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Nada nuevo

Lo que para los entendidos podría considerarse deterioro de la política, no lo es tanto, teniendo en cuenta que su ejercicio es una ocupación profesional y temporal
Antonio Lorca Siero
viernes, 13 de junio de 2025, 11:36 h (CET)

Las élites políticas a las que el capitalismo entregó el poder, para controlarlo desde la trastienda, ven que a los ojos de la muchedumbre se deteriora su papel, porque, como a todos, además del poder interesa el dinero. En realidad se trata de un acto de hipocresía actual porque no es nada nuevo.

Incluso en tiempos pasados, el que más o el que menos ha estado a su negocio personal, aunque se escude en discursos políticos altisonantes para seducir a los mas crédulos. Es el triste destino de las mayorías, incapaces de sacudirse del yugo conductor de las minorías. Sin embargo, este deterioro hoy solo se queda en titulares mediáticos. No resulta preocupante, porque el espíritu político de las masas se ha reconducido dejarse someter, aprovechar el ocio y disfrutar del espectáculo. Lo que queda de la política consiste en exhibir el titular de la democracia del voto, mientras el instinto político ciudadano se representa a través de una papeleta para elevar a la condición de élite al señalado, con la condición de que procure espectáculo en línea con los intereses del mercado, creyendo que este trabajo es gratuito.


Por tanto, lo que para los entendidos podría considerarse deterioro de la política, no lo es tanto, teniendo en cuenta que su ejercicio, cuyo nivel mas elevado reside en la tarea de mandar a los sujetos a su disciplina, es una ocupación profesional y temporal. Como tal, se trata de un trabajo más y su objetivo es alcanzar el mejor salario, pero, si este es escaso en términos oficialmente reglados, para eso se habilitan los complementos. Por otro lado, es un trabajo interino, lo que implica que, pasado su tiempo, se agota, por lo que es natural que en tanto se tenga se disfrute de la buena vida y, si se es previsor, se guarde algo para el futuro. De ahí que se vaya desmontando la leyenda del elitismo político y haya pasado a ser una ocupación más, con lo que ello conlleva.


El estado de la política actual surge teniendo en cuenta el capitalismo gobernante, representado por quienes no aparecen en los medios blindados por los figurones de la riqueza, encargado de crear elites políticas en tales términos, usando del invento de la democracia de papel, con la que no hay peligro para sus intereses. En su ocupación, la elite circunstancial solo tiene que proteger los intereses mercantiles de quien manda y de que el empresariado no vea recortadas sus expectativas de negocio, en definitiva dejarle hacer. En cuanto a la muchedumbre hay que tenerla entretenida, no solo desde el mercado, sino ofreciendo espectáculo político. Y en eso se está.


Que se descubra que las élites ya no son tales élites, sino simples humanos que, como todos, buscan hacer negocio, y lo del interés general no es más que otro rótulo para que elucubren los teóricos, solo es abrir los ojos para volver a cerrarlos y continuar soñando. El error reside en que se ha venido elevando a las élites políticas a la condición de diosecillos menores, y en los tiempos modernos el argumento no sirve. De ahí que cuando la realidad pone las cosas en su sitio, hay que abandonar las fábulas y dejar las cosas como están, es decir no echarse las manos a la cabeza y dejar de mirar a los mandantes como élites, para colocarlos al nivel de una persona más, que se ha convertido en argumento para el espectáculo mediático, sin perjuicio de adoptarse las oportunas medidas.

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