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La inspiración profunda y el dolor humano

Román Hernández y Denis Siniauski ahondan el drama humanitario que viven las Islas Canarias a través de una exposición que analiza la trasmutación del ser humano a través del espacio y su impacto en el ser
Guillermo de Jorge
viernes, 13 de junio de 2025, 10:15 h (CET)

Empédocles definió como principios constitutivos de todas las cosas cuatro elementos inalterables y eternos: el agua, el aire, la tierra y el fuego; y que, al interactuar en distintas proporciones por efecto de dos fuerzas cósmicas, el amor y el odio, generaban la amplitud de la existencia de los seres en el mundo físico. Pertenecemos a ese mundo terrenal. Seguimos recorriendo las calles, como la memoria de una historia que nunca fue. Somos sus hijos. Los hijos del todo. Los hijos de la nada. Somos su premonición, el vacío, el caos.


Pero desde ese abismo que despertó Empédocles, de la materia, de la roca, del cuerpo humano, la cabeza o testa de un ser es la parte superior del cuerpo que contiene la boca, el cerebro y todos los órganos sensoriales: la visión, la audición, el olfato, el gusto y el inexorable tacto. La cabeza ha sido la parte del cuerpo que más se ha representado en la escultura a través de todos los tiempos. Bajo la idea de que en ella se encuentran todos los fundamentos del pensamiento y, en cierta forma, a partir de ella emergía la clave de bóveda del conjunto de la jerarquía entre el mundo de las ideas, la luz o, lo intangible; junto con el mundo sensible, lo material o lo tangible, asegurando la cohesión y el sentido último de las cosas. Estableciendo la cabeza, como parte de la cárcel del alma, que somete a su origen racional, inmortal e inteligente. Porque irremediablemente la separación absoluta de las ideas y de la materia siempre nos ha conducido a lo absurdo.


El pensamiento clásico valoraba al hombre como una criatura perfecta en la que se hallan todas las cosas que se estiman en el mundo, en tanto en cuanto un producto de la creación divina es. Así, se desprende, con toda seguridad, de la cita 44D, del Timeo de Platón, en la que señala que los dioses, imitando la forma esférica del universo, incluyeron las dos direcciones divinas en un cuerpo esférico, homo ad circulum y ad quadratum, que a saber denominamos hoy cabeza, la cual es la parte más divina de nosotros y señora de lo que en nosotros existe y, también, desde una perspectiva más mística, la posibilidad de la propia elevación del ser o de la materialización de la búsqueda de un estadio superior del ser o de sus estadios íntimos rectores.


Cuando un ser humano toma la iniciativa de intervenir la materia, a la manera humilde con las que se hacen las cosas, como el pan, por ejemplo, entre unos labios, el proceso al que puede aspirar la transformación es hacia el arte, abarcando de forma, sine qua nom, los valores y los principios personales que sustentan al individuo. Como decía François Mauriac, determinando a través de la obra el contrato que ha establecido con la realidad. Sea cual sea la perspectiva del individuo, la necesidad de transmitir la experiencia, en las cuales intervienen agentes y elementos subjetivos, para proyectar un concepto objetivo. El arte es la necesidad constante de observar. El apremio de diferenciar entre arte y estética, entre el cuerpo y la luz, entre la materia y la belleza.


6. La inspiracion profunda Guillermo de Jorge

Instalación realizada por Román Hernández y Denis Siniauski


Las cabezas que forman parte del proyecto han sido modeladas, moldeadas, vaciadas en gres y cocidas a 1250º. En cierta forma, las esculturas no sólo simbolizan el cuerpo y el alma del ser humano desde un punto de vista especulativo, sino que también representan desde una perspectiva operativa el proceso vital al que son convidados los individuos o los seres racionales una vez que nacen y que, partiendo desde las mismas columnas que sustentan la casa, afligidos por los diferentes elementos que constituyen la naturaleza, emprenden ese viaje iniciático que comienza desde la misma matriz materna, creados a imagen y semejanza, los unos y los otros, estando condicionados no sólo por los metales que interactúan entre ellos, sino también por la beldad y el caos que impera sobre el mundo: el fuego, el aire, el agua, la tierra y el silencio. Movidos por el amor y el odio, por la sed y la tormenta, por la liturgia y la carne. Así, las esculturas han sufrido los mismos embates que podrían padecer un ser humano desde su concepción. Todos originados desde la misma materia, sometidos por el caos y que transitarán los diferentes estadios superiores de la condición y de la conciencia humana. Independientemente del género, de la edad, de la nacionalidad, de la religión, todos los seres humanos desde que partimos de la oscuridad hacia la luz oxigenamos constantemente todo aquello que existe a nuestro alrededor. Respirando, porque respirar es también dar y recibir. Y, quizás, ese sea también el otro gesto que nos une profundamente a la naturaleza, a nuestro entorno y, por ende, a nuestros consustanciales. Un acto que nos permite conocernos a nosotros mismos y al mismo tiempo nos ofrece la posibilidad de sentir el universo que nos rodea, compartiéndolo, regenerándolo, adaptándonos, formando parte de cada una de las teselas que conforman la belleza de esta catedral que es el mundo.


