En el entramado de las emociones humanas, pocas experiencias son tan desgastantes como la irritabilidad persistente. No hablamos aquí de un enfado pasajero, sino de ese malestar sordo que se filtra por los intersticios del día a día, en forma de reproches velados, respuestas defensivas, agotamiento acumulado y una sensación de injusticia flotante.

La psicología cognitiva, con autores como David D. Burns, nos recuerda que la irritabilidad suele ser el síntoma visible de un malestar más profundo. Detrás del enfado está muchas veces la ansiedad, la tristeza, el miedo... o la culpa.
En muchas personas —sobre todo aquellas con una historia de exigencias interiores intensas, heridas de la infancia o entornos afectivos controladores— la culpa se instala como un parásito emocional. Se sienten responsables de todo: de lo que hacen, de lo que no hacen, de lo que otros sienten, de cómo reacciona el mundo. Esto no es una virtud moral, sino una carga psicológica que genera frustración, autoboicot y cansancio vital.
La irritabilidad se convierte entonces en el lenguaje de ese malestar soterrado. Irritabilidad hacia uno mismo, por no poder hacerlo todo perfecto; hacia los demás, por no sentirse comprendido; hacia la vida, por su dureza o por la aparente indiferencia con la que se suceden las penas.
Pero hay caminos de salida. La escucha, la palabra compartida, el apoyo emocional que no juzga sino que acoge, son herramientas sanadoras. No se trata de anular las emociones negativas, sino de darles sentido. Nombrar lo que duele, comprender de dónde viene, asumir que no todo está bajo nuestro control y que el sufrimiento humano no es una condena sino una experiencia compartida.
Como escribió Viktor Frankl tras sobrevivir a un campo de concentración: "El hombre puede soportar cualquier cosa si encuentra un sentido a su sufrimiento". Y también puede dejar de sufrir en exceso si aprende a desmontar los pensamientos irracionales que lo esclavizan.
Reconocer la irritabilidad como un mensaje, y no como un defecto, puede ser el primer paso hacia una vida emocional más libre y compasiva.
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