Hoy, festividad de Pentecostés, en lugar de alegría he sentido tristeza, desaliento y pesimismo. ¿Por qué? Por la desacralización de la divina Eucaristía. Si el papa Pablo VI confirmó la forma de recibir los fieles la comunión de rodillas y en la boca, en vigencia desde hace dieciséis siglos, salvo el privilegio concedido a un grupo desobediente, ¿por qué esa norma sacrílega se ha extendido por toda la Iglesia? ¿Será que el humo de Satanás, como dijo el papa, se ha infiltrado en la Iglesia?
Las consecuencias son gravísimas: muchos católicos han perdido la fe, no hay vocaciones religiosas y la sociedad está totalmente desquiciada. El papa León XIV recibe una Iglesia desacralizada y mundanizada. Si la comunión anda de mano en mano y ha sido impuesta por desobediencia al Magisterio de la Iglesia, si estos miembros no rectifican y no se anula la comunión en la mano, todo lo demás será estéril.
De poco sirven todas las festividades que celebra la Iglesia si Cristo anda de mano en mano. Ya no hacen falta los sacerdotes que tienen las manos consagradas, pues vemos cómo muchos fieles lo hacen. Esta desacralización puede ser el preludio de que se produzca una intervención celestial. Se hace obligatorio recordar el mensaje de Fátima: Dios castigaría con una guerra los crímenes de la sociedad, y vino la Segunda Guerra Mundial. ¿Está ahora la sociedad mejor que en aquella época? Todas las alarmas están sonando.
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