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Martín Cid

Deshojando la margarita: huelga sí, huelga no

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Parecen sumidos ustedes, fieles trabajadores, en un gran dilema moral por parte de los sindicatos: secundar o no la huelga del próximo día 29. Eso parece a un nivel mediático, eso parece cuando leemos algún periódico (da igual el tinte político del diario), eso parece cuando miramos algún programa de televisión y eso parece porque, precisamente, no hay dilema alguno. Les intentaré explicar por qué.

Parece que las instituciones han caído en un error básico: tocar el bolsillo de los contribuyentes y aplicar presiones fiscales que el ciudadano de a pie muy difícilmente puede sostener para así paliar la falta de recaudación que el Gobierno tiene (a consecuencia precisamente de la crisis económica). Así, los trabajadores se ven en la obligación de pagar más y más impuestos para sostener una situación que parece insostenible y a la que no se le ve fin desde el punto de vista ciudadano.

Y en el horizonte, la huelga del 29. Las gentes están descontentas y ya no parece haber discurso mediático o político que las contente (sobre todo si la situación económica sigue por esos mismos derroteros). La aparente bipolaridad política que sufre este país (a veces acérrima) parece dar paso al acuerdo con el desencanto para con la clase política. “Ya no nos creemos nada”, parecen decir los ciudadanos cansados de informaciones que se caen por su propio peso.
Parecen los ciudadanos cansados del Gobierno Central y parecen hastiados de los autonómicos (que parecen secundar la subida general en la recaudación mientras continúan con un endeudamiento salvaje). ¿Dónde está la solución? El ciudadano no ve la salida en unas medidas que aparte de insolventes se han mostrado faltas de cualquier rigor.

Ahora viene la siguiente: una huelga general convocada por unos sindicatos que han guardado silencio durante años ante medidas sociales y económicas idénticas a las que han propiciado el anuncio de esta huelga general. ¿Por qué guardar silencio durante tanto tiempo y ahora precisamente, cuando peor está el asunto, se obliga a los ciudadanos (más apretados que nunca para llegar a final de mes) a prescindir de un día de salario? El otro día escuchaba la opinión ciudadana.

-Es un negocio para el Gobierno –dicen algunos-. Así se ahorran dinero.
-¿Los sindicatos? –se preguntan otros-. ¿Qué me han dado ésos a mí?
-¿Qué huelga ni qué narices? Todo seguirá igual.

Tengan o no razón los ciudadanos (que por ser ciudadanos también tienen derecho “de pataleta”), lo cierto es que la clase política no ha sabido transmitir ninguna ilusión, y sus mensajes, aun siendo optimistas, no han sabido captar la atención de un ciudadano cansado de escuchar idénticos discursos políticos que nada tienen que ver con la realidad que ellos viven: una crisis de dimensiones preocupantes que amenaza con dejar a España a la cola de U.E.

El ciudadano se ve cobrando menos y trabajando más mientras en los medios de comunicación se habla del desastre de los presupuestos en la administración pública.

-¿Y qué me importa a mí si no tienen dinero? ¡Que no se lo hubieran gastado!
Por estúpido que pudiera parecer lo anterior (y quizá por eso mismo) la frase sea más certera de lo que pudiera parecer y exponga bien a las claras el divorcio real entre el sistema y el ciudadano.
-Los periódicos hablan de que no tienen dinero… de que tienen que recaudar más. ¿Y yo qué?

Los de la calle ven como se los somete a una política fiscal que ellos consideran abusiva y culpan de ello a las instituciones (autonómicas o centrales, no importa)… los medios de comunicación hablan y hablan y dan eco a unos políticos en los que ya nadie cree y cuyas voces se reciben con escepticismo.
-¿Periódicos? ¡No dicen más que sandeces!

Divorcio otra vez: entre el público lector que se siente engañado. Divorcio otra vez entre la famosa Selección de Agenda y la nula repercusión de las políticas económicas en la propia economía ciudadana. Divorcio, otra vez, entre políticos y ciudadanos.

Hoy deshojo la margarita y le vuelvo a preguntar al tipo de la calle: ¿Huelga sí o no? -¿A quién le importa? –me responde sincero.

