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La feria de las vanidades

Como en aquella novela de W. Thackeray, que fue publicada por entregas, la feria de Málaga cada día “nos trae su afán”
Manuel Montes Cleries
jueves, 22 de agosto de 2019, 11:12 h (CET)

Los que vivimos la feria en la distancia –a través de los medios de comunicación- podemos observar la aparición de nuevos y, reiteradamente, los mismos, personajes, que se asoman al recuadro mágico de las fotos y los objetivos de las cámaras. Son esos personajes o personajillos que aparecen por detrás de aquellos interlocutores que están contestando a preguntas sin respuesta y saliendo en la foto para demostrar que están allí. Esperando la caída del de delante para ocupar el puesto.

Las cámaras no engañan. Recogen al que se pone de perfil para evitar que se conozca si va o viene; al que busca la entrevista para que vean que se encuentra en “la pomada” y al que quiere ser muerto en el entierro y niño en el bautizo.

Sacan carnets del fútbol, no se pierden una corrida y se presentan en cuantos eventos ocurran. Sean del tipo que sea.


Al cabo de los años, ves que desaparecen del escenario, no van a la caseta de Sur y se les quitan las ganas de feria. Todo vuelve a la normalidad y se apean –o los apean- del carrusel de las vanidades.

Mientras, el Mediterráneo sigue siendo cualquier cosa menos el “Mare Nostrum”. Un par de barcos –amén de infinidad de pateras- cruzan sus aguas en búsqueda de una Europa salvadora que no les quiere. Ya no sabemos a que carta quedarnos. A mí, personalmente, me gustaría conocer a fondo que ideas mueven a los barcos humanitarios, los gobiernos de los países ribereños y las mafias que manejan estos pobres africanos, una vez más zarandeados por los “países avanzados”. Al final todo “huele a podrido”. Es decir a “dinerito”.

En fin, la feria mas larga de la historia se cerrará en un par de días y la gente volverá a sus obligaciones habituales, los políticos se incorporarán a sus puestos de una puñetera vez y alguien organizará un evento -con su “photocall” o no- en el que asomar la jeta en primer plano o asomándose por detrás. Mientras, nosotros, los mayores, seguiremos cuidando nietos, dando consejos que nadie escucha e intentando evangelizar con la Buena noticia. Cosas veredes. El carrusel sigue girando.

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La vida, sobre todo cuando se dilata por el transcurso de los años, te somete a momentos en las que tienes que hacer de tripas corazón, asumirlos con dignidad o rendirte. También con una buena dosis de dignidad. El encuentro con las diversas situaciones de tu vida van deteriorando tu capacidad de encaje, entonces te llega el momento en que te planteas si vale la pena seguir luchando o dejarte llevar por la corriente que te rodea y vivir en paz el presente. Pero sin futuro.

En un tiempo donde lo que se aparenta muchas veces vale más que lo que se es, hay quienes han hecho del estatus su escudo, del apellido su bandera y del dinero un pedestal desde el que miran al resto, como si el mundo fuese un teatro de castas en el que ellos, por supuesto, ocupan siempre el primer plano. Es el culto a la vanidad, esa enfermedad silenciosa del alma que disfraza la humildad de altivez.

He de aclarar que, si alguna vez alguien me quiere envenenar, que no lo intente con una manzana. Prefiero el bizcocho de chocolate o las chocolatinas de menta, tal vez un trozo de pizza de pepperoni o unas sabrosas cigalas, pero una manzana, lo que se dice una manzana… no.

 
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