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No basta con el suspiro de una lamentación. Corren tiempos de mayor exigencia participativa

Suspiros insuficientes

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El tono despectivo es habitual. Lo constata, pesarosa, una somera mirada sobre las prácticas sociales. Lo que no sea gestado por la mollera propia entra en fase de rechazo o al menos de sospecha intransigente. Es un ejercicio de indudable carácter estúpido, porque no atiende a razonamientos, ni tan siquiera a los afectos. Es una TENDENCIA nociva, presente en familias o grupos afines; en los cuales genera desdichas sin parangón. El núcleo egoista presiona tenazmente con sus intenciones a costa de quien sea.

Es de esos comportamientos empeorados con el tiempo transcurrido. El ORGULLO mal entendido, centrado en el endiosamiento personal, mueve al trato displicente dedicado a las realidades ajenas; alejados de las posibles colaboraciones, de los diálogos constructivos, elevamos las confrontaciones al rango preponderante de ser el único camino. Es la fuerza en pleno ejercicio, con sus recursos al completo. Aquel respeto deseable, aquellas cualidades reconfortantes, fueron reducidos por la vorágine establecida a golpe de efectos. El talante de esas actitudes desconsideradas repercute en el sufrimiento de innumerables individuos no involucrados en esas potencias y en el tratamiento de los asuntos públicos. Es una percepción perpleja e inveterada.

La suave brisa nos muestra este despego en referencia a las aportaciones valiosas de gente ilustre en momentos lejanos o próximos. Suele decirse que las obras importantes dejan su impronta. Pues bien, procedemos a la utilización burda de esas HUELLAS, exprimiéndolas para sacarles un beneficio crematístico, turístico, político, etc,; dejando postergado el sentido de la obra genuina. La tumba de Cervantes, el Guggenheim, etc.; son involucrados en movidas importantes. Contrastan con la escasa lectura del Quijote, la todavía menor reflexión sobre sus luces artísticas, apenas se habla del contenido museístico y actitudes similares. Si serán así las cosas o sólo es cuestión de apariencias desenfocadas. La brisa cotidiana lo dirá.

Son desplantes que desfiguran la realidad hasta extremos irreconocibles. Actuaciones efectuadas en nombre de ideas que de hecho son rechazadas por el mismo grupo donde se desarrollan. Constituyen verdaderas conductas esquizoides, adoptadas con plena normalidad, lo vemos en torno a la RUINAS dispersas por el mundo. Los destructores de ciudades, templos u obras relevantes; pasan a considerarse ellos como la potencia suprema. Los conservadores de monumentos, iglesias o documentos; contraponen sus prácticas de increyentes, soflamas caprichosas y juegos de mero poder manipulador. El empeño en una actuación destaca la posición opuesta de sus autores. ¿Perdimos la capacidad de valoraciones razonadas?

Las distorsiones ocasionadas con las huellas y ruinas, latentes en los exteriores, pueden dejarnos medio contentos si pensamos que, al menos, cada uno de nosotros trata con mayor acierto los asuntos propios. ¡Craso error! Porque la ligazón es tan fuerte entre ambientes y personas, que nos arrastran los diversos montajes. Somos INTERPELADOS por los acontecimientos, pero exige demasiado esfuerzo y coraje el enfrentamiento con los hábitos generalizados. La tensión es evidente, sin pausas y con escasos alientos. Queremos unas respuestas congruentes, porque atisbamos las soluciones pertinentes. Sin embargo, primero por las dudas inevitables y después por la pasividad acomodaticia, ahogamos las respuestas en la punta de la lengua.

La subversión de las ideas y, sobre todo, de los comportamientos, conlleva una grave dislocación de las pertenencias disponeibles. De tal manera sucede, que son presentados como logros importantes los encumbramientos corruptos, los populismos sin pueblo detrás de las fachadas nominales, el manejo de los medios informativos, la falsificación de criterios como norma. En realidad, DESPERDICIOS situados fuera del lugar adecuado. Tan potente es dicha subversión, que cuesta la simple enumeración de los posibles remedios venturosos. ¡Se han falsificado tantos conceptos y por tanta gente! La descolocación propende a la confusa gestión de los asuntos cotidianos, todo vale en ese remolino.

¡Ay, amigos! Es muy fácil decir “Atrévete a pensar” (Kant). Y con qué pienso yo, dónde puedo aprovisionarme. Disponemos como nunca de archivos, escritos, palabras, frases, teorías; están muy accesibles. Desde esa verdad notable, coincidimos con las modulaciones interminables, ideas sacadas de contexto, conceptos silenciados y modificaciones encubiertas con fines tergiversadores. Enredamos la textura de los pensamientos anteriores en forma de enormes SIMULACROS, de los cuales, cada individuo intentará salir como pueda, en una tarea peliaguda, desasistidos y asumiendo los riesgos. Con la confianza dinamitada, la cratividad constructiva suena a utopía.

