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Cuento breve

Imaginario real

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El vecino Filiberto esa noche sonó y se  despertó gritando, te amo, te amo, y era tan fuerte el grito, que él mismo logró sacarse de su sueño profundo y mágico y una vez despierto pensó: si alguien, escuchó mis gritos de seguro estará pensando está loco ese. Pero, que importa lo que piensen de notable imaginación.


Y la vecina Elizabeth dilucidaba: “sé que soy una obsesión rondando por tu mente, que me observas, me espías desde tu ventana. Ahora voy a pedirte desde mi mente imaginaria que no te muevas de aquel lugar, apagues las luces de tu casa y mires cómo se cumplen tus sueños, dibujados en cada mirada, que me desnuda, desde tu ventana semioscura y, desde el pasillos, en el tímido saludo que mal esconden tus deseos incontrolables. 


Pongo música suave, abro las cortinas de par en par, me contorneo suavemente, sabiendo que no te irás sin mirar este espectáculo, asomándose en el meneo de la danza improvisada. Bajo mis manos por las caderas, las subo y abro el cierre de mi falda color negra, dejándola caer hasta mis pies. Volteo mi dorso y de espaldas a los cristales, quito lentamente mi blusa que se desliza como un beso sobre mi espalda. Bailo, meneo mi geografía como en éxtasis y volteo sin prisa hacia tu ventana.


Ahora ves mis senos redondos, firmes, rosados apuntando en centro de tu frente, mientras una pequeña gota de sudor, se desmaya en mi pecho, para luego caer al abismo. Sé que estás ahí, mirando en la plena oscuridad y me conecto con tu acalorada mente para disfrutar juntos. Estoy desnuda a tan sólo unos metros del jadeo de tu respiración. Es muy posible, que mañana, te animes a golpear mi puerta de una vez por todas. No olvides traer champagne”.


Al día siguiente Filiberto, a las nueve de la mañana llegó a la casa de Elizabeth a golpearle le puerta, ésta abrió, y cuál fue su sorpresa que, su imaginación estaba presente. Le hizo pasar y, sentar en un sofá, le brindó un café con galletas.


-Filiberto. Y, a usted cómo le va- preguntó Elizabeth-.


-Pues bien, porque todavía estoy vivo. Esta noche pasaste por mi camino y me tembló en el alma no sé qué afán, pero yo estoy consciente de mi destino que es mirarte de lejos y nada más- contestó Filiberto-.


-Que regio, ahora siendo palabra, mi imaginación, se volcará como un subterfugio de verdad-le contestó Elizabeth-.

Yo. Te rezo en la noche, te llamo, te grito, te abrazo con mis alas e imploro a mi destino que no te olvides de mí. Y te amo en mis lubricidades, en mis noches de encendidas de lunas y soles, todo en mi soledad, cuando duermo y te sueño-le dijo Filiberto a Elizabeth-.


-Desde aquí, con mi alma sedienta, mitigando mis deseos sibilinos te siento, te beso y te aguardo-profirió Elizabeth-.


-Te pareces a mi otoño solitario con muchas cruces encima, estirándote por el camino que nunca comienza, y nunca llega-le apuntó Filiberto-.


Entonces, ambos vecinos dialogantes, se decían: “Con nuestro secreto, más allá de la muerte, si hay más allá, porque en esa vida, si hay otra vida te miraré de lejos y nada más, todo es imaginación dentro de los pasillos y recovecos de la mente, que siempre es pensamiento relatista, cuentista”.


Y vino la copa de floreciente de finos licores, y la magia pensativa se esfumó, pero quedó el placer de esa realidad…inolvidable.!!! Y días posteriores continuaban viéndose casi diario. Pero, vino el destino tiempo, hizo de las suyas, y Elisabeth desapareció de la ciudad. Filiberto se puso como loquito buscándole, hasta que se enteró con el transcurrir de los meses que, ella se había ido a otra ciudad, como a 150 kilometros de distancia. Después, conforme el tiempo le dijeron había fallecido y antes de morir gesticuló: "siempre te amé Filin". Allá te espero para seguirte Amando.

