Está más que comprobado que el que está en el poder nunca quiere cambiar los métodos, y el que está en la oposición sólo los defiende en ese tránsito que no manda. Mientras se siga pensando que sólo los que gobiernan hacen bien las cosas, poca esperanza nos queda de que en nuestro país tengamos aquello que llamamos “defender el interés general” o “tener sentido de Estado”...
Aquí, por muchas equivocaciones que se cometan, parece que nadie está dispuesto a rectificar, es decir, se sigue sin dar un paso al lado para que otros lo hagan mejor que nosotros. Así lo manifestaba Friedrich Nietzsche: “Cada logro, cada avance del conocimiento, depende de la resistencia contra uno mismo”.
Ojalá todo se pudiera resolver con un corrector, con las personas que te hacen ver lo que no es adecuado y te ayudan a salir de los líos. Por ello, la importancia del entorno y de los que pueden hacer ver otras realidades.
Un país mejor es posible, pero los que optan a dirigirnos y los dirigen tienen que cambiar de senda y reconocer sus errores. Ese, sin duda, sería un primer paso, e incluso saber dar ese paso puede ser “un ejercicio de sabiduría”, una sabiduría de la que carece España desde hace ya un tiempo.
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