En este artículo se reflexiona sobre los paralelismos entre las antiguas guerras de Roma contra los cántabros y astures; y los conflictos internacionales actuales. Aunque los siglos nos separan, hay dinámicas que parecen repetirse: el uso de justificaciones para declarar guerras, las provocaciones, los pretextos y, sobre todo, la construcción de relatos que legitiman la violencia.
¿Cómo declaraban la guerra los romanos?
En tiempos de la República, Roma no entraba en guerra de cualquier manera. Existía todo un protocolo legal y religioso. Primero debía haber una ofensa real, el llamado casus belli, luego se enviaba una embajada para intentar resolver el conflicto pacíficamente y, si esto no funcionaba, se hacía una declaración formal de guerra.
En los primeros tiempos, incluso se arrojaba una lanza en suelo enemigo como gesto simbólico. Más adelante, bastaba con una decisión del Senado y la apertura del templo de Jano, que simbolizaba el estado de guerra.
El protocolo en la Edad Antigua, incluso en civilizaciones que permanecieron hasta la contemporaneidad en la Prehistoria, lanzar una lanza era símbolo de guerra, antes de que todo empezase. Pero ahora hemos retrocedido, sin señales de aviso tenemos guerra y a lo grande, poniendo en peligro no a los pueblos interesados sino a la humanidad al completo por la parte más inhumana de la humanidad; y también a la Naturaleza en pleno.
Lo importante para Roma era mantener la pax deorum, la paz con los dioses. Toda guerra debía parecer justa, aunque a menudo se buscaban excusas bastante forzadas para cumplir con este ritual. Hoy día, hasta en los casos que más presumen de ortodoxia, no se tiene en cuenta a Dios, a la Naturaleza, a la Energía positiva máxima, única e infinita de la que todo procede. Hoy el dios que los bélicos reconocen no es un dios espiritual sino crematístico, se llama dinero y se apellida interés y poder.
El legado romano: el derecho a la guerra
Esta idea de la “guerra justa” no desapareció con Roma sino que influyó en pensadores como Francisco de Vitoria en la Escuela de Salamanca y más tarde en autores europeos como Grocio. Incluso en la actualidad, los Estados (Unidos, Israel, Rusia) siguen necesitando un casus belli, aunque se haya transformado en conceptos como la “guerra preventiva” o el peligro de “armas de destrucción masiva”.
Sin embargo, hoy en día las justificaciones se construyen a través de los medios de comunicación, no con lanzas ni embajadas. Dominando las masas se domina el mundo, ya lo decía Alejandro Magno, dadme masas para convencer, no individuos y dominaré el mundo o algo así. Y si hace falta una excusa más convincente, se recurre a lo que se conoce como “falsas banderas”: provocaciones o autoataques diseñados para justificar la respuesta militar. Un teatro malvado hecho por malditos.
La guerra contra cántabros y astures: un ejemplo clásico
Según fuentes clásicas como Floro, los cántabros eran pueblos rebeldes que no sólo se resistían a la ocupación romana, sino que también atacaban a sus vecinos ya sometidos. Esta narrativa permitía a Roma justificar su intervención militar como una necesidad de pacificación. Es decir: una guerra “por si acaso”.
Tal es el proceder de Israel contra Irán, “por si acaso” se les ocurre usar su armamento nuclear contra ellos. Ellos, antes que nada, los masacran con bombas mil. Si ellos se defienden, montan en cólera, simplemente porque el que ha sido atacado ha osado defenderse. ¿Cabe mayor ironía, indolencia y desvergüenza?
Si observamos con atención, es posible que fuera al revés, es decir, que Roma acumulaba tropas y recursos cerca de sus fronteras, provocaba escaramuzas y luego usaba la reacción de los cántabros como excusa para invadir. En resumen, el casus belli ya estaba preparado de antemano.
¿Un patrón repetido?
La comparación con la actualidad es inevitable. Hoy también se observan acumulaciones militares, maniobras estratégicas, amenazas veladas y medios de comunicación que construyen un relato único para convencer a la opinión pública.
El paralelismo es claro: si antes era Roma la que invadía en nombre de la civilización, hoy otros imperios lo hacen en nombre de la democracia o la seguridad global. Otros “le echan cara al asunto y ven que su población crece, necesitan más terreno y deciden quitárselo a los vecinos, a los que previamente ellos ya habían usurpado el territorio que están ocupando. Las formas cambian, pero las lógicas del poder persisten.
La opinión pública y la manipulación
En tiempos pasados, las masas podían frenar guerras si estaban bien informadas. Hoy, sin embargo, la capacidad crítica parece haber sido erosionada.