Si bien las estructuras pergeñadas parecen estar hechas a propósito para favorecer los entuertos, permisivas y favorecedoras; el resultado final depende sobremanera del toque personal. De esos TRANSEÚNTES que pasaron por allí en el momento decisivo y sus influencias peculiares. Comprobamos satisfechos como auténticos desaguisados encuentran el personaje adecuado para reconvertirlos, en la familia, empresas, servicios públicos. Pero sorprende, desfavorablemente, la situación inversa. La aproximación de algunos sujetos con la perversidad impresa en sus neuronas, dilapida cualquier organización, por loable que hubiera sido, no paran mientes; esfuerzos familiares, ONGs, Gobiernos, sindicatos, ideologías, se amustian entre sus prácticas.

Estamos ubicados en unas sociedades en las que las limitaciones nos abruman, las carencias acechan; mientras la ineptitud o los errores empeoran la calidad de la existencia. Con todo, las peores SECUELAS, además de innecesarias, son desencadenadas por acciones perversas de ciertos desalmados. El planteamiento corrector es una necesidad imperiosa, si no queremos acentuar los desmanes y con mayor razón, si los objetivos buscan alguna mejoría. Por el contrario, predomina una tolerancia insulsa, plena de afanes libertarios, incapacitada para posibles decisiones resolutivas en busca de orientaciones dirigidas a los enfoques esperanzados.

Emocionados con los aires de libertad conquistados, hemos consolidado esa idea nociva de que cada uno hace lo que puede, mientras puede. Los razonamientos limitadores pasan a valer como los impulsos espontáneos, cayendo sin darnos cuenta en la DEPENDENCIA absoluta de los débiles, supeditados a las diversas potencias (Dinerarias, informativas, alimenticias, armamentísticas, entre las más significativas). Domeñados por algún progreso (Alargamiento de la vida, desplazamientos, informática), continuamos con las intemperancias abusivas de corte muy antiguo.

Recorremos unos ambientes teóricamente participativos, en los cuales, las renuncias, se convierten en una suerte de COMPLICIDAD con los peores augurios. El exclusivo lamento no es eficaz. En el alarde de la función democrática es fundamental la participación; aunque hay conceptos científicos, recomendaciones morales, tratamiento de las emociones, que no dependen del número de la gente que las propone. No iremos a pretender otras soluciones impuestas. Pero, a estas alturas, queda claro que, el simple suspiro es insuficiente.

Suspiros insuficientes

No basta con el suspiro de una lamentación. Corren tiempos de mayor exigencia participativa
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 23 de diciembre de 2016, 00:44 h (CET)
El tono despectivo es habitual. Lo constata, pesarosa, una somera mirada sobre las prácticas sociales. Lo que no sea gestado por la mollera propia entra en fase de rechazo o al menos de sospecha intransigente. Es un ejercicio de indudable carácter estúpido, porque no atiende a razonamientos, ni tan siquiera a los afectos. Es una TENDENCIA nociva, presente en familias o grupos afines; en los cuales genera desdichas sin parangón. El núcleo egoista presiona tenazmente con sus intenciones a costa de quien sea.

Es de esos comportamientos empeorados con el tiempo transcurrido. El ORGULLO mal entendido, centrado en el endiosamiento personal, mueve al trato displicente dedicado a las realidades ajenas; alejados de las posibles colaboraciones, de los diálogos constructivos, elevamos las confrontaciones al rango preponderante de ser el único camino. Es la fuerza en pleno ejercicio, con sus recursos al completo. Aquel respeto deseable, aquellas cualidades reconfortantes, fueron reducidos por la vorágine establecida a golpe de efectos. El talante de esas actitudes desconsideradas repercute en el sufrimiento de innumerables individuos no involucrados en esas potencias y en el tratamiento de los asuntos públicos. Es una percepción perpleja e inveterada.

La suave brisa nos muestra este despego en referencia a las aportaciones valiosas de gente ilustre en momentos lejanos o próximos. Suele decirse que las obras importantes dejan su impronta. Pues bien, procedemos a la utilización burda de esas HUELLAS, exprimiéndolas para sacarles un beneficio crematístico, turístico, político, etc,; dejando postergado el sentido de la obra genuina. La tumba de Cervantes, el Guggenheim, etc.; son involucrados en movidas importantes. Contrastan con la escasa lectura del Quijote, la todavía menor reflexión sobre sus luces artísticas, apenas se habla del contenido museístico y actitudes similares. Si serán así las cosas o sólo es cuestión de apariencias desenfocadas. La brisa cotidiana lo dirá.

