Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Historia | Valores | Principios | Crítica

​Si no interesa la Historia es que los principios flaquean (I)

Olvidar totalmente no es sano, sino una enfermedad llamada amnesia
Luis Méndez Viñolas
viernes, 22 de agosto de 2025, 16:24 h (CET)

Ya no se sabe quiénes son buenos, malos, agresores y agredidos. Hay minorías que se creen selectas y que por lo tanto se apropian del derecho a determinar quiénes son unos y otros. Por supuesto ellos siempre son los buenos y agredidos. Como la Historia (la fidedigna) es semejante a un libro de actas o de contabilidad, no quieren que nos interesemos por ella.


Y lo han logrado. No nos interesa el pasado, nos aburre. Sin embargo nuestro presente está construido sobre él. Tampoco nos interesan los entresijos del presente; sin embargo nuestro futuro gravitara sobre él. Despotricamos contra los políticos, pero confiamos en ellos en cuanto dejamos nuestro destino en sus manos. Nos excusamos diciendo que se imponen. Pero también les dejamos hacer. Esta especie de infantilización que padecemos no es sino confianza. Igual que algunos lo depositan todo en que Dios proveerá, otros confían en las estructuras de la sociedad, como si de un padre carnal se tratara. Ellas lo resolverán, ellas nos defenderán, esto está garantizado, no irá a peor. 


Este desinterés por la Historia también se manifiesta en el tratamiento de la memoria histórica. Salvo unos pocos, no interesa qué pasó en España entre 1931 y 1936. Las actividades que se realizan son posteriores a esos años y en su mayoría de tipo afectivo. Es comprensible y legítimo, pero la memoria no es sólo una operación de búsqueda de víctimas y sepulturas. Esta labor es necesaria, no cabe duda, pero es insuficiente. Para la mayoría, la República es un asunto enterrado, anacrónico, en blanco y negro o sepia, sin mayor trascendencia sobre el presente. Sin embargo es necesario un análisis de nuestra Historia que ha de ir desde lo económico a lo social sin olvidar lo psicológico. La política responde, sí, a una realidad material. Pero también a una idiosincrasia. Hay partidos del odio, del mal menor, del pasteleo, de la blandura, del sólo lucro, etc.


Desde el pasado hasta el presente se ha construido un puente de olvido que evita el compromiso. Quizás porque si hablamos de analizar surjan similitudes con el presente. Mejor decir que todo el mundo es bueno salvo los que incordien. Muchos dicen que los españoles en aquel entonces se radicalizaron, pero no investigan cómo vivía la mayoría. Las fuerzas directivas de la memoria cierran las heridas con cicatrizante alcohol, sin antes desinfectarlas. Íbamos a recordar frases pretenciosas de Felipe González, pero nos han provocado dolor de estómago. Sólo nos hemos quedado con una de ellas: “estoy harto de mí mismo”. Como nosotros.


Durante la Primera Guerra Mundial España tuvo una oportunidad especial para desarrollarse. Pero las fuerzas económicas no invirtieron. El dinero estaba más seguro y era más rentable en el extranjero. La nobleza agraria no quería cambios en sus inmensas propiedades. Fue una constante. En la propia guerra, cuando los mandos de la Legión Cóndor objetaron bombardear la industria de armas de Guernica, los mandos españoles les aclararon que no había problema, que querían un país agrario, lo que sorprendió mucho a los alemanes.


Pero esto tampoco era así. Los latifundios, en poquísimas manos, permanecían en su mayoría improductivos mientras los jornaleros vivían miserablemente. Tan verídico que en marzo de 1936 Gil Robles, dirigente máximo de la CEDA, reprochaba en El Debate que los grandes terratenientes en los años anteriores habían olvidado sus “deberes de justicia y de caridad”.


Es injusto culpar a quienes Ortega y Gasset llama masas. Estas, en realidad nunca tuvieron poder suficiente para influir en la dirección de la nación (¿lo tienen actualmente?). Creer que los dos primeros años de la República estuvieron bajo la férula de esas masas es ingenuo o malintencionado. El régimen republicano estaba tan condicionado (dentro de una crisis mundial tanto económica como ideológica) que apenas pudo hacer reformas, salvo las de carácter civil y educativo. Y las que hizo, la mayoría se acataban pero no se cumplían, como en el antiguo derecho hispano. Sus gobiernos representaban en realidad, y con dificultad, a una debilitada burguesía media. Se dirá que esta también es masa. Pues no se lo digan; siempre ha creído que las amenazas contra ella provienen de abajo, no de arriba.


