Las instituciones nos recuerdan, una vez tras otra, sobre la facilidad con la que se pueden producir. Una circunstancia sobrevenida, casi siempre, a consecuencia de las imprudencias humanas, cuando no por la mano criminal de los incendiarios y pirómanos. Así han surgido eslóganes publicitarios tales como “todos contra el fuego” o “cuando un monte se quema, algo suyo se quema”, que la ironía popular remataba diciendo: “señor conde”. Nos recomiendan extremo cuidado en las barbacoas, los fuegos de campamento o la quema de rastrojos. Pero, una vez tras otra, surgen los errores más o menos involuntarios y la hecatombe rural de cada verano. Hace años se centraban estos problemas especialmente en Galicia. Recuerdo que las dos o tres últimas veces que he viajado por allí, he podido observar casi siempre pequeños o grandes incendios a lo largo de esa zona. Las malas lenguas decían que los aprovechan para vender la madera quemada. Lo de este verano ha sido mucho peor. Ha habido un momento en que ardía media España y la otra media se llenaba de cenizas que volaban por la atmósfera. Comprendo el horror que han sufrido esos habitantes de la vieja península, que han visto arder sus casas, quemados sus bosques y diezmado su ganado. No sé que solución tiene este problema. Los sesudos “expertos” que se preocupan de la prevención y el control de los incendios vuelven a las mismas. La culpa es tuya y viceversa. Muchos puestos de mando, muchos jefes y los de siempre a luchar contra el fuego que devora sus casas. Una visita de los mandatarios con casco y chaleco reflectante y… hasta la próxima. Ahí os quedáis con vuestro problema. ¡Hasta cuando van a estar discutiendo si son galgos o podencos! Hasta las próximas elecciones. Mientras, saldrán los ecólogos de salón preocupándose de la cría del abejorro común. Seguiremos sin dejar funcionar a la selección natural. La naturaleza es sabia. No podemos luchar contra ella. Los rebaños en libertad roturan los montes. Crean cortafuegos naturales. Hace años los pueblos se construían lejos de los desprendimientos y las inundaciones. Ahora, no. Lo importante es especular. Dinero fácil para hacer rotondas. Mirarse el ombligo y no pensar en el futuro. Al final nos puede la obsesión por el tener, el dominar y el crecer más que los demás. Tiempos modernos. Decía Chaplin.
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