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Corrupción arraigada

¡Qué difícil es eliminar las malas hierbas!
Octavi Pereña
lunes, 14 de julio de 2025, 10:33 h (CET)

En uno de los apuntes al natural, JL. Martin muestra al orador pontificando desde la estrada. “¡No todos los políticos son corruptos!” Desde platea, el representante del público le dice: “De acuerdo. La pregunta es: ¿Por qué los corruptos siempre llegan a la cúpula de los partidos?” Interesante pregunta, ¿verdad?


En “Las dos caras de la humanidad”, Albert Montagut escribe: “La información científica obtenida en Chile y las consecuencias del conflicto de Oriente Medio nos dan una idea de lo que somos capaces de desarrollar, pero a la vez desnuda al ser humano y nos muestra las dos caras y que alguna cosa no funciona en nuestra civilización. Después de miles de años de desarrollo,el gen de la maldad sigue latente en el ADN de la humanidad. Incluso hoy mismo, cuando la inteligencia artificial nos muestra que la creación del conocimiento todavía tiene un recorrido larguísimo, somos incapaces de controlar el instinto de la maldad”.


Mariano Guindal, en su escrito: “Medio siglo de corrupción política”, aporta unos datos que cabreará a muchos: La corrupción política tiene un coste de 2000€ por contribuyente. Algunos juicios por corrupción siguen pendientes de resolver 20 ó 30 años después. Guindal finaliza su escrito con esta perla: “Están interrelacionados y no es fácil distinguir si el origen es en la política o en la economía. Lo que queda claro es que es urgente regenerar la vida política y económica, recuperando ética y valores, y superar la crisis de las instituciones restaurando la independencia y el papel de contrapoder del poder político”. Lo que tiene claro Guindal es: “que es urgente regenerar la vida política y económica, recuperando ética y valores”. Guindal parte de una premisa errónea: Considera que el ser humano es bueno por naturaleza y que con solo enseñarle ética y valores cambiará su tendencia a la corrupción. ¿Qué nos dice el salmista? “No te impacientes a causa de los malvados, no tengas envidia de los que traman iniquidad, porque como hierba verde se secarán”(Salmo 37: 1, 2).


Los medios de comunicación difunden las corruptelas de los políticos porque saben que ello vende. Muchos lectores son masoquistas y se deleitan informándose de corrupciones del prójimo. Se gozan de los deslices ajenos porque razonan mal. Hablando entre dientes se dicen: “Yo no soy como estos malnacidos que nos roban. Soy una buena persona que busca la dirección de la ética y de los valores.


Amanece. Jesús está sentado para enseñar al auditorio. Se le acercan unos escribas y fariseos, por cierto, bellísimas personas en sus propios ojos, para presentarle “una mujer sorprendida en adulterio” (Juan 8: 3). ¿Qué pretendían estos defensores de la moral pública? Que condenara aquella mujer a ser lapidada según la Ley de Moisés. “Y como insistían en preguntarle, se enderezó y les dijo: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojarle la piedra contra ella” (v. 7). ¿Cuál fue el resultado de esta respuesta? “Ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno” (v. 9).

¿Qué lección se puede sacar del juicio a una mujer sorprendida en adulterio? Que los moralistas, que según ellos son estrictos cumplidores de la Ley de Dios, Jesús, sin acusarlos abiertamente, les hace ver que ellos también son pecadores lo que no les permite que se conviertan en justicieros. En el tema de la corrupción que tratamos si Jesús dice a los políticos que vociferan anticorrupción: “El que de vosotros esté limpio de corrupción sea el primero en arrojar la piedra”. Los justicieros acusados por su conciencia se retirarán del escenario cabizbajos. ¿Dónde irán a quejarse?


El rey David cometió adulterio con la esposa de un militar que se encontraba en el campo de batalla. No hubo testigos del adulterio. Dios que observa todo lo que sucede en la tierra contempló la infidelidad real. Intervino en el asunto porque no le gustó lo que vio. Envía al profeta Natán para que amoneste al adúltero (2 Samuel 12: 1-14). El resultado de la visita del profeta fue que David escribió el Salmo 51. El rey expone sus sentimientos y describe su condición de pecador: “Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos” (v. 4).


No podemos cerrar este escrito sin volver a encontrarnos con aquellos escribas y fariseos que se retiraron del escenario con el rabo entre las piernas y con la conciencia que los acusaba. ¿Qué ocurriría si Jesús dijese a Aznar, Rajoy, Feijóo, Ayuso: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra”? Si Jesús es quien lo dice, siendo el Único que puede entrar en la conciencia, si no fuesen unos insensatos creyendo que son rectos en sus propios ojos y si escuchasen a Jesús, serían sabios y no abandonarían el escenario avergonzados, sino como sabios y como tales se pondrían un candado en los labios para mantener la boca cerrada. Ya no volvería a escucharse la cancioncilla: “¡Pedro Sánchez, dimite!” El silencio aportaría serenidad en la política que mucha falta le hace.

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