La concepción de la belleza debe estar vinculada a la ética. Porque lo bello no es una propiedad, sino una comprobación de la belleza, como afirmó Platón. Causa por la cual se representa a las artes a través de aquellas disciplinas que utilizan objetos y las que los imitan —la Ktetica—. Las artes beben de lo que se halla en la naturaleza y la poética o el arte de producir aquello que no se encuentra en la natura. La determinación de la interpretación de lo que es el arte, la reflexión desde una perspectiva integral en la que interviene en la historia, la teoría, la estética y las distintas disciplinas sobre los valores artísticos que acaban, en definitiva, definiendo en última instancia a la sociedad. No se trata solo de sistematizar lo general dentro de la historia del arte y analizar lo que cada cual persigue, sino y sobre todo, de atender a la actualidad, ser conscientes de todo aquello que acaece alrededor nuestro. Esa es una de las razones de ser del arte en lo inmutable, para adentrarnos en nuevos campos y nuevos lenguajes que nos den a entender el mundo actual a través de un destello, de una certeza o de un fragmento.


5. La inspiracion profunda Guillermo de Jorge

Instalación realizada por Román Hernández y Denis Siniauski


Cuando abordamos el concepto de fragmento, deberíamos reflexionar que lo mínimo, exiguo, lo leve es el uno, y que también, por ende, es el todo. Nada de esto acepta discusión, pues no podemos entender el universo, lo uno sin lo otro. Cuando avanzamos a través de la materia, lo hacemos a partir del uno, del ser, del punto exacto en el espacio, buscando siempre la verticalidad, anexando otro lugar u otro objeto para establecer una posibilidad, como una sucesión de puntos colineales, sobre una misma dirección o recta. El escultor Alberto Giacometti (1901-1966), artista existencial por excelencia, representaba en sus esculturas de cabezas la presencia de la muerte, llegando a romper con la dimensión realista de la escultura figurativa clásica. El fragmento como totalidad, la representación de la cabeza humana, por ejemplo, era una de las preocupaciones de Giacometti por captar vida en los ojos, en las figuras que representaba, como queda reflejado en la respuesta a André Parinaud cuando este le preguntó si esculpía por los ojos: «Por los ojos. Únicamente por los ojos. Tengo la impresión de que si consiguiera copiar un ojo, aunque solo fuera un poquito, tendría la cabeza completa […]. Lo único es que eso parece completamente imposible».


La cabeza, como elemento sustancial y concepto, ha sido parte fundamental de los trabajos, investigación y estudio del escultor Román Hernández a lo largo de su trayectoria artística, siempre estudiando la figura humana como una de sus temáticas más sugeridas dentro de su obra y sosteniéndolas bajo los preceptos de la teoría de las proporciones, basando su proceso creativo en la perspectiva, la anatomía, la fisionomía y en otros aspectos relacionados con el cuerpo humano.

Siempre en busca del equilibrio de la belleza y transitando entre los límites de la razón y la inmensidad a la que puede aspirar el ser. La contemporaneidad y expresividad de las obras de Román Hernández transitan más allá de los enfoques establecidos por Oskar Schlemmer en su concepción de la figura y el espacio, donde abordaba la síntesis total de imágenes naturales y las estructuras geométricas a las que están sometidas; de los modelos estereométricos más característicos de Durero o de la traslación perspectiva de la cabeza de Piero della Francesca. Cuando Román Hernández concibe la necesidad de abordar la concepción de una cabeza, enfatiza sus líneas de proporción y su vínculo con la fisiognómica y la antropometría. El artista crea bustos y rostros expresivos, a partir de materiales como la terracota, el gres, la resina de poliéster, la madera, el bronce empleando en ocasiones técnicas mixtas, acomodando sus obras sobre plintos, hornacinas o receptáculos. Focalizando la obra en una parte concreta del cuerpo humano, Román Hernández presenta a un ser humano fragmentado, que batalla el propio ser.