En tiempos pasados, donde pocos tenían la oportunidad de asistir a alguna escuela, era difícil convencer a las masas, mucho más aún sujeto a sujeto. Pero ahora, que todo el mundo tiene obligación de pasar por la escuela, se controla la mente de la gente con más facilidad que nunca antes. ¿Por qué será?, ¿Quizás por el “ADOCTRINAMIENTO ESCOLAR”? ¿Quizás por los MENSAJES DIRECTOS más + los SUBLIMINALES que lanza la televisión a las masas? No sé, no quiero ser mal pensada, pero por ahí hay un refrán que dice: “Piensa mal y acertarás”.
La pandemia reciente mostró cómo la información puede ser manipulada y cómo se puede controlar a grandes poblaciones con discursos únicos. Esa experiencia sirvió, según muchos analistas, como ensayo general para nuevos escenarios de control.
Hoy, incluso si las multitudes protestan o se rebelan, los sistemas de represión y de propaganda son mucho más sofisticados. Los nuevos “pretorianos” ya no empuñan espadas, sino algoritmos, cámaras y discursos perfectamente dirigidos, que hacen pasar al ser más vil por un pobre “yo no fui”.
¿Estamos a tiempo?
La reflexión final es inquietante. Las armas de hoy son mucho más letales que las lanzas romanas. La destrucción sería total. Y aunque la mayoría de la gente, incluso entre los más belicistas, se oponen a una guerra global (al menos “de boquilla”, porque en realidad parece que algunos lo desean con todas sus fuerzas), parece que sus voces ya no bastan.
La inteligencia colectiva, la capacidad crítica y la voluntad de paz están siendo atacadas antes de que puedan alzar el vuelo. ¿Podremos, como civilización, recuperar el rumbo? ¿O asistiremos una vez más a la historia repitiéndose con distintos nombres, los mismos errores? Lamentablemente “el hombre” es el mismo en todas las épocas.
El futuro de nuestra civilización
Hablar del futuro de nuestra civilización es como intentar leer el horizonte en medio de una tormenta, hay señales, patrones y advertencias, pero también mucho que aún no está escrito. Aun así, podemos trazar algunas líneas posibles en función de las dinámicas actuales.
Estamos ante un mundo hiperconectado… y profundamente dividido.La tecnología nos ha unido como nunca antes, pero también ha creado nuevas brechas: sociales, económicas, culturales y psicológicas. La información está al alcance de todos, pero también la desinformación. El reto no es sólo saber, sino saber discernir.
El futuro probable lo constituyen sociedades más polarizadas, en las que el acceso al conocimiento y a la verdad será un privilegio, no un derecho común. Es decir, no vamos progresando, estamos involucionando. Parece como si estuviéramos en la antesala de la imagen final de “El Planeta de los Simios”, con un Charlton Heston junto a una enterrada Estatua de la Libertad sin nada más alrededor que arena y agua.
El auge de la inteligencia artificial y la automatización, es otro factor. Las máquinas no vienen a quitarnos el trabajo sino que vienen a redefinir qué significa “trabajar”. Las tareas repetitivas desaparecerán y surgirán nuevos roles… pero no para todos. Muchos quedarán atrás si no se replantea profundamente el modelo educativo y laboral. Ante este estado de la cuestión se advierte un futuro probable de mundo dividido entre quienes entienden, controlan o se adaptan a la tecnología y quienes son controlados por ella. Es aquello de “adaptarse o morir”.
Cambio climático y crisis de recursos. No es una amenaza lejana, ya estamos viviendo la era de los desastres naturales extremos, del agotamiento del agua dulce, de las migraciones por causas ambientales. La Tierra está reaccionando a siglos de explotación. Teniendo esto en cuenta el futuro probable sería de conflictos geopolíticos por recursos básicos, ciudades inhabitables, sobrepoblación de pocas zonas y abandono de grandes regiones geog´raficas, incluso continentales; y una gran necesidad de reinvención ecológica o colapso parcial de los sistemas actuales.
Democracias en peligro y nuevas formas de control. Las democracias se erosionan desde dentro en virtud de los populismos, la desinformación, la manipulación digital, la polarización ideológica… Cada vez más ciudadanos desconfían de sus instituciones, mientras crecen las formas de vigilancia masiva y control social. Y eso que el control masivo se ha hecho necesario, -pero no el control antes aludido-, porque la delincuencia se ha incrementado de forma exponencial, los valores morales y éticos están a punto de desaparecer por completo, porque en las escuelas no se enseñan y tampoco en la mayoría de las familias, los hijos educados van a contrapelo en la escuela, la gente educada y con valores va a contrapelo en la sociedad, la ley parece hecha para el delincuente y no para el ciudadano de pro; y los juicios se amañan con testigos y pruebas falsas ante personajillos que por tener una toga puesta se creen dioses y son personas que no merecen ese estatus. No todos, pero el número es suficiente como para que la mayoría no diga la verdad si dicen que creen en la justicia. Ante todo esto, el futuro probable y a la vista es de regímenes “tecnocráticos” o “blandos” que mantendrán el orden con herramientas digitales, mientras la libertad se redefine o se recorta. Porque a día de hoy y en pensamiento socialcomunista está prohibido prohibir, es un mal entendimiento del concepto libertad.
