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Concordia con uno mismo y con la naturaleza

Cada cual consigo mismo, tiene que ponerse en acción, al menos para modificar estilos de vida depredadores y activar su vocación mística, sabiendo que es básica una existencia poética
Víctor Corcoba
jueves, 22 de mayo de 2025, 09:02 h (CET)

A pesar de nuestras evoluciones como especie pensante y de los avances tecnológicos, continuamos dependiendo unos de otros, así como de aquello que nos rodea, que es lo que nos da energía para vivir; o sea, aliento y alimento de subsistencia. Por eso, es fundamental que respetemos, protejamos y reparemos la biodiversidad. En efecto, si el hábitat sufre, la humanidad también. De ahí la importancia de que entremos en sintonía, ya no sólo entre sí, también en escucha con la voz del génesis natural. Sin duda, a poco que nos adentremos en la creación, nuestro singular corazón, oirá el inconfundible grito del universo, que se queja de nuestro maltrato humano. Ante esta bochornosa situación, lo propio es enmendar realidades vividas o sufridas, para poder entrar en comunión universal.


Indudablemente, necesitamos aminorar el coro de clamores amargos; y, para ello, tenemos que ser cada día más conscientes de que la diversidad biológica es un bien mundial que precisamos para un morar armónico en una tierra que es de todos y de nadie en particular. Hoy sabemos que la actividad humana ha alterado el medio ambiente terrestre en un 75% y el marino en un 66%, que un millón de especies de animales y vegetales están en peligro de extinción. Esto debe hacernos repensar, para que podamos detener nuestros abusos y su destrucción. Cada cual consigo mismo, tiene que ponerse en acción, al menos para modificar estilos de vida depredadores y activar su vocación mística, sabiendo que es básica una existencia poética.


La inspiración tiende a elevarnos mar adentro. El cultivo del verso es una cultura de la armonía, en un mundo en el que está íntimamente todo relacionado, lo que demanda de nosotros una implicación respetuosa que beneficie la custodia de nuestra casa común y el cuidado de la misma. Seamos, pues, responsables. Porque nadie puede por sí solo enfrentarse a la pérdida de biodiversidad mundial. Requiere del trabajo conjunto, previo haber aprendido a dominarse cada cual consigo mismo, al menos para sustentar los medios de vida sostenible y construir economías verdes fuertes. Desde luego, la naturaleza ha puesto en nosotros un insaciable deseo de verdad y de laborar la bondad; hasta envolvernos de alegría, para revolvernos a las tristezas.


Sea como fuere, tampoco necesitamos un heroísmo titánico, sino una sensata disposición de buen vivir. Mejorar el ecosistema, con el distintivo paciente y persistente de unión, nos esperanza. Es cierto que la biodiversidad es la base de la vida y la piedra angular del desarrollo sostenible, lo que ha de hacernos repensar sobre cómo gestionar los bosques y restaurarlos. Por desgracia, estas frondosidades suelen estar infravaloradas, porque es difícil poner en valor monetario todas sus contribuciones positivas; llegando a obviar, que la calidad del agua que bebemos, los alimentos que consumismos y el aire que respiramos, depende de que el orbe natural se siga manteniendo saludable. Sin duda, es bueno que exploremos el libro abierto del medio, con todas sus visiones, a pleno pulmón.


El querer lo es todo en nosotros; y, en este sentido, la voluntad hace que templemos el carácter o que desafiemos la adversidad. Así, la primera condición para armonizarnos, es el empeño que pongamos por lograrlo. Con tesón nada se resiste. Sin embargo, no hay mejor propósito que corregir y rectificar errores; ya que la recuperación del planeta nos beneficia a todos los moradores, hasta el extremo que la propia crisis climática provoca un aumento de la violencia de género que nos degrada y deshumaniza por completo. Ojalá aprendamos a reprendernos. El ser humano, dotado de amor e inteligencia, y atraído por la belleza que nos embellece, está llamado a ser poesía y jamás poder. De lo contrario, la vida no será aceptable para nadie.

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