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El odio es una enfermedad del alma que convierte en alimañas a los hombres

¿Por qué odiamos?

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¿Por qué odia el ser humano? ¿Se le puede combatir con leyes anti odio? NO. Las leyes anti odio tienen el efecto de amordazar a la disidencia sea en el campo que sea, ya que son censura a la libertad de pensamiento, libertad que es esencial en una sociedad democrática. Sin libertad de pensamiento las naciones se convierten en sociedades de borregos porque paraliza el pensamiento constructivo. El pensamiento único es nefasto.

El odio es una fuerza destructiva muy poderosa. A lo largo de la historia ha sido el promotor de extremismos repugnantes como la expulsión de judíos y mahometanos de España. La implantación del Tribunal de la Santa Inquisición dedicado a perseguir herejes, personas cuya fe y pensamiento no coincidía con las de las autoridades religiosas y políticas. La razón de Estado que impulsó la persecución del pensamiento único fue nefasta y sus consecuencias han llegado hasta nuestros días. Pero el odio no quedó circunscrito en la España de los siglos XV y XVI.

En épocas posteriores se ha pretendido implantar uniformismo cultural, religioso y político con diversos tipos de represión que va desde la violencia declarada a la ejercida con guante de seda. A la violencia del Estado se debe añadir la que se ejerce en el ámbito social como es la machista y el acoso en la red.

Está anunciado que el 13 de octubre saldrá en la pequeña pantalla Why we ate (por qué odiamos), serie que consta de seis entregas con el propósito de que “si las personas empiezan a comprender sus mentes podrán encontrar maneras de combatir el odio y evitar que se propague. Why we ate “quiere documentar lo que está pasando: es una investigación, un intento de entender por qué odiamos, a través de la ciencia y a través de la comprensión de nuestra condición humana. El odio está en nuestro ADN. Si entendemos por qué actuamos de la manera como lo hacemos, podremos cambiar la manera d proceder. Esto es lo único que somos capaces de hacer como seres humanos”. Why we ate tiene el propósito: “Basándose en el periodismo de vanguardia, en investigaciones históricas y en una innovadora investigación psicológica, biológica y en la neurociencia Why we ate traza la base evolutiva del odio y el poderoso impacto que ejerce en los individuos y en las sociedades a lo largo de la historia”.

Me temo que Why we ate no conseguirá que la población en general entienda por qué se odia. Podrá documentar las manifestaciones del odio con todo lujo de detalles y poner ante los ojos de los telespectadores su crueldad. Podrá visualizar sus efectos. Informar de lo que hace. Será incapaz de hacerlo comprender a las personas que sigan su proyección. El odio es una manifestación espiritual del hombre. Aquí, ni las investigaciones sicológicas, ni la biología, ni la neurociencia pueden hacer nada. Es un espacio que les está prohibida la entrada.


El odio es una manifestación del pecado. No se le puede combatir directamente, como tampoco con la mentira, ni las pasiones que nos impulsan a cometer barbaridades, un día sí y otro también. Son noticias casi diarias las violaciones en manada. ¿Se puede explicar este comportamiento sin que se crea lo que dice la Biblia que el hombre es pecador? No será el médico de un CAP que redactará la receta sanadora. Ni el más experto neurólogo extirpará el odio que almacena la mente. Solamente existe una Persona que puede conseguir la curación: Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios encarnado muriendo en la cruz para deshacer la obra del Maligno.


Estoy de acuerdo en que se pueden tener malos recuerdos de la religión por propia experiencia o por las noticias repulsivas que con cierta frecuencia nos transmiten los medios de comunicación: la pederastia eclesiástica. No debemos confundir la gimnasia con la magnesia. Estas personas que cometen maldades tan horripilantes son cristianas porque han nacido en un país que se declara cristiano. Si hubiesen nacido en la India serían budistas. Musulmanas si lo hubieran hecho en un país dominado por el Corán. El hábito no hace al monje. Ser cristiano es mucho más que el aspecto externo de una persona. Por eso, no debe confundirse una cosa con otra. Si se desconoce esa diferenciación es muy posible que no se quiera saber nada de Jesús que es blasfemado por el comportamiento indigno de algunos que se dicen ser sus representantes en la Tierra.

Si el lector se ha despojado del prejuicio contra Jesús, crea en Él. Confiésele su pecado de odio y descubrirá como este sentimiento desaparecerá. Comprobará que el vacío dejado es llenado por el amor de Dios que hace que las relaciones sociales sean más harmoniosas. En los políticos, los elegidos por el pueblo en las urnas, se comportan bochornosamente. Sus palabras son incendiarias y de efectos devastadores. Santiago nos revela la procedencia tan chapucero lenguaje: “Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes coas. He aquí cuán grande bosque enciende un pequeño fuego. Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno” (Santiago 3: 5,6). El odio es diabólico.

¿Por qué odiamos?

