobernable y que, evidentemente, no va a tener un lugar dentro de la UE, a merced de ser fagocitado por aquellos que vienen pidiendo, desde hace siglos, el regresar a sus antiguos reinos en España.


Se ha perdido la vergüenza, se ha cedido a los chantajes, se han soportado las humillaciones y, sobre todo esto, se están cometiendo injusticias, desmanes, traiciones y se han permitido que, un grupo de insensatos, estén desarbolando todo el entramado de los organismos e instituciones que, hasta ahora, venían garantizando que la nación española conservara una democracia capaz de formar parte de la UE. Cataluña, señores, se está convirtiendo de una incómoda molestia, en algo más que un furúnculo en el trasero de la nación española. Hablamos ya de un tumor maligno en plena metástasis que amenaza al mismo Estado español, y de la forma en la que se va desarrollando puede, añadiendo los distintos intentos separatistas que se siguen larvando enEspaña, el vasco, el balear, el gallego etc., llegar a ser el principio, en manos de comunistas y nacionalistas y, con un gobierno débil y entregado, en lo que amenaza por ser el fin de la democracia, en nuestro país.


En Cataluña, los reyes de España no pueden entregar en Gerona los premios Princesa de Gerona porque dicen que no se puede garantizar su seguridad; en toda la región catalana no se puede conseguir que una sentencia del TSJC, la del 25% de lengua castellana en la enseñanza, se ejecute, simplemente porque a las autoridades de la Generalitat no les da la gana que se haga y ¿qué hace el Estado ante esta postura de un ente que depende de él y que manifiesta, abiertamente, una conducta insubordinada, optando por el incumplimiento de una sentencia de un tribunal? Nada, mira hacia otro lado y permite, cuando no apoya, que semejantes situaciones sigan produciéndose, con el claro efecto perturbador de la legalidad que ello comporta.


Aquí mismo, en tierras catalanas, se tiene que escuchar cómo, el señor Junqueras que estuvo en la cárcel por organizar una tangana independentista, indultado, con la particularidad de que no hubo arrepentimiento, antes bien, se manifestó en el sentido de que iba a continuar en su lucha por la independencia de Cataluña; endiosado y convencido que tiene en su poder al señor Sánchez, nuestro presidente, ya no tiene miramiento alguno y aprovechando este asqueroso y manipulado tema del CIS, lo va convirtiendo en el leitmotiv del maremágnum que han organizado los separatistas, intentando sacar fruto de algo que no tiene vuelta de  hoja, si se tiene en cuenta que el Gobierno debe de estar enterado, por medio de su servicio de inteligencia, de lo que se está tramando en el backstage del nacionalismo catalán, si quiere evitar sorpresas desagradables. Pues bien, el señor Junqueras después de que, con sus aspavientos, sus quejas y sus reclamaciones, haya conseguido que ruede la cabeza de la señora Paz Esteban, jefe del CIS; parece que se va a conformar dejando de pedir la de la señora Robles, pero, todo ello, previa la siguiente advertencia admonitoria al Gobierno del señor Sánchez: “con la condición de que se den garantías de que no volverá a ocurrir”. En una palabra, que le ha perdonado la vida a Pedro, pero con una regañina para que no vuelva a reincidir en querer enterarse de los planes separatistas, para conseguir la independencia de Cataluña. ¡Vaya por donde!


Y una decepción. Si habíamos salvado a Margarita Robles de esta confusa situación de las escuchas telefónicas, lamentamos tener que rectificar. En una comparecencia ante la prensa, innecesaria, inoportuna y desafortunada, la señora ministra de Defensa se limitó a besar el trasero del señor Sánchez, agradeciéndole que no le diera la patada de Charlot y mostrándole su sumisión y lealtad; con lo que echó por tierra un comportamiento que se había considerado como bueno en relación al caso de las escuchas. Ahora ya sabemos que, cuando se trata de seguir de ministra, no hay impedimento alguno en hacer el peloteo pertinente, orgullo aparte. Lamentable.


No nos olvidemos que España tiene un compromiso, para de aquí a dos meses, de acoger la Asamblea General de la OTAN en Madrid. Qué duda cabe que lo que está pasando en nuestra nación, con el denominado “espionaje” a personajes del separatismo y, posteriormente, para alivio del señor Sánchez, de las escuchas telefónicas de su celular, así como las de otros ministros; es de general conocimiento, entre el resto de naciones de la OTAN, lo que sin duda alguna no va a beneficiar la confianza que puedan tener respeto a lo que se atrevan a tratar, públicamente, en dicha asamblea. Sin embargo, hasido algo que ha llegado oportunamente, como si estuviera preparado, para que el mismo Pedro Sánchez se haya incluido entre las “víctimas” de semejante atropello; una jugada burda, ad hoc, y si nos apuran, un medio nada sutil de esquivar responsabilidades, que es algo en lo que nuestro presidente tiene una habilidad inusitada acompañada, claro está, de un rostro de granito, capaz de aguantar todo lo que le echen sin inmutarse.


Y cambiando de tema. Parece que, si no se habla de ello la epidemia del Covid 19 ha dejado de existir. Callémonos y la epidemia se declarará en huelga. Pues no señor, la retirada de la mascarilla puede que se considere un gran avance en cuanto a que se evita la molestia inherente a llevarla puesta, pero lo que sucede y no parece que se quiera divulgar, es que los nuevos casos de infección de las últimas semanas parecen indicar que vuelve a haber un rebrote que, en Cataluña ya supera los 1.000 casos de ingresados y, en estos momentos, según datos facilitados por Sanidad, en España hay más de 7.300 personas ingresadas en los hospitales por dicha dolencia. Es cierto que, con toda seguridad, esta pandemia se irá repitiendo periódicamente y que, desde el punto de vista económico, industrial y social,constituye una perturbación importante para el funcionamiento de cualquier país, pero el no reconocerlo, el intentar desviar la atención de los ciudadanos del peligro que este virus representa, puede ser que, en un momento determinado, se produzca un repunte importante que acabe con la vida de muchos de quienes lo padezcan y luego, las lamentaciones de costumbre.



O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no nos queda más remedio que seguir insistiendo en la unidad de las derechas y el centro, porque es evidente que, de lo que se viene deduciendo de las encuestas, demasiadas por supuesto y, a nuestro entender, poco creíbles cuando se habla de unas posibles elecciones que, salvo circunstancias extraordinarias, no van a tener lugar antes de un año, periodo lo suficientemente largo para que la opinión de los españoles cambie varias veces respeto al sentido del voto que van a emitir. De lo que ahora mismo se puede deducir de los estudios demográficos que se están llevando a cabo, respecto a quienes votarán los españoles, no dan datos claros ni precisos de lo que pueda suceder si bien, el PSOE, no demuestra tener el desgaste que, de acuerdo con su forma de gobernar, era previsible que tuviera a estas alturas. Algo sobre lo que pensar.

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