Uno de los problemas más graves que tuvieron que afrontar, como hemos dicho, fue el del campo, dentro de una trampa en la que la improductividad provocaba miseria, la miseria movilizaciones y estas desafección en una población rural que superaba el 45 por ciento de la población. Y las limitadas medidas que se tomaron fueron insuficientes por muchas causas, entre ellas la precaria situación económica. Medidas que por cierto fueron rápidamente eliminadas por la contrarreforma agraria de los gobiernos radical-cedistas posteriores.


¿Sabe la mayoría de los españoles los nombres de los principales protagonistas de aquella época? ¿Conocen a Alcalá Zamora, Azaña, Lerroux, Gil Robles, Prieto, Largo Caballo, Calvo Sotelo, Ledesma Ramos, el lento y desinformado Casares Quiroga? Incluso en el ámbito de las mujeres –tan aparentemente potenciado actualmente-- hasta julio del presente año el Congreso sólo recordaba a Clara Campoamor. Después de casi 50 años dicho Congreso ha decidido abrir el abanico y sacarla (a Campoamor) de su sobresaliente soledad, como si los avances femeniles en vez de sociales fueran unipersonales.


Aquella república, que muchos ven como un régimen revolucionario, en realizad fue un intento modernizador de España (no le gustará a González que le desmonopolicen el término) y apenas anticipó reformas que décadas después se reprodujeron. Las reformas cívico democráticas que en su día hizo la UCD no eran sino desarrollo de lo que se paralizó en 1939.


La cuestión es que necesitamos verdaderos historiadores, no políticos que escriban historia (que es lo que predomina mundialmente). Se habla de los efectos tópicos sin mencionar las causas, es decir, el poder de una oligarquía agraria más nostálgica del feudalismo que deseosa de ser el granero del país, en connivencia con un estamento militar cuyos antecedentes más próximo fueron la dictadura de Primo de Ribera, la guerra de África (mal llevada) y el fracaso golpista de Sanjurjo, más un poder bancario más usurero que inversor.


El amor a España se plasmaba en un 52,30 por ciento de analfabetismo. Quien no educa a su pueblo es que no lo quiere libre. Pero para los demócratas oficialistas contemporáneos el conocimiento general de estas cosas no es necesario. La Historia de España que estudian nuestros alumnos es deplorable (¿Camilo Sexto a qué dinastía pertenece?) no ayuda a que vean en su patria a un campo fértil donde sembrar su esfuerzo y talento.


A ello se suma un ingente número de páginas en internet destinadas a deformar conscientemente la realidad. En una de sus páginas principales se establece que la causa de la guerra fue el asesinato de Calvo Sotelo (olvidando el asesinato del teniente Castillo el día anterior) cuando la insurrección ya había cerrado compras de armamento en Alemania, Austria y Polonia (Robert Payne, historiador nada progresista, lo certifica); y el avión inglés Dragon Rapide ya había sido alquilado.


Desde la República (desde antes) a los tiempos actuales se ha hecho un puente que permite soslayar muchos problemas que siguen sin solucionarse. Quizás este es uno de los efectos más reprochables, hacer creer que el edificio es completamente nuevo cuando en sus cimientos no se han hecho siquiera reformas mínimamente sanitarias, por lo cual, de cuando en cuando afloran aguas residuales. No se trata sólo de la ausencia de soluciones materiales, sino de un muy necesario saneamiento digamos espiritual. Olvidar totalmente no es sano, sino una enfermedad llamada amnesia.

Noticias relacionadas

La psicología social estudia las conductas y también la condición humana. Es evidente que la hostilidad o el desdén hacia las personas que hacen cosas nuevas existe desde siempre, pero en la actualidad se nota más, si se piensa en internet y en las redes sociales, y también en el ambiente social cotidiano.

La pérdida de la identidad y prácticas cristianas en España ha abierto un “vacío cultural” que otras comunidades, como la musulmana, llenan con sus propias tradiciones. Sobre esto hay que advertir que esto no es culpa de esas comunidades; o no del todo, sino de la mayoría cultural y tradicionalmente cristiana, que abandonó sus símbolos, creencias y costumbres.

Igual me equivoco, pero tengo la impresión de que, en otros tiempos, no muy distantes de estos, la línea que separaba un dicho o una idea más o menos normal de una majadería estaba clara. No digo que ese tiempo fuera mejor que este, que seguramente no lo era, pues ningún tiempo es mejor que otros.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto