Los generales romanos cuando volvían de sus batallas, y el Senado les concedía el Triunfo, no a todos, deberían de cumplir inexcusablemente con las siguientes condiciones:
-En la batalla deberían de haber perecido, como mínimo, cinco mil soldados enemigos. -Esta habría de ser el final de una campaña de guerra. -Dicha batalla tenía que resaltar la grandiosidad del Imperio Romano.
Mientras tanto el Senado aprobase tal ceremonia las legiones del vencedor, con su general al frente, tendrían que esperar al otro lado del río Rubicón ya que a ningún general le estaba permitido cruzarlo con su ejército en armas hasta que se le permitiese la entrada en Roma.
Prohibición que rompió César al volver triunfador de la Guerra de las Galias cuando atravesó este río que marcaba la frontera entre Italia y la Galia Cisalpina, diciendo la frase que se ha hecho famosa: “las tabas están echadas”.
Los romanos usaban como dados el hueso corto del pie que se sitúa en la aparte superior y central del tarso y se articula con la tibia y el peroné. Por sinécdoque taba se transformó en alea que significa suerte, de ahí “la suerte está echada”.
Bien, una vez otorgada la aquiescencia por el Senado, la ceremonia se convertía además de en un acto religioso, en un festival importante, pues el Triunphator, tenía que ir vestido con un manto color púrpura y la cara pintada de rojo emulando a Júpiter, pero, para que no se ensoberbeciera, ni se creyese un dios, en su mismo carro, iba un esclavo que sostenía sobre su cabeza la corona de laurel, al tiempo que le susurraba al oído: Memento mori!, “recuerda que has de morir”, “que eres mortal”.
En España no existen los esclavos para que cumplan tal función, pero a muchos de nuestros políticos debería de grabársele en el frontis de su despacho en grandes letras rojas esa frase o la siguiente del Apologético de Tertuliano: “réspice post te hominem te esse memento!”, “¡Mira tras de ti, hombre, recuerda que has de morir!”
Tampoco les vendría muy mal que la siguiente cuarteta, que se encontraba a la entrada de las ermitas de Córdoba, se colocase en la pared opuesta a la entrada de su despacho, para que siempre la tuviera presente:
Como me ves, yo me vi Como me ves te verás Piénsalo bien pecador Y no pecarás.
Tenemos un claro ejemplo en Pedro Sánchez, su grado de endiosamiento y egolatría no hay quien los supere. Por tal de hacerse famoso, cueste lo que cueste, es capaz de cualquier cosa. Solo se puede comparar con Eróstrato, quien para lograr la inmortalidad y ser recordado durante siglos, prendió fuego al templo de Diana de Éfeso.
Se considera un semidios que está en posesión de la verdad absoluta, mientras los demás estamos equivocados.
|