No hazañero, sino hazañoso. Hacen muy de los hacendados los que menos tienen para qué. Todo lo hacen misterio, con mayor frialdad: camaleones del aplauso, dando a todos hartazgos de risa. Siempre fue enfadosa la vanidad, aquí reída: andan mendigando hazañas las hormiguillas del honor. Afecte menos sus mayores eminencias. Conténtese con hacer y deje para otros el decir. Dé las hazañas, no las venda (...). Aspire antes a ser heroico que a solo parecerlo, decía Baltasar Gracián (1601-1658) en su "Oráculo manual y arte de prudencia". Existe el azar y, precisamente porque existe, los humanos tendríamos que afilar el lápiz y tomar precauciones, sobre todo en algo tan serio como el sentenciar, ocuparse de la ley –seas juez o letrado- y hacer justicia. Todo lo cual se hace dentro del lenguaje, que incluye al jurídico. Gracián, perteneciente a la Compañía de Jesús, orden importante en el catolicismo del siglo XVII y hasta hoy, escribió en aquel, su compendio de instrucciones éticas, un manual cercano al saber popular. En su entender, "prudente" no es aquel que se pone a sí mismo como modelo ni mucho menos el que ofrece un ordenado discurso de sus cosas, los hechos y los demás. Prudencia y razonabilidad se dan la mano para Gracián. Y no hay prudencia, desde luego, sin renuncia al ego y a lo propio. La ley, las instituciones –dispositivos en crisis hoy en muchas naciones del planeta-, mal que nos pese requieren de especialistas aun cuando haya intentos (efímeros o no) de democratizar los poderes judiciales o “mejorar” los sistemas jurídicos.
Gracián continúa siendo moderno pues sus textos supieron sobrevivir a su época, son universales. Conténtese con hacer y deje para otros el decir, afirman sus aforismos, contrapuestos a un mundo en el que solo vale lo que circula, lo que se vende, lo que divulgan los medios masivos de comunicación, grupos y usuarios en las redes. Dé las hazañas, no las venda, recomienda asimismo. Porque el saber -que es mucho más que el conocer de la ciencia- aconseja bien, como lo hacen nuestras abuelas, los adagios y refraneros: a menudo dan cátedra más acá de la universidad y más allá de las modas, de la velocidad legislativa, de la desarticulación de institutos normativos justos y del hábito de andar cancelándose entre correligionarios y partidos. Entre efímeras y solícitas apariencias, cuando lo privado y lo público se han convertido en una misma y aterradora “verdad”, quizás los profesionales de la ley tengamos que saber que puede más quien más y mejor hace en sus rutinas profesionales, sosteniendo un pudoroso silencio hacia fuera. Es que la doctrina y la buena jurisprudencia se van haciendo al andar. Será mejor juez quien más y mejor resuelva y brillante abogado, aquel de quien loas hablen sus clientes. Desconfíe el público en general del que mucho brilla pero poco hace, pues no basta con “parecer heroico”- dice Gracián. Lo que interesa destacar entonces de la Justicia justa sería que esta abreva siempre en el sentido común y la razonabilidad, que incluyen celeridad en la resolución de las causas y un delicado equilibrio al analizar los hechos y el Derecho. Cito a propósito y por caso a un viejo tratadista de Derecho Penal, juez probo y trabajador, estudiado jurista y docente argentino: Eusebio Gómez (1883-1954), quien se distinguió por sus conocimientos, su labor y honestidad y sus saberes.
|