La ESO es percibida por numerosos adolescentes, como un trámite vacío y monótono y sin ningún valor. En realidad, es una etapa formativa rica en descubrimientos, desarrollo intelectual, emocional y social. Otro de los problemas frecuentes en algunos alumnos es el comportamiento irrespetuoso. Además, la sensación generalizada de desmotivación, que reina en una considerable parte de los grupos de la ESO, plantea un desafío profundo, no solo para la pedagogía, sino para la psicología y también para el diseño mismo del sistema educativo. ¿Es posible revertir esta desmotivación a través de técnicas psicológicas y pedagógicas apropiadas? Considero que es muy difícil, en términos generales ¿Estamos ante una lucha desigual contra fuerzas estructurales, culturales y personales demasiado poderosas como para esperar una transformación radical? La evolución de la sociedad actual influye tanto en las actitudes conductuales de muchos adolescentes, que parece una tarea imposible el logro de cambios conductuales, que promuevan la motivación y el esfuerzo sostenido en el tiempo. También es cierto que son aplicables estrategias eficaces, sustentadas en la psicología motivacional, para reavivar el interés por el saber y la cultura. No se puede caer en un pesimismo generalizado, en relación con la desmotivación. También es cierto que las técnicas pedagógicas y psicológicas no funcionan como recetas milagrosas. Puede entenderse la motivación como construcción psicoeducativa. Desde mi enfoque, las dos cuestiones principales que indican que se ha conseguido una cierta disciplina conductual son la intensidad y la persistencia. Son fuerzas esenciales para la motivación. De hecho, la intensidad es la expresión de cuanta energía está dispuesto a invertir cada alumno, en su proceso de aprendizaje. La persistencia, tenacidad o perseverancia es la insistencia, en sostener una actividad a través del tiempo sin abandonarla. La energía o esfuerzo sostenido en el tiempo, marca la diferencia entre el éxito y el fracaso y es la forma en que se logran avances formativos significativos, algo que es aplicable también en cualquier actividad de la vida. Lo que se manifiesta también en las actividades creativas. Existen dos tipos de motivación: intrínseca e extrínseca. En la extrínseca el impulso proviene de las recompensas externas, como las calificaciones, el reconocimiento o la presión familiar. Es menos poderosa que la interior, ya que en esta el impulso proviene del interés, la curiosidad, el asombro, la admiración, el deseo de superación o la búsqueda del sentido. Según autores como Edward Deci y Richard Ryan, la motivación intrínseca es la que conduce a un aprendizaje más profundo, y más conectado con el crecimiento personal.
Las causas de la desmotivación se pueden dividir, en causas personales o internas y causas familiares y sociales. En cuanto a las internas, la baja autoestima académica y los estilos atribucionales negativos son bastante frecuentes en las conductas desmotivadas, ya que no se debe culpar a los docentes de la falta de esfuerzo e interés. Es preciso el reconocimiento sereno de la propia responsabilidad y no negar la realidad de los hechos. Estas actitudes impiden la mejora respecto a la motivación. Otra explicación es la falta de sentido vital. Indudablemente, la adolescencia es un periodo de crisis de identidad. Si no se vislumbra un propósito, el estudio parece inútil. También es cierto que la desregulación emocional causada por la ansiedad, la impulsividad o la tristeza pueden bloquear el interés por aprender.
En cuanto a las causas familiares de la desmotivación o que pueden influir en la misma son: el desinterés o la sobreprotección, los modelos inestables: familias que no ofrecen figuras coherentes de autoridad, sentido o valoración del esfuerzo, etc.
Las causas económicas o emocionales, a mi juicio, son decisivas. Dificultan la concentración o el compromiso con los estudios. Si a esto se une que estamos viviendo en la sociedad digital, en la que la aceleración y la rapidez lo invade casi todo, las consecuencias son claras. Además, la dependencia de los móviles es altísima en los adolescentes, lo que repercute en todos los aspectos de su vida. También en su falta de atención a las explicaciones de los docentes y en la carencia de hábito de estudio, en la mayor parte de los estudiantes. Para ellos todo gira alrededor del entretenimiento de los contenidos digitales de los móviles. También es preciso poner el énfasis, en la desestructuración familiar y social que avanza a paso agigantados y crea notables conflictos, en una considerable parte de los adolescentes. Valores como la paciencia, la verdad, la bondad y el esfuerzo son considerados como anticuados y no es cierto, ya que son la base de nuestra civilización occidental. El hábito de la lectura se está perdiendo en numerosos adolescentes. Parece que solo es importante la imagen y tampoco es verdad. La era digital en la que vivimos se nota con gran intensidad en el mundo adolescente, ya que todo tiene que ser instantáneo y a capricho. Muchos no saben aplazar las gratificaciones, todo tiene que ser inmediato. Pero la sociedad o la realidad de las cosas impone sus propios límites. Es lo que deben aprender. La vida es lucha sin fin.
La ESO es percibida por numerosos adolescentes, como un trámite vacío y monótono y sin ningún valor. En realidad, es una etapa formativa rica en descubrimientos, desarrollo intelectual, emocional y social. Otro de los problemas frecuentes en algunos alumnos es el comportamiento irrespetuoso.
Puedo casi jurar que intento ser tolerante, comprensivo y empático, y aún diré más: intento ser optimista. Intento quedarme con lo bueno, fijarme sólo en esos detalles que te podrían hacer creer que la sociedad va evolucionando, que eso será lo que algún día (no hoy) nos hará vivir en un mundo mejor.
En el ámbito educativo —sea en la escuela o en la universidad— se insiste en la necesidad de que los entornos de aprendizaje sean espacios protegidos, espacios seguros. Pero ¿qué se entiende realmente por un “espacio seguro”?