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Trump recula: la guerra de aranceles se transforma en tregua estratégica

El cambio de rumbo surge ante la evidencia de que los daños colaterales superan los beneficios inmediatos
Llucià Pou Sabaté
viernes, 25 de abril de 2025, 10:31 h (CET)

En el ajedrez económico global de 2025, una jugada inesperada ha modificado el tablero: la administración Trump, tras endurecer su postura contra China con una agresiva ola de aranceles, ha comenzado a retroceder. Lo que inició como una ofensiva sin cuartel en nombre del proteccionismo industrial y la hegemonía tecnológica, se está transformando en una fase de contención táctica, ante la evidencia de que los daños colaterales superan los beneficios inmediatos.


El cambio de rumbo no es fruto de una conversión ideológica, sino de un cálculo pragmático. La presión inflacionaria en EE. UU., sumada al descontento creciente de consumidores y empresarios, ha obligado a la Casa Blanca a reconsiderar su estrategia. El encarecimiento de productos clave, desde electrónica hasta automóviles, y la ralentización de la transición verde han generado un malestar palpable. El discurso de "America First" ha empezado a chocar con la realidad del "America Pays More".


China, por su parte, ha mostrado una resiliencia inesperada. Lejos de tambalearse, ha reforzado su estrategia de exportaciones agresivas y ha consolidado su red de alianzas con el Sur Global, diversificando mercados y asegurando suministros críticos. Su dominio sobre las tierras raras y el litio le otorgan un poder silencioso pero decisivo. Frente a esto, la estrategia arancelaria estadounidense ha demostrado ser insuficiente para contener el avance tecnológico de Pekín.


En este nuevo escenario, Trump ha comenzado a matizar su discurso. Las conversaciones bilaterales con China se han reanudado en términos más diplomáticos, buscando acuerdos sectoriales que permitan reducir tensiones sin ceder completamente. Las grandes empresas tecnológicas, que veían peligrar sus cadenas de suministro, han presionado fuertemente para una desescalada. Incluso figuras como Elon Musk, que inicialmente parecían alineadas con el proteccionismo, han promovido una mayor cooperación global en sectores estratégicos.


Europa, que observaba con recelo la guerra comercial, ha recibido con alivio las señales de distensión. La amenaza de una escalada que atrapara al bloque en una lucha de gigantes pareció más real que nunca. Ahora, con Washington suavizando su postura, la UE redobla esfuerzos por reforzar su autonomía estratégica sin perder su acceso a los grandes mercados.


El retroceso parcial de Trump no implica una renuncia a sus principios proteccionistas, pero sí un reconocimiento de los límites del unilateralismo económico. En un mundo interconectado, incluso las grandes potencias deben negociar. La "guerra de aranceles" de 2025 podría estar dando paso a una nueva etapa: la de la diplomacia tecnológica y la competencia regulada.


En definitiva, el conflicto comercial con China no ha desaparecido, pero sí ha cambiado de forma. El lenguaje de los aranceles deja espacio al de los acuerdos, las mesas de negociación sustituyen a los titulares belicosos, y la estrategia de confrontación cede, al menos en parte, ante la necesidad de estabilidad. Trump no abandona el tablero, pero mueve sus fichas con mayor cautela. La partida sigue, aunque el tono del juego ha cambiado.

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