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Antes de que el calendario marque oficialmente el inicio del verano, España experimenta un ascenso inusual de las temperaturas. Esta realidad obliga a tomar medidas, especialmente para proteger a los segmentos más vulnerables de la sociedad, los niños y las personas mayores, ante situaciones como un golpe de calor, emergencia médica grave que ocurre cuando el cuerpo no puede regular su propia temperatura, lo que lleva a un sobrecalentamiento peligroso.
En el entramado de las emociones humanas, pocas experiencias son tan desgastantes como la irritabilidad persistente. No hablamos aquí de un enfado pasajero, sino de ese malestar sordo que se filtra por los intersticios del día a día, en forma de reproches velados, respuestas defensivas, agotamiento acumulado y una sensación de injusticia flotante.
Aquello que un día se llamó el Estado del bienestar da la impresión de que está camino de pasar a la historia, por encontrarse en proceso de desguace. Probablemente el motivo fundamental sea que al capitalismo que lo apadrinó en su momento ya no le interesa, al menos en su dimensión real.
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