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Este año de hartazgo electoral hemos podido ver y estamos viendo a algunos obispos que actúan como si de políticos ramplones se tratase, mientras tienen sus seminarios hechos unos zorros en donde se aburren hasta las telarañas porque por ahí no aparece desde hace años un seminarista ni por equivocación

Obispo a rezar

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Casi con toda seguridad no habrá ningún obispo que lea este artículo, lo cual no es para mí motivo de alivio, sino todo lo contrario, ya que pretendo expresar algo que quizá pudiera interesar a alguno de ellos.

Decía San Pablo a Timoteo que quien desea ser obispo, desea una cosa buena. El problema está en que hay no pocos que no saben que en aquellos años, ser obispo era casi equivalente a ser mártir porque suponía dar demasiado la cara por Cristo. Evidentemente, en ese contexto, era bueno desear ser obispo, porque equivalía a asumir con todas sus consecuencias la disposición de dar la vida por Cristo y por las almas.

Sin embargo, los tiempos que corren son otro cantar. Quizá estén pasados, y bien pasados estén, esos tiempos no tan lejanos en los que un obispo era un príncipe de la Iglesia, más príncipe que Iglesia, pero no faltan en los momentos actuales algunos ramalazos de esa pompa mundana que Cristo no quería para sus discípulos.

Quizá la mayoría de los actuales obispos españoles no se sienta hoy día como un obispo de hace cien años, pero a no pocos les da regusto ese coqueteo con las autoridades, hasta ser uno de ellos: autoridades civiles, militares, judiciales, eclesiásticas, etc. Es decir, que son conscientes, y les gusta, de que forman parte de un estamento, cada uno en su parcela, pero un estamento, de manera que dedican no poco tiempo a cuestiones de protocolo y actos sociales propios de quienes se mueven en un ámbito social de cierto nivel de importancia.

Claro que ese tiempo dedicado a esa vida social, bien lo podrían dedicar, por ejemplo, a confesar en una iglesia perdida de la diócesis. Con que confesaran solo a dos o tres penitentes en toda la tarde, ya habrían aprovechado mucho mejor el tiempo que en esas reuniones sociales.

Una característica de esta mentalidad estamental se puede observar en el interés por la política de algunos obispos españoles, que no saben distinguir la delgada línea roja que separa la Doctrina Social de la Iglesia de la intromisión del clero en la política, materia reservada a los laicos y en la que la Jerarquía debe abstenerse incluso de manifestar públicamente sus opciones personales, limitándose única y exclusivamente a señalar las líneas generales que la moral cristiana exige a todo aquel que quiera actuar conforme a la doctrina de Jesucristo.

Este año de hartazgo electoral hemos podido ver y estamos viendo a algunos obispos que actúan como si de políticos ramplones se tratase, mientras tienen sus seminarios hechos unos zorros en donde se aburren hasta las telarañas porque por ahí no aparece desde hace años un seminarista ni por equivocación.

Hace años había quien hablaba de crisis de identidad en el clero. Afortunadamente, pienso que esos tiempos han pasado, pero me parece que la mencionada crisis se ha trasladado a algunos obispos que parecen entenderse llamados a la vida de sociedad cuando a lo que han sido llamados es a algo tan sencillo como ser pastores de almas, de tal manera que el escaso tiempo de que dispone su vida tiene una óptima manera de ser aprovechado, que es dedicarlo a las almas, aunque para ello haya que mandar a tomar por culo un acto social.

No me extraña que haya enemigos de la Iglesia que la ataquen entendiendo que la Iglesia es poco menos que un organismo político de presión cuando hay obispos que les dan pie a ello con sus incursiones políticas con las que hacen un daño tremendo al desfigurar el rostro de la Esposa de Cristo y presentarla como si de un partido político se tratase.

“Obispos a rezar”, decía una pintada que vi hace años en la calle, escrita probablemente por algún anticlerical. Estoy de acuerdo con ella, aunque hay que completar la idea: Los obispos también han de hablar, han de orientar, han de pastorear, pero respetando esa línea roja de la Doctrina Social de la Iglesia. Por cierto, ¿los obispos españoles rezan?

