Llama la atención que, cada vez que sale un nuevo escándalo sexual a la luz, parece sorprenderse todo el mundo excepto el partido político afectado. Tal vez sea porque, pese a ser conocedores de la situación, prefieren aplicar la ley del silencio si ello les beneficia electoralmente. Cuando les toca de cerca, su eslogan “Hermana, yo sí te creo” queda ligeramente modificado, siendo más apropiado un: “Hermana, yo sí te creo, pero guarda silencio”.
La incoherencia de la izquierda es pasmosa, y al mismo tiempo que los vemos rasgarse las vestiduras por un “piquito” o un piropo, presenciamos cómo, gracias a su ley estrella se rebajaron condenas y salieron depredadores sexuales a las calles de nuestras ciudades. Claro que siempre habrá un juez, supuestamente reaccionario, al que culpar de sus continuos fracasos.
Me opongo a que haya paz para los hostigadores, pero tampoco habrá paz para quienes llevan años dedicándose a construir un muro entre hombres y mujeres, y no sólo llevan años apropiándose de las causas sociales de la peor forma posible, sino también buscando figuras a las que convertir en sus abanderados. Estos y estas enfermos/as no ven personas, sólo instrumentos políticos que luego desechan con pasmosa facilidad una vez los han amortizado.
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