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“Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto”. George C. Lichtenberg

Carmen Calvo, la Goebbels de Sánchez, experta en repartir responsabilidades

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Es evidente que la sesión de investidura del día 25 no parece que saliera tal y como tenía previsto el PSOE del señor Sánchez. Seguramente ya tenían previsto dejar fuera de combate al señor Pablo Iglesias, un presunto aliado para formar un gobierno de “progreso” pero, sin duda alguna, que se había convertido en un molesto compañero de viaje para una legislatura que se preveía, al menos lo pensaba así el líder del PSOE, larga y con problemas sobrevenidos que, seguramente, necesitaban de mayor libertad de movimiento para un gobierno socialista, algo que, con ministros de Podemos o con miembros de dicha formación política en puestos clave de la Administración, les podía suponer un freno, una molestia o, incluso, un motivo de fricción si respecto a la decisión a tomar existieran opiniones opuestas o contradictorias.


Seguramente no contaron con la contundencia con la que Pablo Iglesias respondió a la prohibición personal de admitirle en un futuro gobierno del PSOE, retirándose de la primera fila de Juntas Podemos para dejar paso a algunas de sus segundas figuras en el partido para que, de esta manera, dejar sin fundamentos las objeciones que el PSOE pudiera tener para rechazarle a él como aspirante a un ministerio o vicepresidencia del nuevo gobierno socialista. Con prisas, los socialistas tuvieron que encontrar nuevos motivos para evitar que Podemos se instalase en alguno de los puestos que, dicho partido, venía reclamando después de que hubieran renunciado a sus primeras exigencias que les fueron vetadas por los negociadores socialistas. El remate, que los cogió a Sánchez y a su equipo con el pie cambiado, fue cuando, en plena sesión parlamentaria, Pablo Iglesias en lo que para muchos constituía el colmo de la humillación, casi como una súplica, lanzó su última oferta en la que rebajaba sus pretensiones previas y que, a ojos del resto de la Cámara, era la rendición sin condiciones de Podemos para intentar salvar y salvarse, de lo que para ellos significaba el tener que afrontar unas nuevas elecciones, que estaban dispuestos a evitar costase lo que costase.


No tuvieron éxito, como no lo hubieran tenido desde el momento en el que el fracaso de la negociadora Carmen Calvo había agotado la paciencia de Sánchez, de modo que ya tenían decidido que iban a descargarse del lastre de Podemos cualquiera que fueran sus últimas ofertas. Pero la jugada de Iglesias llevaba dinamita y ponía al partido socialista en la tesitura de tener que rechazar la oferta, aparentemente aceptable, de Podemos; con lo cual asumía el riesgo de aparecer ante el resto de la Cámara con aquel miembro intransigente que, por orgullo o por otros fines ocultos, prescindía de su mayor posibilidad de formar un gobierno cuando el tiempo amenazaba con echarse encima y se tuviera que acudir a lo que, una parte importante del Parlamento de la nación, no deseaba que se produjese: unas nuevas elecciones.


Pero, el que Sánchez decidiera romper, al parecer definitivamente, según las últimas declaraciones de la señora vicepresidenta, con los comunistas bolivarianos de Pablo Iglesias, no significa que el secretario general del PSOE no tuviera preparado un plan B, como último recurso que pudiera llevarse a cabo, en un último intento de salvar la formación de un gobierno socialista, aunque para ello tuviera que dar un giro de 180º para intentar forzar a los partidos que votaron no a la investidura, para que cambiaran el sentido de su voto, por el de abstención, lo que le permitiría al partido socialista formar un gobierno en minoría, con sus 123 escaños y el apoyo del de Cantabria. Hete aquí la casi nula atención que le dirigieron al partido del señor Casado, que se puede decir que estuvo de convidado de piedra en una sesión en la que, tradicionalmente, le hubiera cabido una participación importante en la batalla que, en el caso que nos ocupa, quedó reservada al resto de partidos de izquierda y a los nacionalistas catalanes y vascos.