Posthumanismo y rediseño del ser humano. Biotecnología, edición genética, prótesis neuronales, fusión hombre-máquina. Todo esto ya no es ciencia ficción, sino un horizonte cercano. Los alumnos en clase cuando hablo de Harawey y su ciborg despiden chispas de sus cabezas, pero es que eso que parecía una aberración, una locura de alguien con alguna frustración que le impedía pensar con claridad, se está haciendo realidad.
La pregunta ya no es si podremos modificar al ser humano, sino quién decidirá cómo y para qué hacerlo. Y, ante esto, el futuro probable no es sino una humanidad fragmentada entre los “mejorados” y los que no acceden a estas tecnologías. ¿Seguiremos siendo todos humanos? ¿quizás medio humanos? ¿ciborg? ¿o totalmente máquinas con algún adorno orgánico?
Globalización vs. identidades locales. Vivimos en un sistema global, que exige cooperación internacional… pero…, las identidades locales, religiosas, étnicas o nacionales resurgen con fuerza. Buscamos raíces frente al vértigo del mundo contemporáneo. Precisamente porque sentimos que perdemos identidad, que es lo único que nos queda ya, porque todo lo demás está bajo el control de otros, que además no merecen, ni nosotros merecemos, que “esos” nos controlen, ni controlen nuestro patrimonio. Ante estos desvaríos, el futuro probable que se vislumbra es una tensión permanente entre lo global y lo tribal. A veces habrá integración, otras veces conflicto. A la gente, si se le pregunta directamente, lo que dicen es que a ellos “les gusta ser ordenados: cada uno en su sitio”. Los problemas de cada cual los tiene que resolver en su sitio cada cual y no cargar a otros con sus problemas. Esto es lo que se llama “verdad de perogrullo”. La expresión "es una verdad de Perogrullo" hace referencia a una afirmación tan obvia que resulta innecesaria o redundante y Perogrullo hace alusión a un personaje ficticio del folklore español, el “sabio Perogrullo”, que decía obviedades como “si no llueve, es que está seco” o “las cosas son como son”. Por eso, decir que algo "es de Perogrullo" significa que es una obviedad, una verdad tan evidente que no merece la pena ni mencionarla.
La gran batalla: sentido y ser vs. vacío. Tal vez el mayor reto no sea tecnológico, ni político, ni climático, sino existencial. En un mundo saturado de estímulos ¿qué sentido tiene vivir?. La ansiedad, la depresión, el aislamiento y la pérdida de propósito crecen como epidemias silenciosas. El futuro que se divisa como probable es que o redescubrimos un propósito común, llámese solidaridad, arte, trascendencia, comunidad, etc.; o caeremos en una era de nihilismo tecnificado. La nada científica. La nada humana y el poder mecánico.
¿Y entonces? Nuestra civilización camina hacia una encrucijada histórica en la que puede transformarse en algo más justo, consciente y sabio; o, por el contrario, puede repetirse en bucles de colapso y control disfrazados de progreso. Crisis tras crisis según Khun es como se progresa y se evoluciona, porque la crisis, que nace de un estancamiento sin soluciones, incita a algunos cerebros inquietos a intentar dar solución a los problemas trascendentales del momento, plantean una solución y unos le sigue y otros lo toman por loco, cuando el séquito es considerable la ciencia revolucionaria se convierte en la ciencia normal, la que todo el mundo acepta y así sucesivamente, en un ir y venir, con ida, pero sin vuelta. No hay un único destino. Tampoco soluciones únicas, sino tantas como cerebros inquietos.
El futuro no es un tren que avanza solo, lo construimos nosotros, día a día, con nuestras decisiones, con valores, con coraje colectivo. La pregunta no es “¿qué nos depara el futuro?”, sino ¿qué tipo de civilización queremos ser? ¿Qué quiero ser? y, sobre todo, ¿Qué estoy dispuesto a dar?: conformismo o crítica social y luchar por crear conciencia colectiva con valores apropiados que sean capaces de mantener a la humanidad sobre nuestro mundo, por lo menos sobre la Tierra.
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