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Ejemplo de gran mujer. Dedicado a las Ongs

Señorita Lhicaliss Dhunghei… (I)

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Pensemos que esto es sólo un cuento, el resultado de una ilusión por contar algo, siendo “la ilusión”, lo primero que debe tener siempre, mi corazón.

…Cuando supo Lhicaliss el origen de su problema, pensó que sus sueños acabarían batiéndose con las olas, que el mar sería un traidor y ella terminaría siendo una amapola muerta, que podría llover de día y de noche, de noche y día, que no llegaría a ver el más hermoso amanecer sentada en la mecedora de su balcón.

Supo también, que sus sueños no se cumplirían jamás, pero se propusiera ante todo: “nunca dejar de soñar ni de amar, aunque le hubieran dado algún que otro puñetazo”. Para llegar a la meta con una sonrisa era mejor haber nacido hechicera, no prisionera ni frágil doncella, sino tener la energía necesaria como para vencer al mar embravecido y al cielo amenazante, que en ocasiones parecían ponerse contra ella.

No es nadie, no tiene país, sólo a ella y a Dios, un Dios que no la cuida, son muchas sus penas, ni contarlas ni resumirlas puede.

Tendrá cuidado de no rozar el pecado, “cree” a pesar de todo, está de pie y camina con cierta firmeza porque creyó en sus santos. Envidiable su peregrinar, desplazamientos, aciertos.

Pero si peca da igual, es mayor, razones tendrá, de ahora en adelante se fijará más en los detalles, palabras y desamores, no sea que venga un tsunami y la lleve hasta aquellos edificios altos y grises. Medirá sus miradas dadas al alba, conversaciones telefónicas y del cara a cara, contará sus aspiraciones, pero no las comunicará a nadie.

No desea ser dueña de lamentaciones ni condenada a una vida incierta. Habla poco, así es ella, su presente, su situación, pero un día cambiarán sus instantes de locura y brillará para ella un radiante sol rojo como una pelota de setenta por setenta centímetros.

Piensa equívocamente que nada merece, falso, que no sobrevivirá a la tempestad, falso también, que no la quieren, francamente falso. Sentirlo todo y no poderlo contar, con nadie conversar, a nadie hablar ni con nadie compartir puede ni desea demasiado, pero no será capaz de aislarse, ama la comunicación aunque sea escasa, la relación, los cambios sociales y escuchar a la gente. Por eso su suerte cambiará, en cuanto todos la conozcamos a fondo.

El tiempo pasa, algún día no estará, don Principio y Fin de todas las cosas hace su trabajo en silencio, nada dejará, es don Horas, don Segundos, don Continuidad de las penas y de las soluciones de los problemas, de la vida que toca su fin llevándose con ella las enfermedades, errores, equivocaciones.

No será un invisible ser para la historia, a pesar de sus frustraciones, temores, depresiones, de que nadie la comprendió a fondo en sus momentos, de su inseguridad y su par de fobias.

Doña Prudencia le aconsejó, que llegar a vieja sería lo mejor, no habrá problema, llegará lejos, muy lejos, hasta aquellas casitas blancas pues sabrá ser cautelosa, meticulosa, se pensará las cosas muchas veces antes de actuar.

Difícil es así conseguir el amor, difícil mantenerlo, las burlas deben desecharse, la cabeza debe seguir alta pues tampoco nadie dice que él… no aparecerá.

…Será su amigo, su buen amor, el que la entienda de verdad, en profundidad, será la luz en medio de las tinieblas, el que la saque de los temores infundados por la casi siempre cruel sociedad.

Vivirá sin complejos, las penas se las llevará el sol, irá camino de las estrellas del amor, libre y con compañías, y si no las hubiera, da igual, libre lo mismo será.

No naufragará, progresará, se curará o mejorará, su sonrisa brotará como el agua del manantial de Llughikay.

Continuará...