Cierto que se volvió a tachar a Ciudadanos y PP de irresponsabilidad, de no preocuparse por los españoles y por España (exactamente lo mismo que les pidió el señor Rajoy, cuando se vio obligado a renunciar ante el Rey a ser designado candidato, teniendo 123 escaños a su favor, por tener falta de los apoyos necesarios para aspirar a la investidura). El señor Sánchez, por entonces, con el cinismo que le caracteriza, rechazó de aplano dar el respaldo solicitado, cuando dijo aquello de: ¿Qué parte del no es no es la que no han entendido?), con el peregrino argumento de que, por “patriotismo” la oposición debería colaborar con el partido mayoritario, permitiéndole formar gobierno y comprometiéndose a apoyarlo sin que, por parte de quienes pidieran el apoyo, se tomaran en cuenta las demandas de acuerdos en temas fundamentales que pudieran presentarse durante la legislatura, para poder conceder el apoyo solicitado.


La señora Calvo, seguramente está convencida de que, porque ella lo pida, lo exija o porque crea que su partido es capaz de solucionar los problemas económicos con las medidas que ya ha tomado y con las que tiene pensado tomar, sin poner en peligro la estabilidad, el incremento desmesurado de la deuda pública o las economías de los ciudadanos españoles; medidas que significaran un aumento desproporcionado de la presión fiscal, que ya se nos ha anunciado, para poder poner en práctica medidas de tipo social que es evidente que van a significar un antes y un después a la política sensata que los anteriores gobiernos llevaron a cabo, siempre respetando las posibilidades reales de la nación y los derechos básicos de los ciudadanos les sean respetados, acatando el mandato constitucional. Lo mismo que, el derecho de todos los españoles a la propiedad privada y a su disfrute, sin estar sometida al intervencionismo estatal, propio de los países en los que existen gobiernos filocomunistas o dictatoriales en los que, los derechos del ciudadano, brillan por su ausencia.


Seguramente, durante el espacio de dos meses que les quedan a los políticos para proponer una nueva investidura, con el mismo o con distinto candidato, la señora Calvo va a intentar convencer a los partidos de la oposición de derechas o de centro derecha para que, “en bien de la nación española” permitan que el candidato del PSOE, señor Pedro Sánchez, se presente y, en este caso, que tanto Ciudadanos como, el PP ( ya no me atrevo a incluir a VOX en este contubernio), se abstuvieran de modo que, en segunda votación, se consiguiera la mayoría de síes respecto al número de noes. Una votación escandalosa en la que, si se repetían las abstenciones que tuvieron lugar en la votación del día 25, más las de los dos partidos de derechas, se produciría la verdadera mayoría, seguramente nunca vista, del número de las abstenciones.


En realidad, este tipo de memoria selectiva de los políticos, esta facilidad de olvidarse, por ejemplo, de que el gran causante de que España esté pasando, desde el inicio de la crisis, por una situación extraordinaria que casi la condujo a la quiebra soberana (de la que tuvo que sacarla el PP) fue un socialista, el señor J.L. Rodríguez Zapatero. Los responsables de la situación actual, de la inestabilidad política del país, del peligro de que, por primera vez desde que finalizó la Guerra Civil española, podamos llegar a tener un gobierno en el que haya comunistas, sin duda alguna, se debe a la búsqueda de apoyos del señor Sánchez, no sólo en los comunistas bolivarianos, sino en los propios soberanistas catalanes, que buscan descaradamente la independencia de la nación española. No hay que buscar, señora Calvo, responsabilidades en quienes, en modo alguno, están obligados a facilitarles a ustedes alcanzar el gobierno, porque su función es la de hacer oposición a su gobierno y no facilitar que lo constituyan.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos parecen fuera de lugar, una falta absoluta de vergüenza y la demostración de que, para el equipo de Sánchez, no existe ética alguna ni, tan siquiera, un mínimo de sentido común cuando pretenden engañar a los ciudadanos mintiendo abiertamente, olvidándose de que ellos, que ahora pretenden presentarse como salvadores de la patria, fueron los causantes directos de que España haya pasado por la situación dramática que se vio obligada a soportar y que, sólo gracias a la afortunada intervención del PP del señor Rajoy consiguió, detener el rescate al que estábamos abocados y sacar al país de la amenaza de caer en quiebra soberana. Pero parece ser, que para la señora vicepresidenta, Carmen Calvo, la historia ha comenzado a partir de la moción de censura contra el señor Rajoy, y todo lo que existió antes de aquel acto, ya no forma parte de lo que, su lucidez intelectual, consigue recordar o… ¿ es que prefiere no hacerlo?