Deshojando la margarita: huelga sí, huelga no

Martín Cid
Martín Cid
lunes, 27 de septiembre de 2010, 07:01 h (CET)
Parecen sumidos ustedes, fieles trabajadores, en un gran dilema moral por parte de los sindicatos: secundar o no la huelga del próximo día 29. Eso parece a un nivel mediático, eso parece cuando leemos algún periódico (da igual el tinte político del diario), eso parece cuando miramos algún programa de televisión y eso parece porque, precisamente, no hay dilema alguno. Les intentaré explicar por qué.

Parece que las instituciones han caído en un error básico: tocar el bolsillo de los contribuyentes y aplicar presiones fiscales que el ciudadano de a pie muy difícilmente puede sostener para así paliar la falta de recaudación que el Gobierno tiene (a consecuencia precisamente de la crisis económica). Así, los trabajadores se ven en la obligación de pagar más y más impuestos para sostener una situación que parece insostenible y a la que no se le ve fin desde el punto de vista ciudadano.

Y en el horizonte, la huelga del 29. Las gentes están descontentas y ya no parece haber discurso mediático o político que las contente (sobre todo si la situación económica sigue por esos mismos derroteros). La aparente bipolaridad política que sufre este país (a veces acérrima) parece dar paso al acuerdo con el desencanto para con la clase política. “Ya no nos creemos nada”, parecen decir los ciudadanos cansados de informaciones que se caen por su propio peso.
Parecen los ciudadanos cansados del Gobierno Central y parecen hastiados de los autonómicos (que parecen secundar la subida general en la recaudación mientras continúan con un endeudamiento salvaje). ¿Dónde está la solución? El ciudadano no ve la salida en unas medidas que aparte de insolventes se han mostrado faltas de cualquier rigor.

Ahora viene la siguiente: una huelga general convocada por unos sindicatos que han guardado silencio durante años ante medidas sociales y económicas idénticas a las que han propiciado el anuncio de esta huelga general. ¿Por qué guardar silencio durante tanto tiempo y ahora precisamente, cuando peor está el asunto, se obliga a los ciudadanos (más apretados que nunca para llegar a final de mes) a prescindir de un día de salario? El otro día escuchaba la opinión ciudadana.

-Es un negocio para el Gobierno –dicen algunos-. Así se ahorran dinero.
-¿Los sindicatos? –se preguntan otros-. ¿Qué me han dado ésos a mí?
-¿Qué huelga ni qué narices? Todo seguirá igual.

Tengan o no razón los ciudadanos (que por ser ciudadanos también tienen derecho “de pataleta”), lo cierto es que la clase política no ha sabido transmitir ninguna ilusión, y sus mensajes, aun siendo optimistas, no han sabido captar la atención de un ciudadano cansado de escuchar idénticos discursos políticos que nada tienen que ver con la realidad que ellos viven: una crisis de dimensiones preocupantes que amenaza con dejar a España a la cola de U.E.

El ciudadano se ve cobrando menos y trabajando más mientras en los medios de comunicación se habla del desastre de los presupuestos en la administración pública.

-¿Y qué me importa a mí si no tienen dinero? ¡Que no se lo hubieran gastado!
Por estúpido que pudiera parecer lo anterior (y quizá por eso mismo) la frase sea más certera de lo que pudiera parecer y exponga bien a las claras el divorcio real entre el sistema y el ciudadano.
-Los periódicos hablan de que no tienen dinero… de que tienen que recaudar más. ¿Y yo qué?

Los de la calle ven como se los somete a una política fiscal que ellos consideran abusiva y culpan de ello a las instituciones (autonómicas o centrales, no importa)… los medios de comunicación hablan y hablan y dan eco a unos políticos en los que ya nadie cree y cuyas voces se reciben con escepticismo.
-¿Periódicos? ¡No dicen más que sandeces!

Divorcio otra vez: entre el público lector que se siente engañado. Divorcio otra vez entre la famosa Selección de Agenda y la nula repercusión de las políticas económicas en la propia economía ciudadana. Divorcio, otra vez, entre políticos y ciudadanos.

Hoy deshojo la margarita y le vuelvo a preguntar al tipo de la calle: ¿Huelga sí o no? -¿A quién le importa? –me responde sincero.

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