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Corrupciones

Los políticos salen de entre nosotros mismos y atesoran los mismos tics y miserias que el resto. Nos representan casi más en ese sentido que en el político-jurídico del sufragio
Juan Antonio Freije Gayo
viernes, 8 de agosto de 2025, 10:35 h (CET)

Igual toca, aunque en medio del estío, conferenciar sobre la corrupción o, siendo más precisos, sobre las corrupciones. No es que sea un tema que apetezca, pero lo tenemos ahí, y nos lleva a denostar los vicios y maldades de nuestros rectores, es decir, de los que llamamos políticos. Cuando lo hacemos, esto es, cuando los vilipendiamos urbi et orbi sin distinguir casos ni tendencias, puede que nos instalemos con demasiada prontitud y ligereza en el lado de la moral, sin antes mirarnos a nosotros mismos. Ellos, la legión de cargos, mandamases y representantes varios, no son en realidad tan ajenos a nosotros ni han llegado en una nave nodriza desde otro planeta o galaxia para convertirse en una élite que nos domina al margen de nuestra idiosincrasia, sino que salen de entre nosotros mismos, son de nuestra misma condición y reflejan las cataduras que nos caracterizan. No olvido que existen ciudadanos probos, todo el tiempo o a tiempo parcial. Y llegados a este punto, habría que saber si la proporción de corruptos entre los de arriba es la misma que entre los de abajo, o si aumenta de manera exponencial, por aquello de la oportunidad, a medida que ascendemos en la pirámide.


Según un informe de la Agencia Valenciana Antifraude (1), publicado en mayo de 2024, los españoles y portugueses piensan que alrededor del 50% de lo empresarios y del 60-70% de los políticos son corruptos; así se desprende de dos encuestas realizadas “ad hoc”.


Desconozco si ello parte de la percepción generada por las noticias y las redes o si hay algo más íntimo, nacido de las interioridades de cada encuestado, o de la observación de las de sus vecinos, extrapoladas al dato general tras algún tipo de ponderación, sino matemática sí emocional, que conduzca a tal conclusión, porque la mitad de los hombres de empresa y dos tercios de los políticos es una proporción estimable.


Es cierto, por otra parte, que el concepto de corrupción es oscuro y escurridizo. Además, resulta difícil distinguir grados. El DRAE, en su cuarta acepción, la define así: “en las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores”. Pero el asunto es más amplio y no tan ceñido a ese aprovecharse. Desde otro punto de vista, podemos pensar que hay corrupciones pequeñas, medianas y grandes, que tal vez dependen más de la índole de quienes las practican que del lugar que ocupen en la escala. Me viene a le memoria aquello de tirar la primera piedra.


Y es que no solo reside la corrupción en las grandes cosas; todos podemos caer en ella, verbigracia cuando nos beneficiamos de la acción de un conocido, o conocida para, y es un suponer, adelantar una cita médica, una intervención quirúrgica o cualquier acto administrativo, o conseguimos (lo intentamos al menos) ventajas para nosotros o nuestros hijos, aunque sea en pequeñas cosas aparentemente sin importancia. En resumen , cuando aprovechamos lo que está a nuestro alcance para obtener una merced. Es solo un ejemplo.


En el fondo, creo que, si pensamos que son tantos los corruptos entre políticos y hombres de empresa, es porque partimos de nosotros mismos y de nuestro entorno, en el que toleramos corrupciones de baja intensidad, si se pueden denominar así, de manera consciente o inconsciente.

En fin, los políticos salen de entre nosotros mismos y atesoran los mismos tics y miserias que el resto. Nos representan casi más en ese sentido que en el político-jurídico del sufragio. Por eso debemos mirar siempre hacia adentro antes de lanzar la primera piedra y, asimismo, aterrarnos de verdad, y no de boquilla, por la gangrena que suponen las corrupciones, tanto económicas como políticas. En resumen, debemos ser menos permisivos. No voy a decir que tenemos lo que merecemos, porque no sé si nadie se merece esto que tenemos, pero contribuimos a ello cuando nos damos golpes en el pecho ante lo que sale en las noticias, igual que aquellas damas y caballeros que, no hace tanto, se daban los mismos golpes cuando oían hablar de sexo, pero por pura hipocresía pues solo se escandalizaban de puertas afuera. Lo mismo nos pasa a veces con la corrupción y con la destrucción de nuestro Estado de Derecho, corrupción política donde las haya. Ponemos el grito en el cielo y pedimos otra copa. Hasta que no nos escandalicemos hacia adentro, no habrá tregua.

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1. https://hazrevista.org/transparencia/2024/05/espanoles-piensan-entre-60-y-70-por-ciento-politicos-corruptos/

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