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​Quienes pagan, mandan, y quienes cobran, desinforman

Publicidad y propaganda es todo artefacto visual y/o sonoro que interfiere en tu vida cotidiana lo quieras o no. Eso se llama libertad creativa de mercado
Armando B. Ginés
jueves, 28 de agosto de 2025, 16:25 h (CET)

Publicidad y propaganda es todo artefacto visual y/o sonoro que interfiere en tu vida cotidiana lo quieras o no. Eso se llama libertad creativa de mercado.


Sin publicidad o propaganda (vender lo que sea es el leit motiv de las sociedades de consumo) el capitalismo se vendría abajo como un castillo de naipes.


La publicidad molesta a la inmensa mayoría, por esa desagradable razón invade nuestra mente de modo ubicuo y repetitivo hasta la saciedad absoluta.


El capitalismo se impone a base de propaganda machacona: mientras la publicidad comercial o política, y una y otra son la misma cosa, ocupa la totalidad del mensaje, nada puede alimentar nuestro pensamiento reflexivo o crítico.


Los omnipresentes anuncios reclaman nuestra atención casi exclusiva. Es un fenómeno tan naturalizado que nadie advierte cómo se cuela de rondón en nuestros cerebros colmados de preocupaciones y urgencias domésticas.


El objetivo de la publicidad es que compremos a toda costa algo que no necesitamos para nada. La información de noticias de actualidad tiene otra función en los regímenes consumistas: esconder los conflictos reales, ofrecer informaciones insuficientes o sesgadas o bien fabricar sucesos y noticias con objetivos ideológicos, económicos, políticos y/o sociales muy concretos, siempre favorables a los intereses de los dueños de los medios de comunicación y de las empresas que compran editoriales y espacios a través de insertar sus reclamos publicitarios. El escenario ideal es publicidad positiva frente a noticias más o menos escandalosas o dramáticas.


Y no solo la empresa privada mediatiza o compra políticamente a los medios de comunicación. Vía ayudas públicas y con publicidad institucional las administraciones estatales, regionales o municipales también compran líneas editoriales afines a su ideología partidista.


En esta campo de las ayudas públicas y la propaganda institucional las comunidades autónomas gobernadas por PP y Vox se llevan la palma. Desinformar bajo el paraguas de pseudomedios de comunicación ultraderechista que provocan emociones extremas y mucho ruido mediático es la forma predilecta de los de Feijoo y Abascal para enmierdar la convivencia del día a día.


Esa espiral de suciedad informativa cuesta al erario público 1.100 millones anuales en subvenciones públicas y propaganda institucional. La inversión privada supera los 13.000 millones de euros.


Si quienes pagan, mandan, ¿quiénes gastan más en publicidad y propaganda en España? Ariel, Fairy, Gillette, L´Oreal, Telefónica, ONCE, Volkswagen, Orange, Amazon, El Corte Inglés y Lidl. No veremos muchas críticas a estas marcas en los medios de comunicación de España. Por algo será, ¿o sí?


En cuanto a los gastos electorales y en propaganda o publicidad, la opacidad de los partidos políticos es total, siendo completamente decorativa e ineficaz la labor fiscalizadora del Tribunal de Cuentas, un organismo público inútil cuyo presupuesto asciende a 80 millones de euros anuales cobrando su presidente 130.000 eurazos en 14 pagas de sinecura de alta escuela.


Habitamos un mundo de cartón piedra creado y formateado al instante por los medios de comunicación. Salirse de la tiranía de la publicidad es prácticamente imposible. Nos persigue allá donde vayamos.


Lo dijimos antes: sin publicidad el capitalismos se desmoronaría en un santiamén. Los neoliberales y los jerarcas del anarcocapitalismo saben muy bien que si dejan tiempos muertos al personal consumidor pueden abrirse grietas en el sistema, de ahí la conexión total de la publicidad con las mentes cautivas de las masas.


Desconecta si puedes y si puedes, haz el amor y la revolución (parece un eslogan publicitario al uso pero solo está patrocinado por la mente utópica y delirante del autor).

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