Son desplantes que desfiguran la realidad hasta extremos irreconocibles. Actuaciones efectuadas en nombre de ideas que de hecho son rechazadas por el mismo grupo donde se desarrollan. Constituyen verdaderas conductas esquizoides, adoptadas con plena normalidad, lo vemos en torno a la RUINAS dispersas por el mundo. Los destructores de ciudades, templos u obras relevantes; pasan a considerarse ellos como la potencia suprema. Los conservadores de monumentos, iglesias o documentos; contraponen sus prácticas de increyentes, soflamas caprichosas y juegos de mero poder manipulador. El empeño en una actuación destaca la posición opuesta de sus autores. ¿Perdimos la capacidad de valoraciones razonadas?

Las distorsiones ocasionadas con las huellas y ruinas, latentes en los exteriores, pueden dejarnos medio contentos si pensamos que, al menos, cada uno de nosotros trata con mayor acierto los asuntos propios. ¡Craso error! Porque la ligazón es tan fuerte entre ambientes y personas, que nos arrastran los diversos montajes. Somos INTERPELADOS por los acontecimientos, pero exige demasiado esfuerzo y coraje el enfrentamiento con los hábitos generalizados. La tensión es evidente, sin pausas y con escasos alientos. Queremos unas respuestas congruentes, porque atisbamos las soluciones pertinentes. Sin embargo, primero por las dudas inevitables y después por la pasividad acomodaticia, ahogamos las respuestas en la punta de la lengua.

La subversión de las ideas y, sobre todo, de los comportamientos, conlleva una grave dislocación de las pertenencias disponeibles. De tal manera sucede, que son presentados como logros importantes los encumbramientos corruptos, los populismos sin pueblo detrás de las fachadas nominales, el manejo de los medios informativos, la falsificación de criterios como norma. En realidad, DESPERDICIOS situados fuera del lugar adecuado. Tan potente es dicha subversión, que cuesta la simple enumeración de los posibles remedios venturosos. ¡Se han falsificado tantos conceptos y por tanta gente! La descolocación propende a la confusa gestión de los asuntos cotidianos, todo vale en ese remolino.

¡Ay, amigos! Es muy fácil decir “Atrévete a pensar” (Kant). Y con qué pienso yo, dónde puedo aprovisionarme. Disponemos como nunca de archivos, escritos, palabras, frases, teorías; están muy accesibles. Desde esa verdad notable, coincidimos con las modulaciones interminables, ideas sacadas de contexto, conceptos silenciados y modificaciones encubiertas con fines tergiversadores. Enredamos la textura de los pensamientos anteriores en forma de enormes SIMULACROS, de los cuales, cada individuo intentará salir como pueda, en una tarea peliaguda, desasistidos y asumiendo los riesgos. Con la confianza dinamitada, la cratividad constructiva suena a utopía.

Si bien las estructuras pergeñadas parecen estar hechas a propósito para favorecer los entuertos, permisivas y favorecedoras; el resultado final depende sobremanera del toque personal. De esos TRANSEÚNTES que pasaron por allí en el momento decisivo y sus influencias peculiares. Comprobamos satisfechos como auténticos desaguisados encuentran el personaje adecuado para reconvertirlos, en la familia, empresas, servicios públicos. Pero sorprende, desfavorablemente, la situación inversa. La aproximación de algunos sujetos con la perversidad impresa en sus neuronas, dilapida cualquier organización, por loable que hubiera sido, no paran mientes; esfuerzos familiares, ONGs, Gobiernos, sindicatos, ideologías, se amustian entre sus prácticas.

Estamos ubicados en unas sociedades en las que las limitaciones nos abruman, las carencias acechan; mientras la ineptitud o los errores empeoran la calidad de la existencia. Con todo, las peores SECUELAS, además de innecesarias, son desencadenadas por acciones perversas de ciertos desalmados. El planteamiento corrector es una necesidad imperiosa, si no queremos acentuar los desmanes y con mayor razón, si los objetivos buscan alguna mejoría. Por el contrario, predomina una tolerancia insulsa, plena de afanes libertarios, incapacitada para posibles decisiones resolutivas en busca de orientaciones dirigidas a los enfoques esperanzados.

Emocionados con los aires de libertad conquistados, hemos consolidado esa idea nociva de que cada uno hace lo que puede, mientras puede. Los razonamientos limitadores pasan a valer como los impulsos espontáneos, cayendo sin darnos cuenta en la DEPENDENCIA absoluta de los débiles, supeditados a las diversas potencias (Dinerarias, informativas, alimenticias, armamentísticas, entre las más significativas). Domeñados por algún progreso (Alargamiento de la vida, desplazamientos, informática), continuamos con las intemperancias abusivas de corte muy antiguo.

Recorremos unos ambientes teóricamente participativos, en los cuales, las renuncias, se convierten en una suerte de COMPLICIDAD con los peores augurios. El exclusivo lamento no es eficaz. En el alarde de la función democrática es fundamental la participación; aunque hay conceptos científicos, recomendaciones morales, tratamiento de las emociones, que no dependen del número de la gente que las propone. No iremos a pretender otras soluciones impuestas. Pero, a estas alturas, queda claro que, el simple suspiro es insuficiente.

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