Los currículos falaces, plagados de universidades inexistentes, másteres soñados y doctorados plagiados es la noticia estúpida del verano en España.
Podría decirse que no hay político bipartidista PPSOE que no haya realizado un ejercicio creativo en su CV. El que más y la que menos ha adornado con florituras académicas su supuesta sabiduría intelectual.
En realidad el único político que dijo toda la verdad y nada más que la verdad fue el condenado Eduardo Zaplana. Vino a la política a forrarse y cumplió literalmente su programa electoral; se forró. Formalmente lo propongo como candidadto de compromiso del bipartidismo patrio a las próximas elecciones generales. ¡A tomar por culo los currículos!
El asunto curricular engancha con la tan manida meritocracia y la picaresca tan y muy española. Hay que aparentar y afanar honores y puestos públicos hasta que el cuerpo y la transparencia aguanten. ¿No vivimso en la sociedad del espectáculo donde lo importante es alcanzar el éxito cueste lo que cueste? Lógico pues que se dope el CV hasta sus últimas consecuencias.
¿Qué hacemos para soportar la inconsistencia del mundo que habitamos? Drogarnos mediante el consumismo compulsivo.
¿Qué hacer para esculpir un cuerpo ideal? Doparnos con sesiones interminables de gimnasio.
¿Qué podemos hacer para paliar la infelicidad personal? Atiborrarnos de palabras tontas y soluciones de andar por casa de cualquier coach al alcance de un clic de ratón. O sea, ingerir estupefaccientes en píldoras metafóricas.
¿Que hacer que no implique demasiado esfuerzo intelectual ni compromiso social para pasar adormecidos el fin de semana? Chutarnos en vena fútbol y series de Netflix.
No podemos soportar el mundo cruel e injusto en el que vivimos sin recurrir a las drogas.
Ser más y seguir en la carrera necesita dopar nuestro cuerpo y nuestra mente.
¡Qué más da un doctorado de más aunque sea ficticio! ¡Qué relevancia tiene un máster jamás terminado!
Lo esencial es saber competir. Lo fundamental es ganar al adversario de turno. Lo primordial es aparentar, parecer que, llegar el primero a cualquier meta que signifique vivir del cuento porque yo lo valgo, porque soy más listo, por mis cojones, aunque tampoco faltan vaginas en este campo de la meritocracia espúrea y falaz.
Las derechas varias y algunas izquiedas no tienen reparos en competir a cualquier precio.
En este mundo de las apariencias hay que romper una lanza por todas aquellas personas de la clase trabajadora que se han roto el lomo a golpe de hincar los codos y conseguir a pulso una carrera, un máster o un doctorado de los de verdad.
Me viene a la memoria la bella utopía de Lenin cuando dijo que en un sistema comunista idílico hasta una cocinera podría ser presidenta de la República.
Sin apercibirnos de ello, tal vez el vaticinio leninista ya se ha llevado a la práctica en el capitalismo: un ladrón convicto fue ministro de Economía en España y presidente del FMI y una hurtadora de cremas de belleza de supermercado presidenta de la Comunidad de Madrid.
De todas formas, yo me quedo con Zaplana: hizo lo que dijo y dijo lo que hizo. ¡Máquina!
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