Este filme fue estrenado en el año 2007 y cuenta con una excelente dirección e interpretación. Pero a mí, lo que más me interesa es el mensaje que dimana de la misma: la diferencia que hay entre contemplar el paisaje y los avatares de una zona minera asturiana, vistos desde el puñetero suelo y la altura de miras que proporciona una torre por pequeña que sea.
Al final de la película, los protagonistas descubren que el esfuerzo común por conseguir una atalaya desde donde observar al alrededor, sin prejuicios ni ataduras, les permite afrontar el futuro con esperanza y dignidad. Por otra parte el matrimonio mayor, roto por los años y el alcohol, descubre su revivir desde el dialogo y la aceptación.
Llevado a nuestras vidas, este filme me ha permitido entender los últimos años de mi amigo Valentín. Sí, ese héroe del que yo comentaba su enfermedad terminal, su operación y su actitud vital hasta el último momento. Se nos fue el pasado sábado. Mejor dicho: subió su último escalón hasta el Padre este fin de semana.
Juntos habíamos trepado por los escalones de la vida con minúsculas y la Vida con mayúsculas. Juntos habíamos llevado la Palabra de Dios allí a donde se nos había indicado. Juntos lloramos la muerte de Maribel. Juntos hacíamos el teatro de ficción y luchábamos por un escenario de la vida más feliz para todos. Estuve junto a él en el primer cursillo de cristiandad, en decenas de ellos y en el último que vivimos juntos.
Me ha adelantado en el último tramo de su torre. Tenía prisa y necesidad de llegar. Desde allí ve la dimensión de la vida en su totalidad. Lo interesante del tema estriba en que a medida que se construye y se suben escalones, nuestro metro cuadrado se va ampliando hasta ver las cosas y las situaciones en su perspectiva real.
Desde ese último escalón ¡Sí que se ve la vida DE COLORES! Descansa en paz, amigo, hermano.
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