Ahora -con estas cosas de Trump y de Putin- además de meter miedo, hay que enseñar a defenderse de los misiles que llegan a Madrid diez minutos más tarde que a Varsovia y en esos diez minutos hay que desplegar un paquete -ahora hay que decir “kit”- y hasta tener una tienda de campaña para meterse (lo que todavía no se sabe es dónde hay que instalarla) y hay que preparar las linternas, las medicinas, el agua, hasta las barajas -aquellas de don Heraclio- y cargar baterías, aunque tampoco se sabe de qué manera se cargarán o si rellenarán otras baterías.
Todo muy en beneficio de los ciudadanos. Y mi portero -que es tan cumplidor- y está limpiando y ordenando su cocina, su despensa y su cuarto de baño -con el agua oxigenada y las tiritas incluidas- está seguro de que (más pronto que tarde, que diría otra vez un político cursi) llegará a su casa, en cualquier momento y sin avisar, Bustinduy -que es ese al que ha sentado Sánchez en la mesa ovalada de La Moncloa, para llevar lo del consumo- para inspeccionar su cocina, su despensa y su baño, y constatar si está cumpliendo lo ordenado en materia de “kit” (vulgo paquete), para cuando llegue el misil de Putin, tras pasar por Varsovia.
Y cuando el misil se haya ido, habrá que empezar a investigar los cohechos, los sobornos y lo que se han embolsado con la venta fraudulenta de los “kit” (vulgo paquete) los que se dediquen, y seguro que ya se están preparando, a proporcionárselo a los ciudadanos. Finalmente se estudiará todo, pero pasará como con el apagón, acabaremos sufriendo los efectos y sin saber las causas.
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