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Se nos presenta un futuro problemático si creemos a los sabios de este mundo y abandonamos a Dios

El temor del Señor es el principio de la sabiduría

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Dice el libro de los Proverbios “que el principio de la sabiduría es el temor del Señor, pero los necios desprecian la sabiduría y la instrucción”. Seguramente tendrán ya idea de quienes sean estos necios y sus leyes sobre la educación. Pero no solamente sobre educación sino sobre todo lo demás y es que pensamos que lo sabemos todo y si no “se busca en la Wikipedia”, pero lo cierto es que no sabemos casi nada. 


Los científicos, que se las dan de sabelotodo, nos cuentan sobre le universo entero, cuando aún con los medios más potentes no llegamos a tener noticia de la inmensidad de los espacios siderales y menos aún de cómo han llegado a la existencia. Tampoco tenemos ni la más remota idea del tiempo, aunque nos hablen de miles de millones de años. 


Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos, la luna y las estrellas que has creado, tenemos que preguntarnos, con el salmo 8, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para darle poder? Pero para una gran parte de los hombres Dios es inexistente, una fábula. Ponemos nuestra confianza en el dinero y el poder sin percatarnos de que nuestra vida pasa como un suspiro.


Tenemos un antes y un después, pero Dios siempre es un eterno presente que sostiene el universo y nuestra vida, regalo del que nos pedirá cuentas. He vuelto a releer a San Agustín que, después de vivir entusiasmado con la filosofía, la retórica y las fábulas maniqueas, llega a exclamar: yo me lanzaba hacia cosas hermosas que, sin Ti, nada serían, llamaste y clamaste y rompiste mi sordera, tarde te amé, hermosura soberana tan antigua y tan nueva, yo te buscaba afuera y Tú estabas dentro de mí. Bastaría que hiciéramos silencio dentro de nosotros para encontrar a Dios y abandonar todas las cosas que nos atan y nos hacen desgraciados. Pero es difícil hacerlo porque estamos llenos de ruido, de vanas promesas, de esperanzas descabelladas en la acción de nuestros gobernantes nacionales y mundiales. Y ahora tenemos además la guerra de Ucrania, que cae destruida por las bombas rusas y la gente que huye o muere, mientras que los inventos del hombre para conseguir la paz fracasan. Quizás hayan puesto una mesa enorme para ni siquiera oírse. Nos dicen que hay que salvar el planeta, que hay cuidar el medio ambiente y que sobran mil millones de personas para lograrlo. Que en la agenda 2030 ya está previsto que “no tendrás nada, pero serás feliz”, que ha comenzado ya el gran reseteo para hacer un mundo diferente.


Con este futuro de locura que se nos ofrece y en el que creen los poderosos de este mundo, los que creen que pueden expulsar a Dios y erigirse ellos en nuestros dioses es urgente que volvamos a buscar el principio de la sabiduría, el temor del Señor, y rendirle homenaje temblando antes de que vayamos a la ruina sin remedio. No hay que creer a los sabios y entendidos que dicen saberlo todo y no saben nada y nos llevan a la ruina. No hace falta relacionarlos a todos: políticos, millonarios, creadores de bulos, fatuos pagados de sí mismos etc. etc. El mañana no está en ninguna agenda sino en las manos de Dios.

El temor del Señor es el principio de la sabiduría

Se nos presenta un futuro problemático si creemos a los sabios de este mundo y abandonamos a Dios
Francisco Rodríguez
martes, 3 de mayo de 2022, 09:21 h (CET)

Dice el libro de los Proverbios “que el principio de la sabiduría es el temor del Señor, pero los necios desprecian la sabiduría y la instrucción”. Seguramente tendrán ya idea de quienes sean estos necios y sus leyes sobre la educación. Pero no solamente sobre educación sino sobre todo lo demás y es que pensamos que lo sabemos todo y si no “se busca en la Wikipedia”, pero lo cierto es que no sabemos casi nada. 


Los científicos, que se las dan de sabelotodo, nos cuentan sobre le universo entero, cuando aún con los medios más potentes no llegamos a tener noticia de la inmensidad de los espacios siderales y menos aún de cómo han llegado a la existencia. Tampoco tenemos ni la más remota idea del tiempo, aunque nos hablen de miles de millones de años. 


Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos, la luna y las estrellas que has creado, tenemos que preguntarnos, con el salmo 8, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para darle poder? Pero para una gran parte de los hombres Dios es inexistente, una fábula. Ponemos nuestra confianza en el dinero y el poder sin percatarnos de que nuestra vida pasa como un suspiro.


Tenemos un antes y un después, pero Dios siempre es un eterno presente que sostiene el universo y nuestra vida, regalo del que nos pedirá cuentas. He vuelto a releer a San Agustín que, después de vivir entusiasmado con la filosofía, la retórica y las fábulas maniqueas, llega a exclamar: yo me lanzaba hacia cosas hermosas que, sin Ti, nada serían, llamaste y clamaste y rompiste mi sordera, tarde te amé, hermosura soberana tan antigua y tan nueva, yo te buscaba afuera y Tú estabas dentro de mí. Bastaría que hiciéramos silencio dentro de nosotros para encontrar a Dios y abandonar todas las cosas que nos atan y nos hacen desgraciados. Pero es difícil hacerlo porque estamos llenos de ruido, de vanas promesas, de esperanzas descabelladas en la acción de nuestros gobernantes nacionales y mundiales. Y ahora tenemos además la guerra de Ucrania, que cae destruida por las bombas rusas y la gente que huye o muere, mientras que los inventos del hombre para conseguir la paz fracasan. Quizás hayan puesto una mesa enorme para ni siquiera oírse. Nos dicen que hay que salvar el planeta, que hay cuidar el medio ambiente y que sobran mil millones de personas para lograrlo. Que en la agenda 2030 ya está previsto que “no tendrás nada, pero serás feliz”, que ha comenzado ya el gran reseteo para hacer un mundo diferente.


Con este futuro de locura que se nos ofrece y en el que creen los poderosos de este mundo, los que creen que pueden expulsar a Dios y erigirse ellos en nuestros dioses es urgente que volvamos a buscar el principio de la sabiduría, el temor del Señor, y rendirle homenaje temblando antes de que vayamos a la ruina sin remedio. No hay que creer a los sabios y entendidos que dicen saberlo todo y no saben nada y nos llevan a la ruina. No hace falta relacionarlos a todos: políticos, millonarios, creadores de bulos, fatuos pagados de sí mismos etc. etc. El mañana no está en ninguna agenda sino en las manos de Dios.

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