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Quien lo practica demuestra que no acepta la democracia, aunque se le llene la boca de nombrarla

El "nonoísmo" de un palurdo

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A ningún español le es ajeno aquel tiempo en el que el cateto Pedro Sánchez, haciéndose el original que no es, llenó durante muchos meses lo del “no es no” en citas verbales (trascritas después en ríos de tinta) contra el indecente (según él) Mariano Rajoy. Demostró claramente este indocumentado, plagiador y embustero, que su única política era: “no hacer política propiamente dicha” sino torpedear al gobierno y comprar voluntades (algunas vergonzosas) para no atender a las sinceras peticiones de pacto que le hacía el entonces presidente del Gobierno, que -dicho sea de paso- aguantó a este indeseable un montón de ataques injustificados. 


¡Recuerdo especialmente la que montó cuando hubo una subida del 8% en la electricidad! Y ahora, fíjense en este detalle, al día de hoy (3-9-2021) el megavatio está a 147,57 euros. Al final del mandato de Rajoy, estaba a 57,47 euros. Ha subido por tanto en 90,10 euros, o lo que es lo mismo, un 156,77%. Y si comparamos la “cesta de la compra” la cuestión se pone incandescente. 


Analizando las cosas con racionalidad, sabemos sin ninguna duda que el “nonoísmo” es: 

Primero. Una forma de comportamiento tan cerrado, que de practicarlo mucha gente la industrialización iría todavía por el invento de la rueda. 

Segundo. Que quien lo practica demuestra que no acepta la democracia, aunque se le llene la boca de nombrarla y es un egoísta y enemigo de cualquier idea que no haya salido de su muy “atrofiada” cabeza. 


Si además ese “nonoísta”, se dedica a la política y no nos dice la cifra de los muertos por Covid que tenemos, y se apoya en proetarras, comunistas, separatistas, antimonárquicos y otras gentes poco fiables, se convierte en un auténtico dictador o, lo que es lo mismo, un enemigo de todo lo que pueda molestar a su perversa voluntad, sin importarle el daño que haga a los demás.


Si, por último, tiene un “agujero” en las dos manos, es capaz de arruinar a España para beneficiar a la ingente cantidad de “amigos de conveniencia” que tiene.

El "nonoísmo" de un palurdo

Quien lo practica demuestra que no acepta la democracia, aunque se le llene la boca de nombrarla
Gabriel Muñoz Cascos
martes, 7 de septiembre de 2021, 11:39 h (CET)

A ningún español le es ajeno aquel tiempo en el que el cateto Pedro Sánchez, haciéndose el original que no es, llenó durante muchos meses lo del “no es no” en citas verbales (trascritas después en ríos de tinta) contra el indecente (según él) Mariano Rajoy. Demostró claramente este indocumentado, plagiador y embustero, que su única política era: “no hacer política propiamente dicha” sino torpedear al gobierno y comprar voluntades (algunas vergonzosas) para no atender a las sinceras peticiones de pacto que le hacía el entonces presidente del Gobierno, que -dicho sea de paso- aguantó a este indeseable un montón de ataques injustificados. 


¡Recuerdo especialmente la que montó cuando hubo una subida del 8% en la electricidad! Y ahora, fíjense en este detalle, al día de hoy (3-9-2021) el megavatio está a 147,57 euros. Al final del mandato de Rajoy, estaba a 57,47 euros. Ha subido por tanto en 90,10 euros, o lo que es lo mismo, un 156,77%. Y si comparamos la “cesta de la compra” la cuestión se pone incandescente. 


Analizando las cosas con racionalidad, sabemos sin ninguna duda que el “nonoísmo” es: 

Primero. Una forma de comportamiento tan cerrado, que de practicarlo mucha gente la industrialización iría todavía por el invento de la rueda. 

Segundo. Que quien lo practica demuestra que no acepta la democracia, aunque se le llene la boca de nombrarla y es un egoísta y enemigo de cualquier idea que no haya salido de su muy “atrofiada” cabeza. 


Si además ese “nonoísta”, se dedica a la política y no nos dice la cifra de los muertos por Covid que tenemos, y se apoya en proetarras, comunistas, separatistas, antimonárquicos y otras gentes poco fiables, se convierte en un auténtico dictador o, lo que es lo mismo, un enemigo de todo lo que pueda molestar a su perversa voluntad, sin importarle el daño que haga a los demás.


Si, por último, tiene un “agujero” en las dos manos, es capaz de arruinar a España para beneficiar a la ingente cantidad de “amigos de conveniencia” que tiene.

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