Obispo a rezar

Este año de hartazgo electoral hemos podido ver y estamos viendo a algunos obispos que actúan como si de políticos ramplones se tratase, mientras tienen sus seminarios hechos unos zorros en donde se aburren hasta las telarañas porque por ahí no aparece desde hace años un seminarista ni por equivocación
Antonio Moya Somolinos
sábado, 17 de octubre de 2015, 09:47 h (CET)
Casi con toda seguridad no habrá ningún obispo que lea este artículo, lo cual no es para mí motivo de alivio, sino todo lo contrario, ya que pretendo expresar algo que quizá pudiera interesar a alguno de ellos.

Decía San Pablo a Timoteo que quien desea ser obispo, desea una cosa buena. El problema está en que hay no pocos que no saben que en aquellos años, ser obispo era casi equivalente a ser mártir porque suponía dar demasiado la cara por Cristo. Evidentemente, en ese contexto, era bueno desear ser obispo, porque equivalía a asumir con todas sus consecuencias la disposición de dar la vida por Cristo y por las almas.

Sin embargo, los tiempos que corren son otro cantar. Quizá estén pasados, y bien pasados estén, esos tiempos no tan lejanos en los que un obispo era un príncipe de la Iglesia, más príncipe que Iglesia, pero no faltan en los momentos actuales algunos ramalazos de esa pompa mundana que Cristo no quería para sus discípulos.

Quizá la mayoría de los actuales obispos españoles no se sienta hoy día como un obispo de hace cien años, pero a no pocos les da regusto ese coqueteo con las autoridades, hasta ser uno de ellos: autoridades civiles, militares, judiciales, eclesiásticas, etc. Es decir, que son conscientes, y les gusta, de que forman parte de un estamento, cada uno en su parcela, pero un estamento, de manera que dedican no poco tiempo a cuestiones de protocolo y actos sociales propios de quienes se mueven en un ámbito social de cierto nivel de importancia.

Claro que ese tiempo dedicado a esa vida social, bien lo podrían dedicar, por ejemplo, a confesar en una iglesia perdida de la diócesis. Con que confesaran solo a dos o tres penitentes en toda la tarde, ya habrían aprovechado mucho mejor el tiempo que en esas reuniones sociales.

Una característica de esta mentalidad estamental se puede observar en el interés por la política de algunos obispos españoles, que no saben distinguir la delgada línea roja que separa la Doctrina Social de la Iglesia de la intromisión del clero en la política, materia reservada a los laicos y en la que la Jerarquía debe abstenerse incluso de manifestar públicamente sus opciones personales, limitándose única y exclusivamente a señalar las líneas generales que la moral cristiana exige a todo aquel que quiera actuar conforme a la doctrina de Jesucristo.

Este año de hartazgo electoral hemos podido ver y estamos viendo a algunos obispos que actúan como si de políticos ramplones se tratase, mientras tienen sus seminarios hechos unos zorros en donde se aburren hasta las telarañas porque por ahí no aparece desde hace años un seminarista ni por equivocación.

Hace años había quien hablaba de crisis de identidad en el clero. Afortunadamente, pienso que esos tiempos han pasado, pero me parece que la mencionada crisis se ha trasladado a algunos obispos que parecen entenderse llamados a la vida de sociedad cuando a lo que han sido llamados es a algo tan sencillo como ser pastores de almas, de tal manera que el escaso tiempo de que dispone su vida tiene una óptima manera de ser aprovechado, que es dedicarlo a las almas, aunque para ello haya que mandar a tomar por culo un acto social.

No me extraña que haya enemigos de la Iglesia que la ataquen entendiendo que la Iglesia es poco menos que un organismo político de presión cuando hay obispos que les dan pie a ello con sus incursiones políticas con las que hacen un daño tremendo al desfigurar el rostro de la Esposa de Cristo y presentarla como si de un partido político se tratase.

“Obispos a rezar”, decía una pintada que vi hace años en la calle, escrita probablemente por algún anticlerical. Estoy de acuerdo con ella, aunque hay que completar la idea: Los obispos también han de hablar, han de orientar, han de pastorear, pero respetando esa línea roja de la Doctrina Social de la Iglesia. Por cierto, ¿los obispos españoles rezan?

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