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Cada vez que sale un nuevo escándalo sexual a la luz, parece sorprenderse todo el mundo excepto el partido político afectado. Tal vez sea porque, pese a ser conocedores de la situación, prefieren aplicar la ley del silencio si ello les beneficia electoralmente. Cuando les toca de cerca, su eslogan “Hermana, yo sí te creo” queda ligeramente modificado, siendo más apropiado un: “Hermana, yo sí te creo, pero guarda silencio”.
No es suficiente que se incluya en la renovación del Código de Derecho Canónigo un artículo que especifique la pederastia como delito contra “la dignidad humana”. Este reconocimiento no se debe a un verdadero arrepentimiento ante Dios, sino el resultado de la fuerte presión popular contra los delitos sexuales que se cometen en diversas instituciones de la Iglesia Católica.
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