Carmen Calvo, la Goebbels de Sánchez, experta en repartir responsabilidades

“Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto”. George C. Lichtenberg
Miguel Massanet
sábado, 27 de julio de 2019, 09:40 h (CET)

Es evidente que la sesión de investidura del día 25 no parece que saliera tal y como tenía previsto el PSOE del señor Sánchez. Seguramente ya tenían previsto dejar fuera de combate al señor Pablo Iglesias, un presunto aliado para formar un gobierno de “progreso” pero, sin duda alguna, que se había convertido en un molesto compañero de viaje para una legislatura que se preveía, al menos lo pensaba así el líder del PSOE, larga y con problemas sobrevenidos que, seguramente, necesitaban de mayor libertad de movimiento para un gobierno socialista, algo que, con ministros de Podemos o con miembros de dicha formación política en puestos clave de la Administración, les podía suponer un freno, una molestia o, incluso, un motivo de fricción si respecto a la decisión a tomar existieran opiniones opuestas o contradictorias.


Seguramente no contaron con la contundencia con la que Pablo Iglesias respondió a la prohibición personal de admitirle en un futuro gobierno del PSOE, retirándose de la primera fila de Juntas Podemos para dejar paso a algunas de sus segundas figuras en el partido para que, de esta manera, dejar sin fundamentos las objeciones que el PSOE pudiera tener para rechazarle a él como aspirante a un ministerio o vicepresidencia del nuevo gobierno socialista. Con prisas, los socialistas tuvieron que encontrar nuevos motivos para evitar que Podemos se instalase en alguno de los puestos que, dicho partido, venía reclamando después de que hubieran renunciado a sus primeras exigencias que les fueron vetadas por los negociadores socialistas. El remate, que los cogió a Sánchez y a su equipo con el pie cambiado, fue cuando, en plena sesión parlamentaria, Pablo Iglesias en lo que para muchos constituía el colmo de la humillación, casi como una súplica, lanzó su última oferta en la que rebajaba sus pretensiones previas y que, a ojos del resto de la Cámara, era la rendición sin condiciones de Podemos para intentar salvar y salvarse, de lo que para ellos significaba el tener que afrontar unas nuevas elecciones, que estaban dispuestos a evitar costase lo que costase.


No tuvieron éxito, como no lo hubieran tenido desde el momento en el que el fracaso de la negociadora Carmen Calvo había agotado la paciencia de Sánchez, de modo que ya tenían decidido que iban a descargarse del lastre de Podemos cualquiera que fueran sus últimas ofertas. Pero la jugada de Iglesias llevaba dinamita y ponía al partido socialista en la tesitura de tener que rechazar la oferta, aparentemente aceptable, de Podemos; con lo cual asumía el riesgo de aparecer ante el resto de la Cámara con aquel miembro intransigente que, por orgullo o por otros fines ocultos, prescindía de su mayor posibilidad de formar un gobierno cuando el tiempo amenazaba con echarse encima y se tuviera que acudir a lo que, una parte importante del Parlamento de la nación, no deseaba que se produjese: unas nuevas elecciones.


Pero, el que Sánchez decidiera romper, al parecer definitivamente, según las últimas declaraciones de la señora vicepresidenta, con los comunistas bolivarianos de Pablo Iglesias, no significa que el secretario general del PSOE no tuviera preparado un plan B, como último recurso que pudiera llevarse a cabo, en un último intento de salvar la formación de un gobierno socialista, aunque para ello tuviera que dar un giro de 180º para intentar forzar a los partidos que votaron no a la investidura, para que cambiaran el sentido de su voto, por el de abstención, lo que le permitiría al partido socialista formar un gobierno en minoría, con sus 123 escaños y el apoyo del de Cantabria. Hete aquí la casi nula atención que le dirigieron al partido del señor Casado, que se puede decir que estuvo de convidado de piedra en una sesión en la que, tradicionalmente, le hubiera cabido una participación importante en la batalla que, en el caso que nos ocupa, quedó reservada al resto de partidos de izquierda y a los nacionalistas catalanes y vascos.


