Nos relacionamos con los lugares de muy diversas maneras. Al pasear recorremos parajes heterogéneos, multiplicados por los viajes. En otras localizaciones permanecemos más estáticos por residencia o actividades habituales. La condición de las tareas efectuadas en esos sitios roza los infinitos por la cantidad de factores implicados. Los espacios circundantes o alejados, no hablan; son las NARRACIONES de quienes circularon por esos andurriales las que vienen a dotarles de significado. Grandes acciones, intimidades, actos colectivos, determinadas labores, son esclarecedores; incluso se habla de los no-lugares donde se difuminan las personas. El relato de las experiencias vividas en ellos pondrá su sello pertinente.
No basta con una sola imagen del espacio en cuestión, las reverberaciones de cuanto ocurre en ellos, son incesantes; las circunstancias envolventes provocan numerosas distorsiones. Las instantáneas son un mero reflejo de los procesos subyacentes, ligados al tránsito de individuos y variadas situaciones. Un rótulo no es suficiente para reflejar la realidad compleja de los lugares. La singularidad de cada participante, la suma de singularidades, aportan sensibilidades ilimitadas. Se impone su puesta en valor a base de la TRADUCCIÓN adecuada de cuanto representan. El país, la comarca, el lugar, configuran su perfil a base de esas aportaciones; condensado con la franqueza intolerante con los sectarismos, ocultamientos o manipulaciones.
Cuando hablamos de trazados geométricos en campos o ciudades, dicha intervención del genio humano supone pocas veces una contribución a la mayor libertad de movimientos; muros, senderos o variadas construcciones, condicionan las andanzas del personal. Hasta lo referido, no pasaríamos de la lógica evolutiva proyectada según los criterios del momento. El peligro asoma si las susodichas limitaciones o inconvenientes se intensifican por forzamientos de talante AUTORITARIO al servicio de potentes economías, políticas abusivas o simples despropósitos injustificados. El olvido de las querencias o del disfrute comunitario, en aras de aires sectarios impulsivos, convierten los bocetos geométricos en aristas coactivas de cara a la ciudadanía.
No se puede pensar contra el espíritu del tiempo, se cuela por las rendijas insospechadas, influye en todo y no perdona a nadie. El paso del tiempo incide también, y de qué manera, sobre aquellos sitios donde vamos apareciendo los humanos; eso se nota por la propia evolución natural, con el añadido, con el añadido de las actuaciones artificiosas de menor o grandiosa relevancia. El TIEMPO nos aboca a ritmos frenéticos o pausados, propicios o inhóspitos, aun con los mismos espacios circundantes. DE alguna manera, también contribuye a la desigualdad general, por cauces misteriosos repercute de distinta manera en personas diferentes. No se presta a la dialéctica entre iguales, es todavía una asignatura pendiente de filos aguzados.
La verdad es que cada persona ronda por unos determinados espacios, con muy variadas perspectivas en dicha relación; resulta imposible una versión global entre tantos lugares y personas. Dejando aparte las relaciones que pudiéramos llamar inorgánicas (Físicas, químicas, lumínicas…), el sentir peculiar del individuo cobra una relevancia suplementaria. Julián Marías resaltó aquel concepto orteguiano de la GEOMETRÍA SENTIMENTAL al referirse a la percepción personal de esa relación de un sujeto con sus vivencias en unos espacios concretos. Donde uno vivió, trabajó, se enamoró o experimentó sensaciones importantes adquiere un halo especial intransferible; añade matices decisivos al relato de su vida.
Esas relaciones espacio-personales se integran con el resto de las características del sujeto, formarán parte de su personalidad, sin la existencia de un modelo único para esas conexiones; en algunos casos apenas se puede detectar esa influencia, mientras pasa a ser fundamental para otra gente. Tanto en las áreas de la intimidad, como en las relaciones con el resto de la comunidad, las REPERCUSIONES prácticas de la mencionada ambientación espacial brotarán con una heterogeneidad manifiesta. También se originan polarizaciones de rasgos intempestivos, hasta llegar a predominar ese toque lugareño sobre los demás matices personales; o bien al revés, desentenderse de las consideraciones hacia esos espacios.
Hasta el clima influye en estas conexiones entre las zonas donde uno se ubica y los sentimientos provocados; los lugares modifican sus características por tormentas, temperatura presión atmosférica o inestabilidad geológica. El carácter abierto o cerrado de un mismo paraje es muy dependiente del clima. Las condiciones de habitabilidad dependen también de muchos otros FACTORES, como de su repercusión sobre otros seres vivos y los ámbitos geográficos. La ubicación de un ser humano percibe ese conjunto de estímulos heterogéneos y cada persona lo hará a su manera. Sentimos las estructuras adyacentes de manera muy peculiar, sin concretar del todo sus efectos sobre nosotros mismos y con la incógnita de las respuestas personales.
Muchas veces se vive con estos sentimientos en la más estricta intimidad, sin excluir del todo lo de compartirlos, sobre todo con la gente más cercana; la edad influye sobremanera en la modulación de las sensibilidades, por los cambios de la vida y la evolución personal. Abarcan facetas variadas, si uno eligió los lugares o se encuentra en ellos por necesidad, aumentan o menguan los tonos afectivos del encuentro. De acuerdo con las querencias propias o sin pretenderlo, la relación con los referidos espacios puede ser duradera o efímera, sin correlación directa con la intensidad de la percepción. Son puntos de REFERENCIA para la mejor comprensión personal del fenómeno, quedan muy aparte los aires colectivos.
Las preferencias vienen orientadas por las circunstancias y la forma de ser de cada sujeto, contribuyen a la configuración de la imagen apreciativa de los lugares; existen detalles menospreciados por mucha gente, que resultan de mucha importancia para las miradas con otros talantes. Por fortuna, estas vivencias viajan por los circuitos del espíritu, sus formatos no permiten la usurpación ajena de los contenidos. Forman parte de la AUTONOMÍA personal, ese sector de los humanos tan asediado y no siempre bien cultivado. Nadie puede entrar a saco en esa relación, podrán apoyar o dificultar, sin eliminar la mencionada autonomía, que consolida el resorte de la intimidad, resiliente ante los avatares existenciales.
En las tareas diarias estamos bien provistos esfuerzos necesarios, inseguridad, dudas e incluso de situaciones inquietantes, sin tiempo para localizarse uno mismo como entidad auténtica. En este rodeo para identificar lo que somos pierden eficacia las compañías, de ahí la relevancia de encontrarnos en una UBICACIÓN concreta con la templanza para calibrar nuestras vivencias sin intromisiones.
Deducimos el gran número de factores implicados en dichas conexiones. Al añadir a las variadas figuras del entorno aquel sentimiento intransferible de como nos relacionamos con ellas, vibramos desde los interiores genuinos. Pormenorizar las emociones resulta muy complejo, es una tarea siempre inacabada, EMBARULLADA si se quiere, pero una forma entrañable como expresión del ejercicio humano.
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