Imaginario real

Cuento breve
Bayardo Quinto Núñez
viernes, 26 de noviembre de 2021, 09:22 h (CET)

El vecino Filiberto esa noche sonó y se  despertó gritando, te amo, te amo, y era tan fuerte el grito, que él mismo logró sacarse de su sueño profundo y mágico y una vez despierto pensó: si alguien, escuchó mis gritos de seguro estará pensando está loco ese. Pero, que importa lo que piensen de notable imaginación.


Y la vecina Elizabeth dilucidaba: “sé que soy una obsesión rondando por tu mente, que me observas, me espías desde tu ventana. Ahora voy a pedirte desde mi mente imaginaria que no te muevas de aquel lugar, apagues las luces de tu casa y mires cómo se cumplen tus sueños, dibujados en cada mirada, que me desnuda, desde tu ventana semioscura y, desde el pasillos, en el tímido saludo que mal esconden tus deseos incontrolables. 


Pongo música suave, abro las cortinas de par en par, me contorneo suavemente, sabiendo que no te irás sin mirar este espectáculo, asomándose en el meneo de la danza improvisada. Bajo mis manos por las caderas, las subo y abro el cierre de mi falda color negra, dejándola caer hasta mis pies. Volteo mi dorso y de espaldas a los cristales, quito lentamente mi blusa que se desliza como un beso sobre mi espalda. Bailo, meneo mi geografía como en éxtasis y volteo sin prisa hacia tu ventana.


Ahora ves mis senos redondos, firmes, rosados apuntando en centro de tu frente, mientras una pequeña gota de sudor, se desmaya en mi pecho, para luego caer al abismo. Sé que estás ahí, mirando en la plena oscuridad y me conecto con tu acalorada mente para disfrutar juntos. Estoy desnuda a tan sólo unos metros del jadeo de tu respiración. Es muy posible, que mañana, te animes a golpear mi puerta de una vez por todas. No olvides traer champagne”.


Al día siguiente Filiberto, a las nueve de la mañana llegó a la casa de Elizabeth a golpearle le puerta, ésta abrió, y cuál fue su sorpresa que, su imaginación estaba presente. Le hizo pasar y, sentar en un sofá, le brindó un café con galletas.


-Filiberto. Y, a usted cómo le va- preguntó Elizabeth-.


-Pues bien, porque todavía estoy vivo. Esta noche pasaste por mi camino y me tembló en el alma no sé qué afán, pero yo estoy consciente de mi destino que es mirarte de lejos y nada más- contestó Filiberto-.


-Que regio, ahora siendo palabra, mi imaginación, se volcará como un subterfugio de verdad-le contestó Elizabeth-.

Yo. Te rezo en la noche, te llamo, te grito, te abrazo con mis alas e imploro a mi destino que no te olvides de mí. Y te amo en mis lubricidades, en mis noches de encendidas de lunas y soles, todo en mi soledad, cuando duermo y te sueño-le dijo Filiberto a Elizabeth-.


-Desde aquí, con mi alma sedienta, mitigando mis deseos sibilinos te siento, te beso y te aguardo-profirió Elizabeth-.


-Te pareces a mi otoño solitario con muchas cruces encima, estirándote por el camino que nunca comienza, y nunca llega-le apuntó Filiberto-.


Entonces, ambos vecinos dialogantes, se decían: “Con nuestro secreto, más allá de la muerte, si hay más allá, porque en esa vida, si hay otra vida te miraré de lejos y nada más, todo es imaginación dentro de los pasillos y recovecos de la mente, que siempre es pensamiento relatista, cuentista”.


Y vino la copa de floreciente de finos licores, y la magia pensativa se esfumó, pero quedó el placer de esa realidad…inolvidable.!!! Y días posteriores continuaban viéndose casi diario. Pero, vino el destino tiempo, hizo de las suyas, y Elisabeth desapareció de la ciudad. Filiberto se puso como loquito buscándole, hasta que se enteró con el transcurrir de los meses que, ella se había ido a otra ciudad, como a 150 kilometros de distancia. Después, conforme el tiempo le dijeron había fallecido y antes de morir gesticuló: "siempre te amé Filin". Allá te espero para seguirte Amando.

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