El odio es una enfermedad del alma que convierte en alimañas a los hombres
Octavi Pereña
lunes, 16 de septiembre de 2019, 12:10 h (CET)

¿Por qué odia el ser humano? ¿Se le puede combatir con leyes anti odio? NO. Las leyes anti odio tienen el efecto de amordazar a la disidencia sea en el campo que sea, ya que son censura a la libertad de pensamiento, libertad que es esencial en una sociedad democrática. Sin libertad de pensamiento las naciones se convierten en sociedades de borregos porque paraliza el pensamiento constructivo. El pensamiento único es nefasto.

El odio es una fuerza destructiva muy poderosa. A lo largo de la historia ha sido el promotor de extremismos repugnantes como la expulsión de judíos y mahometanos de España. La implantación del Tribunal de la Santa Inquisición dedicado a perseguir herejes, personas cuya fe y pensamiento no coincidía con las de las autoridades religiosas y políticas. La razón de Estado que impulsó la persecución del pensamiento único fue nefasta y sus consecuencias han llegado hasta nuestros días. Pero el odio no quedó circunscrito en la España de los siglos XV y XVI.

En épocas posteriores se ha pretendido implantar uniformismo cultural, religioso y político con diversos tipos de represión que va desde la violencia declarada a la ejercida con guante de seda. A la violencia del Estado se debe añadir la que se ejerce en el ámbito social como es la machista y el acoso en la red.

Está anunciado que el 13 de octubre saldrá en la pequeña pantalla Why we ate (por qué odiamos), serie que consta de seis entregas con el propósito de que “si las personas empiezan a comprender sus mentes podrán encontrar maneras de combatir el odio y evitar que se propague. Why we ate “quiere documentar lo que está pasando: es una investigación, un intento de entender por qué odiamos, a través de la ciencia y a través de la comprensión de nuestra condición humana. El odio está en nuestro ADN. Si entendemos por qué actuamos de la manera como lo hacemos, podremos cambiar la manera d proceder. Esto es lo único que somos capaces de hacer como seres humanos”. Why we ate tiene el propósito: “Basándose en el periodismo de vanguardia, en investigaciones históricas y en una innovadora investigación psicológica, biológica y en la neurociencia Why we ate traza la base evolutiva del odio y el poderoso impacto que ejerce en los individuos y en las sociedades a lo largo de la historia”.

Me temo que Why we ate no conseguirá que la población en general entienda por qué se odia. Podrá documentar las manifestaciones del odio con todo lujo de detalles y poner ante los ojos de los telespectadores su crueldad. Podrá visualizar sus efectos. Informar de lo que hace. Será incapaz de hacerlo comprender a las personas que sigan su proyección. El odio es una manifestación espiritual del hombre. Aquí, ni las investigaciones sicológicas, ni la biología, ni la neurociencia pueden hacer nada. Es un espacio que les está prohibida la entrada.


El odio es una manifestación del pecado. No se le puede combatir directamente, como tampoco con la mentira, ni las pasiones que nos impulsan a cometer barbaridades, un día sí y otro también. Son noticias casi diarias las violaciones en manada. ¿Se puede explicar este comportamiento sin que se crea lo que dice la Biblia que el hombre es pecador? No será el médico de un CAP que redactará la receta sanadora. Ni el más experto neurólogo extirpará el odio que almacena la mente. Solamente existe una Persona que puede conseguir la curación: Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios encarnado muriendo en la cruz para deshacer la obra del Maligno.


Estoy de acuerdo en que se pueden tener malos recuerdos de la religión por propia experiencia o por las noticias repulsivas que con cierta frecuencia nos transmiten los medios de comunicación: la pederastia eclesiástica. No debemos confundir la gimnasia con la magnesia. Estas personas que cometen maldades tan horripilantes son cristianas porque han nacido en un país que se declara cristiano. Si hubiesen nacido en la India serían budistas. Musulmanas si lo hubieran hecho en un país dominado por el Corán. El hábito no hace al monje. Ser cristiano es mucho más que el aspecto externo de una persona. Por eso, no debe confundirse una cosa con otra. Si se desconoce esa diferenciación es muy posible que no se quiera saber nada de Jesús que es blasfemado por el comportamiento indigno de algunos que se dicen ser sus representantes en la Tierra.

Si el lector se ha despojado del prejuicio contra Jesús, crea en Él. Confiésele su pecado de odio y descubrirá como este sentimiento desaparecerá. Comprobará que el vacío dejado es llenado por el amor de Dios que hace que las relaciones sociales sean más harmoniosas. En los políticos, los elegidos por el pueblo en las urnas, se comportan bochornosamente. Sus palabras son incendiarias y de efectos devastadores. Santiago nos revela la procedencia tan chapucero lenguaje: “Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes coas. He aquí cuán grande bosque enciende un pequeño fuego. Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno” (Santiago 3: 5,6). El odio es diabólico.

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