Diríase que la atención ciudadana es algo real —al menos en lo presencial, porque no queda otro remedio para los oficiantes—, pero el hecho es que no se tiene en cuenta otras dosis de irrealidad del asunto, cuando lo que se publicita como atención, en ocasiones, resulta ser desatención. Especialmente en ese medio de difusión, con abundantes páginas web sobre el tema, empeñado en ofertar algo que no es enteramente evidente, pero que viene bien a quienes viven del negocio de internet; por lo que tratan de salvar el tipo a cualquier precio, tanto en lo que se refiere a su cotización de mercado como a su valor político. De ahí que no sean bien recibidos por los que manejan el negocio temas como que no es todo como se pinta en términos de esa atención ciudadana, ampliamente difundida, ya que no es infrecuente que, anunciando atención, al no poder hacer uso de ella, resulte que el ciudadano este desatendido. Pero como se trata de unos pocos los que acuden confiados en la verdad de la oferta, es más fácil escurrir el bulto y seguir con lo de atención ciudadana, término con el que se publicitan en este medio tanto la burocracia pública como la burocracia empresarial. Lo que se anuncia es que hay atención ciudadana, pero el ciudadano aprecia que, en ocasiones, de lo que se trata es de pura y dura desatención, hábilmente camuflada como atención.
Como suele suceder con lo que se refiere a la publicidad y en gran medida a la propaganda, la apariencia es fundamental, con la finalidad de que los creyentes en la doctrina del sistema le sean fieles, no planteen problemas y consuman. Pese al blindaje que se presta a las verdades, en este caso, a la realidad de la atención ciudadana virtual, y en especial a la telefónica —dejando que los teléfonos de quienes desean información suenen y no se responda—, resulta que eso se llama desatención ciudadana. E igualmente habría que sacarlo en internet, mas, si no se saca, es porque los grandes difusores de la publicidad lo consideran bulos, un término muy utilizado por el modelo de apariencia que se impone para lo que no conviene al negocio.
En este país, la atención ciudadana que la burocracia anuncia a través de internet puede resultar una cuestión de puro azar o del buen estado anímico del burócrata de turno, sin que el ciudadano por esta vía resuelva sus problemas, y tenga que acudir personalmente a la clásica oficina —a veces hasta con cita, curiosamente a través de un teléfono que tampoco responde—, y es posible que ya cara cara con la administración, sea pública o privada, al menos se le escuche, distinto es que se solucionen sus demandas.
Aunque se trate de escurrir el bulto y se oferte progreso, el panorama de fondo no ha cambiado. El ciudadano sigue siendo considerado por la burocracia como un personaje menor, dejando la atención en apariencia, tal como se refleja en la vida real y pese al abundante uso de la publicidad en internet, con el que se puede, con la parte del marketing habitual, hacer parecer que las cosas marchan, pero no sucede así al descender al terreno de la realidad. Lo perceptible es que el ciudadano no siempre es atendido, pese a lo que se dice en la web, y esa presunción de certeza se desvanece al comprobarlo. De ahí que la ciudadanía pueda estar teóricamente atendida, mientras el ciudadano, en la práctica está desatendido. Basta con comprobarlo y estar a lo que dirían las estadísticas sin maquillaje.
Motivo por el que es conveniente puntualizar lo de la atención ciudadana —anotando que se presta en tanto el empleado no esté entretenido con otros ocupaciones—, sin hacer del término atención ciudadana un dogma de fe, sino un según y cómo. Resultando que, en algunos casos, la anunciada atención ciudadana no es otra cosa que atención de nombre, pero desatención de hecho.
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