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¿Por qué la cultura despierta, cada vez más, el interés de los inversores? | |||
La rentabilidad económica es un elemento clave para justificar el crecimiento de las inversiones en el ámbito de la cultura | |||
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La sociedad, en general, parece cada vez más consciente de la importancia que tiene la cultura como patrimonio de un país y como representación de unos valores y forma de vida comunes. La cultura es un elemento clave para representar la sociedad, pero también para transformar la misma y añadir una mirada crítica y adelantada a su tiempo. Podríamos citar decenas de claves que explican en gran medida el auge inversor en el sector cultural, pero quizás las más interesantes son las que se muestran a continuación: Se considera que el sector de la cultura es el mayor originador y creador de nuevas iniciativas de contenidos que establecen nexos en la sociedad. El sector cultural, a través de sus diferentes disciplinas artísticas, permite a los inversores trasladar algunas de sus ideas respecto al funcionamiento de la sociedad o contenidos de moda. De esta forma pueden favorecer indirectamente la evolución de otros negocios que se influencian por los movimientos culturales y sociales. El resultado, una mayor creatividad y originalidad en el mundo de la cultura evitando que ideas realmente buenas se queden en un cajón por falta de inversiones. Muchos inversores y empresas apoyan el sector cultural económicamente porque se considera la vía más efectiva y directa para trasladar y dar a conocer una serie de valores que consideran beneficiosos para la sociedad. Valores como la libertad, la tolerancia, el respeto o la solidaridad son algunos de los más comunes. La promoción de valores favorece que los ciudadanos puedan acceder a contenidos culturales variados con multitud de puntos de vista diferentes en el tratamiento de problemáticas similares. Esto ayuda a desarrollar el espíritu crítico en la sociedad al poder contraponer diferentes valores sociales al consumir distintos elementos culturales (cine, teatro, literatura...). Los inversores también encuentran el sector cultural una vía para promover la realización personal de la sociedad en la que viven. Las personas necesitan desarrollar sus inquietudes y, mientras unos disfrutan con otro tipo de ocio como el deporte, otros ciudadanos necesitan consumir contenidos culturales. Esto ayuda a crear una sociedad más diversa y con más opciones de enriquecimiento y crecimiento personal. Además ayudan a incrementar la motivación en las personas y mejoran su estado de ánimo. Esto puede ser beneficioso para crear una sociedad más satisfecha y feliz, que incluso se puede traducir en un mayor consumo y crecimiento económico. La rentabilidad económica es un elemento clave para justificar el crecimiento de las inversiones en el ámbito de la cultura. Los proyectos culturales además de cultura pueden ser una excelente inversión para quienes desean conseguir una rentabilidad para su dinero. Los datos del sector cultural en España están en su mejor momento: el año 2019 fue el mejor año de la historia para la música en vivo, el sector de los videojuegos batió un nuevo récord de facturación, el sector editorial ha crecido gracias al empuje del libro en papel y Madrid se ha convertido en el "Broadway europeo" por su gran oferta de musicales. Datos que, sin duda, atraen cada vez más inversiones. |
Todo en Gaudí es providencial, tanto en su vida como en su obra, esta afirmación expresa el alma del arquitecto catalán Antonio Gaudí, cuya creación más emblemática es la Basílica de la Sagrada Familia en Barcelona, que es visitada anualmente por unos cinco millones de personas, convirtiéndose en el lugar más concurrido de esa capital española.
La irrupción de OFFF Barcelona supuso un antes y un después en el año 2001. Nunca antes se había organizado un festival que condensara las últimas tendencias en el ámbito de la creatividad, el arte y el diseño digital y a día de hoy continúa creciendo y abriendo camino como gran referente internacional. Los días 8, 9 y 10 de mayo se llevará a cabo su 25 edición en su ubicación habitual en el Disseny Hub Barcelona.
Su nombre real fue Erik Thorvaldsson, apodado Erik El Rojo, probablemente por el color de su cabello o su temperamento. Alrededor del 950 nace en Noruega, en Jæren. Su familia es exiliada por crímenes cometidos por su padre, Thorvald Asvaldsson.
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