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A finales del pasado mes se cumplían 75 años de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz, icono del horror y Gólgota contemporáneo, como lo denomino san Juan Pablo II durante su visita en 1979. Ya en 2006, Benedicto XVI alzó allí su grito conmovido al Cielo, preguntándose por el aparente silencio de Dios, que en realidad hablaba, elocuente, en cada una de las víctimas de la barbarie. Ante tal tragedia, como ha dicho el Papa Francisco en estos días, no cabe la indiferencia y la memoria es un deber.
La Historia no puede caer en tal error de nuevo, como ha recordado el Rey Felipe en la ceremonia de emocionado recuerdo a la que han asistido representantes de 40 países, y en la que el protagonismo lo han tenido las víctimas, supervivientes cargados de valor que han vuelto a cruzar las puertas del horror 75 años después.
Hay muchas formas de identificar a los acosadores en el entorno escolar, si la dirección y coordinación realmente prestan atención a sus alumnos podrán notar los cambios de comportamiento de algunos alumnos hacia ciertos profesores. Los acosadores suelen dejar huellas y pueden ser rastreados en el entorno escolar.
Los cimientos del posmodernismo se tambalearon en la edición más convulsa y polémica que se recuerda en toda la historia de Eurovisión. Todo el agitpro de Occidente dirigió sus esfuerzos a cancelar a Israel, ese pequeño oasis capitalista que aún pervive en Oriente Medio y trata de sojuzgar a la Palestina dominada por la organización terrorista Hamas.
Un error flagrante que se ha cometido en los sistemas de enseñanza-aprendizaje es el de haber sustituido al profesor por el alumno en el epicentro protagónico de dichos ámbitos. El pretender resarcir al docente de su ostracismo no ha de implicar perjuicio ninguno para el educando, el cual se vería aupado, de este modo, a un mayor privilegio, toda vez que dispondría, así, de verdaderos referentes en su proceso de formación.
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