Cualquier lugar de la tierra tiene sus propias características que son únicas, lugares formados históricamente debido a las influencias y procesos naturales y, también, como resultado de la influencia humana. Cada punto de nuestro planeta es individual y único. Cada piedra o incluso un grano pequeño de arena lleva información sobre el entorno en el que se encontraba durante un tiempo determinado. Desde esta visión parte sine qua nom la concepción de la obra de Denis Siniauski. Luz, materia y silencio son conceptos que emergen de sus obras y que nos convidas a su contemplación y análisis. Sus cuadros emanan del mismo origen desde el que fueron concebidos. Todo está perfectamente dispuesto. Su percepción viene dada por la «Teoría de campos», de Attilio Marcolli, que defiende la amplitud semántica que puede desgranarse de la percepción de un espacio concreto, que según el individuo que lo observa, apreciará un estímulo diferente con respecto a otro observador, que varía en función del estado de ánimo y el contexto que en ese momento en particular experimente. Sus obras no son producto del azar, todo está perfectamente articulado: la aplicación de la materia sobre los distintos soportes, los colores, el formato, la luz. Y uno de los temas centrales en sus obras donde se enfrenta al soporte campo- espacio es el mar. Las texturas de sus lienzos, el formato, así como los materiales plásticos empleados para su creación, están impregnados del paisaje que observa; componiendo cada pigmento, cada color, cada textura, creando un nuevo espacio de acción, sólo modificable por la composición.


Estamos profundamente convencidos de que cualquier material u objeto ubicado en un punto específico del globo absorbe energía del lugar en el que se ubica. Para confirmar esta dicotomía, Jonh Dewey manifestaba a través de su estética las claves imprescindibles para realizar un replanteamiento de las relaciones que se establecían entre nuestra epistemología y la teoría de la praxis. La expresión del arte no es ni subjetiva ni objetiva. Es el origen de una nueva experiencia en la que ambos han participado de tal manera que ninguno puede existir por sí solo. Sin duda alguna, los factores más relevantes en el arte no pueden ser sino los tipos de relación que se proponen en cada obra de arte. Modos de relación que afectan a la percepción de la obra y la rearman dentro de su significación, que desde su propio código estético y semántico son capaces de alcanzar la organización más general de la experiencia adentrándose desde lo más extraordinario o insondable hacia lo más cotidiano o nimio, transformando el mundo. Son las energías del mar, de la tierra, del aire, de la influencia del sol y de los procesos cósmicos y, también, la energía de las personas que interactúan muy cerca de este objeto. El proceso de descubrimiento y conocimiento, el deseo de irse o ir a otro lugar un determinado tiempo, como concepto de viaje presente, tal vez sea una calle cercana, otra ciudad, otro país u otro continente, por lo general se suele llamar deseo de cambiar la situación, de recargarse, de retroalimentarse.


2. La inspiracion profunda Guillermo de Jorge

Instalación realizada por Román Hernández y Denis Siniauski


La inspiración profunda es el único acto legítimo voluntario del ser. Una acción que brinda la oportunidad de recibir y de dar a otro ser lo más íntimo que posee un ser humano. Inspiramos el aire de nuestro planeta, atestado por todo lo que acontece en él. Absorbemos el viento procedente de diferentes partes de la tierra, que nos trae partículas que apreciamos con agrado o con dolor. Y mantenemos por un momento concentrados los sentidos. El tiempo se para. Reflexionamos y advertimos que ese aire trae olores e información de los diferentes lugares. Lo que nos convida que en algún lugar, quizás, muy lejos o tal vez cerca, hay algo que debemos ver, sentir, escuchar, tocar, percibir a través de nuestras más íntimas estancias. Un viaje interior que nos convida a acceder a cotas superiores del alma, a la conjunción de nuestro espíritu con el mundo que nos rodea.


Para nosotros, este proceso de recarga, de reconstrucción y de deconstrucción del ser humano y del medio está presente al poder convertir la capacidad de recibir información, la energía de cualquier objeto ubicado en un espacio concreto, transformarla, para de nuevo revertirla en nuestros semejantes, permitiéndonos ver el lugar de donde vienen y de donde venimos, sea quienes sean, vayamos a donde vayamos. Y, de una manera diferente, abordamos ese nuevo enfoque de nuestra conceptualización virtual desde el exterior, con una perspectiva más amplia y que nos permite ver y comprender lo que hay dentro de nuestros más íntimos territorios o en las regiones más inaccesibles de las otras almas. Así se puede ver y observar lo que no era visible y lo que no se había percibido. Para los artistas Denis Siniauski y Román Hernández todo esto es La inspiración profunda.


