La Navidad es la fiesta de la felicidad por excelencia, sin embargo nuestro estado de ánimo durante este periodo se asemeja más a una montaña rusa, pasando de la tristeza a la alegría, del dolor a la esperanza. Ese cóctel de emociones y sentimientos comienza varios días antes a las celebraciones navideñas pues nuestra mente nos recuerda todas aquellas situaciones que vamos a vivir y las compara con sus experiencias anteriores e incluso genera expectativas negativas que se transforman en angustia y estrés.
Sin duda las ausencias, el echar de menos a las personas que no están a nuestro lado, bien por la distancia, el trabajo o las condiciones económicas no les han permitido reunirse con sus seres queridos, o en otros caso por qué nos han dejado. Sin duda son situaciones complejas y que sin duda nos generan dolor.
Paralelamente vivimos esa alegría contagiosa de los más pequeños, los espacios de compartir con amigos o incluso el propio entorno navideño que nos dibujan esa inocencia y esperanza trasladándonos así a percibir la cara más amable e inocente de la Navidad. En ocasiones parece que nos costase ajustarnos a cada situación.
Ciertamente cada uno de nosotros y nosotras tiene la posibilidad de gestionar esos pensamientos que son el motor de nuestra actitud y nuestro estado de ánimo en cada momento de nuestra vida. Es nuestra responsabilidad intentar potenciar en la vida esas herramientas adecuadas que nos permitan identificar esos pensamientos e ideas que nos afectan produciéndonos ese estado de tristeza y dolor que nos inundan e intentar construirnos.
Sin duda son la nostalgia y la melancolía que surgen de lo que yo denomino felicidad rememorada la que nos traslada a esa sensación de tristeza al pensar en esos momentos que compartimos con esas personas que hoy sabemos que no están a nuestro lado.
El revivir el pasado nos produce la sensación de volver a vivir esos momentos. Pero es aún peor si no logramos entender que formamos parte de un ciclo cambiante que es nuestra vida y así reconocer que debemos de poner en valor la oportunidad de haber podido formar parte de esos momentos que ahora añoramos, pues es fundamental para poder transformar esa tristeza en melancolía y felicidad revivida.
Pero además debes de ser consciente de la única responsable de transformar esas situaciones con tus actos, tus palabras y conversaciones. Transformando esos momentos que pueden incomodarte a tu realidad actual. No se trata de olvidar, más bien se trata de poner en valor la oportunidad única de poder haber disfrutado cada momento y de ser al mismo tiempo creador de momentos mágicos en tu vida y la de las personas significativas que te rodean. Así que no lo dudes vive cada momento de tu vida como lo que es un momento único e irrepetible. Feliz Navidad.