Señorita Lhicaliss Dhunghei… (I)

Ejemplo de gran mujer. Dedicado a las Ongs
Aurora Peregrina Varela Rodriguez
viernes, 2 de diciembre de 2016, 08:58 h (CET)
Pensemos que esto es sólo un cuento, el resultado de una ilusión por contar algo, siendo “la ilusión”, lo primero que debe tener siempre, mi corazón.

…Cuando supo Lhicaliss el origen de su problema, pensó que sus sueños acabarían batiéndose con las olas, que el mar sería un traidor y ella terminaría siendo una amapola muerta, que podría llover de día y de noche, de noche y día, que no llegaría a ver el más hermoso amanecer sentada en la mecedora de su balcón.

Supo también, que sus sueños no se cumplirían jamás, pero se propusiera ante todo: “nunca dejar de soñar ni de amar, aunque le hubieran dado algún que otro puñetazo”. Para llegar a la meta con una sonrisa era mejor haber nacido hechicera, no prisionera ni frágil doncella, sino tener la energía necesaria como para vencer al mar embravecido y al cielo amenazante, que en ocasiones parecían ponerse contra ella.

No es nadie, no tiene país, sólo a ella y a Dios, un Dios que no la cuida, son muchas sus penas, ni contarlas ni resumirlas puede.

Tendrá cuidado de no rozar el pecado, “cree” a pesar de todo, está de pie y camina con cierta firmeza porque creyó en sus santos. Envidiable su peregrinar, desplazamientos, aciertos.

Pero si peca da igual, es mayor, razones tendrá, de ahora en adelante se fijará más en los detalles, palabras y desamores, no sea que venga un tsunami y la lleve hasta aquellos edificios altos y grises. Medirá sus miradas dadas al alba, conversaciones telefónicas y del cara a cara, contará sus aspiraciones, pero no las comunicará a nadie.

No desea ser dueña de lamentaciones ni condenada a una vida incierta. Habla poco, así es ella, su presente, su situación, pero un día cambiarán sus instantes de locura y brillará para ella un radiante sol rojo como una pelota de setenta por setenta centímetros.

Piensa equívocamente que nada merece, falso, que no sobrevivirá a la tempestad, falso también, que no la quieren, francamente falso. Sentirlo todo y no poderlo contar, con nadie conversar, a nadie hablar ni con nadie compartir puede ni desea demasiado, pero no será capaz de aislarse, ama la comunicación aunque sea escasa, la relación, los cambios sociales y escuchar a la gente. Por eso su suerte cambiará, en cuanto todos la conozcamos a fondo.

El tiempo pasa, algún día no estará, don Principio y Fin de todas las cosas hace su trabajo en silencio, nada dejará, es don Horas, don Segundos, don Continuidad de las penas y de las soluciones de los problemas, de la vida que toca su fin llevándose con ella las enfermedades, errores, equivocaciones.

No será un invisible ser para la historia, a pesar de sus frustraciones, temores, depresiones, de que nadie la comprendió a fondo en sus momentos, de su inseguridad y su par de fobias.

Doña Prudencia le aconsejó, que llegar a vieja sería lo mejor, no habrá problema, llegará lejos, muy lejos, hasta aquellas casitas blancas pues sabrá ser cautelosa, meticulosa, se pensará las cosas muchas veces antes de actuar.

Difícil es así conseguir el amor, difícil mantenerlo, las burlas deben desecharse, la cabeza debe seguir alta pues tampoco nadie dice que él… no aparecerá.

…Será su amigo, su buen amor, el que la entienda de verdad, en profundidad, será la luz en medio de las tinieblas, el que la saque de los temores infundados por la casi siempre cruel sociedad.

Vivirá sin complejos, las penas se las llevará el sol, irá camino de las estrellas del amor, libre y con compañías, y si no las hubiera, da igual, libre lo mismo será.

No naufragará, progresará, se curará o mejorará, su sonrisa brotará como el agua del manantial de Llughikay.

Continuará...

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