Cierto que se volvió a tachar a Ciudadanos y PP de irresponsabilidad, de no preocuparse por los españoles y por España (exactamente lo mismo que les pidió el señor Rajoy, cuando se vio obligado a renunciar ante el Rey a ser designado candidato, teniendo 123 escaños a su favor, por tener falta de los apoyos necesarios para aspirar a la investidura). El señor Sánchez, por entonces, con el cinismo que le caracteriza, rechazó de aplano dar el respaldo solicitado, cuando dijo aquello de: ¿Qué parte del no es no es la que no han entendido?), con el peregrino argumento de que, por “patriotismo” la oposición debería colaborar con el partido mayoritario, permitiéndole formar gobierno y comprometiéndose a apoyarlo sin que, por parte de quienes pidieran el apoyo, se tomaran en cuenta las demandas de acuerdos en temas fundamentales que pudieran presentarse durante la legislatura, para poder conceder el apoyo solicitado.


La señora Calvo, seguramente está convencida de que, porque ella lo pida, lo exija o porque crea que su partido es capaz de solucionar los problemas económicos con las medidas que ya ha tomado y con las que tiene pensado tomar, sin poner en peligro la estabilidad, el incremento desmesurado de la deuda pública o las economías de los ciudadanos españoles; medidas que significaran un aumento desproporcionado de la presión fiscal, que ya se nos ha anunciado, para poder poner en práctica medidas de tipo social que es evidente que van a significar un antes y un después a la política sensata que los anteriores gobiernos llevaron a cabo, siempre respetando las posibilidades reales de la nación y los derechos básicos de los ciudadanos les sean respetados, acatando el mandato constitucional. Lo mismo que, el derecho de todos los españoles a la propiedad privada y a su disfrute, sin estar sometida al intervencionismo estatal, propio de los países en los que existen gobiernos filocomunistas o dictatoriales en los que, los derechos del ciudadano, brillan por su ausencia.


Seguramente, durante el espacio de dos meses que les quedan a los políticos para proponer una nueva investidura, con el mismo o con distinto candidato, la señora Calvo va a intentar convencer a los partidos de la oposición de derechas o de centro derecha para que, “en bien de la nación española” permitan que el candidato del PSOE, señor Pedro Sánchez, se presente y, en este caso, que tanto Ciudadanos como, el PP ( ya no me atrevo a incluir a VOX en este contubernio), se abstuvieran de modo que, en segunda votación, se consiguiera la mayoría de síes respecto al número de noes. Una votación escandalosa en la que, si se repetían las abstenciones que tuvieron lugar en la votación del día 25, más las de los dos partidos de derechas, se produciría la verdadera mayoría, seguramente nunca vista, del número de las abstenciones.


En realidad, este tipo de memoria selectiva de los políticos, esta facilidad de olvidarse, por ejemplo, de que el gran causante de que España esté pasando, desde el inicio de la crisis, por una situación extraordinaria que casi la condujo a la quiebra soberana (de la que tuvo que sacarla el PP) fue un socialista, el señor J.L. Rodríguez Zapatero. Los responsables de la situación actual, de la inestabilidad política del país, del peligro de que, por primera vez desde que finalizó la Guerra Civil española, podamos llegar a tener un gobierno en el que haya comunistas, sin duda alguna, se debe a la búsqueda de apoyos del señor Sánchez, no sólo en los comunistas bolivarianos, sino en los propios soberanistas catalanes, que buscan descaradamente la independencia de la nación española. No hay que buscar, señora Calvo, responsabilidades en quienes, en modo alguno, están obligados a facilitarles a ustedes alcanzar el gobierno, porque su función es la de hacer oposición a su gobierno y no facilitar que lo constituyan.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos parecen fuera de lugar, una falta absoluta de vergüenza y la demostración de que, para el equipo de Sánchez, no existe ética alguna ni, tan siquiera, un mínimo de sentido común cuando pretenden engañar a los ciudadanos mintiendo abiertamente, olvidándose de que ellos, que ahora pretenden presentarse como salvadores de la patria, fueron los causantes directos de que España haya pasado por la situación dramática que se vio obligada a soportar y que, sólo gracias a la afortunada intervención del PP del señor Rajoy consiguió, detener el rescate al que estábamos abocados y sacar al país de la amenaza de caer en quiebra soberana. Pero parece ser, que para la señora vicepresidenta, Carmen Calvo, la historia ha comenzado a partir de la moción de censura contra el señor Rajoy, y todo lo que existió antes de aquel acto, ya no forma parte de lo que, su lucidez intelectual, consigue recordar o… ¿ es que prefiere no hacerlo?

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