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Los padres sobreprotectores suelen considerarse muy buenos padres. En una viñeta de Rudy Pali se ve como una mamá le está haciendo los deberes a su hijito, que consisten en escribir en una pizarra 40 veces la frase “debo aprender a hacer las cosas solito”. Cuando llega a la 39 la mamá le entrega la tiza al niño mientras le dice: “¡Toma, la última escríbela tú!”
Donde mejor encaja la educación liberal es en el estilo paterno permisivo, que se basa en la transigencia: hay afecto pero no control y exigencia; casi todo está permitido; no se establecen normas de conducta ni límites. Los hijos rehúyen el esfuerzo, lo que genera malos resultados escolares.
El estilo autoritativo o democrático (nada que ver con el autoritario), está considerado por los expertos como el mejor, porque combina la exigencia con la persuasión; se marcan límites al comportamiento de los hijos pero en un clima participativo y estimulante; favorece la libertad responsable y crea una elevada motivación de logro.
“Estamos ante una cadena de irresponsabilidades. De cierta prensa que alimenta la información con meros bulos, de cierta oposición que lo aprovecha todo, de ciertos sindicatos que no lo son y de ciertos jueces que se apuntan a un bombardeo”. A este breve fragmento, le iría bien, este título: “Hay muchos irresponsables, Sánchez también”.
En este Año Jubilar vallisoletano del Sagrado Corazón, evoco esta afirmación del cardenal Blázquez, referidas a Jesús: “En su Corazón reverbera el Amor del Padre” (Fiesta de la Misericordia, 2016). Jesús dijo al Apóstol Felipe: “Quien me ve a mí, ve al Padre”. Dios es Amor y se manifiesta en el Corazón de Jesús, un horno encendido de ese amor infinito y Todopoderoso.
La llamada maternidad subrogada es una expresión del yo posmoderno, que entiende la vida como un derecho a la carta. Las cifras de suicidio, disparadas especialmente en España, son muestra de un fracaso colectivo que hunde sus raíces en un nihilismo y en un relativismo que no encuentran más salida que desistir de la vida.
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