Colocaron las esculturas, las cabezas, durante algún tiempo en diferentes lugares de la naturaleza y en diferentes condiciones. Unas esculturas que de forma irremediable, como el ser humano, han absorbido la energía de los lugares y de los espacios en donde han sido expuestas. Este proceso en la transmutación de la obra y del ser se ha transformado en un cambio físico y metafísico. Las obras han cambiado sus características y sus formas, tanto en el plano figurativo como en el abstracto. La inspiración profunda representa las cabezas que no sólo reproducen retratos sino seres anónimos, mujeres y hombres, que representan a los migrantes desaparecidos en el mar durante sus travesías desde África hacia Europa y, en concreto, en nuestro caso más inmediato a Canarias. Seres vivos donde el pasado y el presente coexisten y se redefinen permanentemente, a pesar de su tez, de su origen, de su lengua o de su religión. Desvelando al mar, como un desierto levantado en olas, esperándonos. No sólo a los náufragos o migrantes, sino también a cualquier viajero o turista. Porque todos, definitivamente todos, terminaremos en el mar.


El futuro ya ha llegado y los objetos han sido recuperados para el público, dando la oportunidad de sentir y tocar la información múltiple de nuestra tierra, de leer la experiencia de muchos pueblos, para obtener más de la energía del barro, del mar, del viento o del propio fuego. Y así obtener respuestas a las posibles preguntas. Importante aquí, reflexionar y meditar dónde han estado los objetos, cuánto tiempo estuvieron en determinadas condiciones, qué cantidad de sol, de aire, de partículas de arena, de agua o de nieve han recibido. Cuál es la historia que esconden entre sus entrañas y que ahora, precisamente ahora, nos quieren contar en silencio, después de la iniciación, después del viaje, después de la tormenta. Y es aquí, en este preciso instante, donde comienza esa parte hermética del proceso de creación de una obra, que incluye nuestras experiencias personales de cómo este o aquel lugar afectó a nuestra vida y a nuestro desarrollo como personas o cómo ha podido afectar a todos aquellos seres humanos que una vez emprendieron un viaje hacia algún lugar y que muchos de ellos nunca llegaron a su destino.


La inspiración profunda, cabezas que no reproducen retratos de personas, sino que escenifican a los seres anónimos, migrantes desaparecidos durante sus travesías por el mar, por el desierto, por los manglares o bosques, desde África hacia Europa y, en concreto, en nuestro caso más inmediato, hacia las Islas Canarias. Seres vivos, hermanos y hermanas de especie, donde el pasado y el presente coexisten y se redefinen permanentemente, a pesar de su tez, de su origen, de su lengua o de su religión.


1. La inspiracion profunda Guillermo de Jorge

Instalación realizada por Román Hernández y Denis Siniauski


El punto más significativo de este proyecto expositivo y de investigación, si así se me permitiese aseverar, es el análisis de cómo se desarrollará la historia y la trayectoria de cada obra escultórica, que inevitablemente está unida con los procesos vitales del individuo en la humanidad. Y la pregunta a dónde llegará cada una de las obras, a dónde llegará cada una de las vidas que parten de cualquier otra orilla de los diferentes continentes, que huyen de la guerra, de las enfermedades, de las catástrofes medioambientales, del hambre, de las persecuciones. Qué distancia viajará cada una de esas cabezas, de esos cuerpos mutilados por el océano o por los desiertos, desde su lugar de nacimiento hacia el último puerto, la última orilla, la última estación. De lo que estamos seguros es que el viaje no será fácil y muchos no llegarán a su destino, como así nos atestiguan las orillas de las playas con las grietas de los cuerpos de los migrantes sangrando entre sus rocas, entre su arena, entre cada uno de sus cayados que saben a metal. Creemos que recorrerán un largo camino, no nos cabe la más mínima duda.


Estamos familiarizados con las corrientes que evocan la capacidad de crear y construir. Nuestro deseo es mostrar la existencia de otras formas de intercambiar información entre culturas ubicadas en lados opuestos del océano. De acercaros un poco más a su origen, a su dolor. Este es un estudio de los caminos en las que las personas de diferentes partes de la tierra coinciden en una misma idea: amar. Para que se inicie una revelación, un descubrimiento que vaya más allá de la materia y mostrar la necesidad del viaje como una forma de la transmigración de las almas, no sólo física sino también espiritual, donde la esencia del ser es eterna y busca la comunión con todos aquellos elementos que conforman el universo.


El viaje como la necesidad de adquirir conocimientos a través de los lugares habitados. El tránsito del individuo a través del espacio y el descubrimiento de las secuelas que esa peripecia graba en la memoria del cuerpo y de la propia materia, para detener por un momento los tormentos más íntimos de nuestro inframundo; por primera y última vez. Y la clave a la pregunta que debe responder el ser humano es cómo el viaje a influido en nuestro ser, si realmente ese era el propósito que nosotros perseguíamos. Si realmente es esa persona que se nos presenta enfrente del espejo nos reconoce como tal. Porque valorar si valió o no la pena viajar, si era necesaria buscar la trasmutación del ser, el cambio, el proceso o el dolor, quizás nos debería hacer reflexionar que ya el mero hecho de vivir es una victoria. 

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