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La película de Christopher Nolan es desconcertante en el mejor de los sentidos, sostenida por el arsenal de habilidades ya conocidas del cineasta

Oppenheimer y la terrorífica posibilidad del fin del mundo

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Cillian Murphy como Robert Oppenheimer


Oppenheimer.Melinda Sue Gordon/Universal Pictures


Cuando terminé de ver Oppenheimer supe que me encontraba ante un verdadero reto: ¿por dónde comenzar a analizar la película de Christopher Nolan? Entonces decidí aferrarme a ese sentimiento de desconcierto con el que salí de la sala de cine. Y es que la explosión de la bomba atómica en la historia del director estadounidense, si bien es el clímax, no es lo más impresionante del largometraje de tres horas.


La cinta es una biopic del físico neoyorquino, Robert Oppenheimer, a quien se le encomendó la tarea de liderar el Proyecto Manhattan durante la última fase de la Segunda Guerra Mundial, es decir, la creación de la bomba atómica que se detonó en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en 1945.


Oppenheimer es una adaptación de la novela American Prometheus: The Triumph and Tragedy of J. Robert Oppenheimer, publicada en 2005 por Kai Bird y Martin J. Sherwin. Partiendo de este punto, lo que Nolan plantea en esta película no es una investigación histórica sobre las armas nucleares porque, de hecho, el libro en el que se basa no toma ese rumbo. Es, más bien, un retrato de los demonios del físico y el profundo conflicto moral que implica el haber creado un arma que terminó con la vida de más de 200 mil personas.


Para sumergirse en este dilema, la cinta se vale de un recurso conocido en el cine de Nolan: la narrativa no lineal, haciendo uso de escenas en blanco y negro y otras a color para delimitar el punto de vista de Lewiss Strauss (Robert Downey Jr.), uno de los fundadores del Consejo de Energía Atómica creado en Estados Unidos durante la Guerra Fría, cuando el país americano protagonizó una lucha silenciosa por mantenerse a la vanguardia en términos de armas nucleares versus la Unión Soviética.


Sí, pareciera que para ver Oppenheimer es necesario dar un repaso a las clases de historia mundial y así evitar perderse en la multitud de personajes históricos que introduce en medio de diálogos trepidantes, dinámicos y que muy poco dejan espacio para conectar los puntos hasta salir de la sala de cine. En sí misma, la película se siente como una bomba en cuenta regresiva, cuyo tic-toc, de cuando en cuando, se intensifica gracias a las complejas relaciones que Robert Oppenheimer (Cillian Murphy) mantuvo a lo largo de su vida.


De este modo, el guión –también escrito por Nolan– conduce no solo a través de la intervención de Oppenheimer en el Proyecto Manhattan, también se remonta a su acercamiento con la física, sus tormentosos romances con Jean Tatlock (Florence Pugh) y Kitty Oppenheimer (Emily Blunt); por qué, siendo de origen judío, aceptó liderar la creación de un arma tan letal; y, finalmente, su arrepentimiento cuando dejó en manos de Estados Unidos la detonación de la bomba en dos ciudades tan vulnerables dentro del conflicto bélico. Pero en medio de cada suceso, Robert Oppenheimer nunca es héroe, ni villano.


Para contar todo esto, Nolan decidió desplegar su propio armamento (y no, no detonó una bomba real como se llegó a rumorar en Internet). Al cineasta se le conoce por crear auténticas experiencias cinematográficas y de todas, Oppenheimer posiblemente se convertirá en la más alabada de todas. El filme es sutil donde debe serlo, sobre todo en momentos brillantes como el desarrollo de Lewis Strauss que se siente como un verdadero géiser que termina por explotar en la recta final, cuando admite su rencor contra ‘el padre de la bomba atómica’. También vale la pena hacer mención de la banda sonora a cargo de Ludwig Göransson, a quien Nolan le sugirió utilizar violines cuyo sonido ‘está totalmente a merced del toque y la emoción del ejecutante’, una analogía bastante adecuada sobre esta historia en la que un hombre tiene el poder de destruir el mundo con tan solo presionar un botón.


Podría diseccionar cada uno de los detalles técnicos que hacen de Oppenheimer una película tan impactante, pero la escena que realmente lo resume todo es la de la explosión de prueba llamada Trinity, en la base de Los Alamos. Por esta secuencia en particular es que la película debe verse en cine, pero no se trata de glorificar el uso explosiones como si se tratara de una cinta de Marvel, más bien, es que la pantalla grande y el sonido de una sala de cine amplifican el entendimiento de por qué este momento del que no se habla demasiado en los libros de historia resulta tan impresionante si se mira a la distancia. Y es que, ese día, existió una mínima posibilidad de que la reacción en cadena que podía generar el estallido, terminara con la humanidad al incendiar la atmósfera. Resultó aún más fascinante cuando supe que el equipo de fotografía fue retado a utilizar exclusivamente métodos analógicos para lograr las agresivas imágenes de la nube de hongo que todos conocemos. Nolan se ha negado a revelar exactamente cómo se logró este cuadro sin efectos digitales.


Están claras las habilidades del director, pero Oppenheimer no sería lo que es sin un reparto que sostiene el ritmo ansioso de una película histórica, con tintes de thriller en medio del drama. A propósito del Barbenheimmer, así como Margot Robbie nació para ser Barbie, Cillian Murphy es la viva imagen de Robert Oppenheimer, un hombre repleto de sombras cuya historia también se sostiene a partir sus interacciones con sus colegas. Vemos un excelente trabajo de actores como Kenneth Branagh como Niels Bohr, Ben Safdie como Edward Teller y Joshn Harnett como Ernest Lawrence. Es otro de los logros del filme: está lleno de talento emergente y conocido, pero cada uno tiene un peso importante que construye la pirámide del personaje principal.


‘Horrible belleza’ fueron las palabras que Christopher Nolan utilizó para describir las imágenes de la prueba Trinity que recreó en Oppenheimer. Es una contradicción y por eso su más reciente largometraje es tan desconcertante en el mejor de los sentidos, todos los diálogos políticos se sienten como la más absurda de las paradojas cuando se entiende que, para salvar al mundo, la clase política quiere destruirlo.


Crítica de 'Oppenheimer': Christopher Nolan despliega todo su arsenal en su película más ambiciosa hasta la fecha


Christopher Nolan llega a la cartelera entre misiones imposibles, arqueólogos aventureros y muñecas vestidas de rosa con el que seguramente sea el proyecto más ambicioso de su carrera recreando la explosión de una bomba atómica sin el uso de efectos digitales. Pero el mayor logro de 'Oppenheimer' es que la escena que todo el mundo espera ver termina siendo anecdótica dentro de la fascinante historia del padre del armamento nuclear.



'Oppenheimer' es, al mismo tiempo, un biopic al uso sobre la figura protagonista, un thriller bélico contrarreloj, un drama judicial en forma de caza de brujas contra el fantasma comunista y un controvertido estudio sobre si el fin justifica los medios y la moral existencialista humana. Y, por supuesto, también es una película de Nolan. Su mano se nota en la construcción de un guion en el que hasta el menor diálogo es tratado con la épica de mil batallas (apoyado por la música zimmeriana de Ludwig Göransson) y en el que la ambigüedad argumental y ética sirve para mantener la tensón durante las 3 horas de metraje, sustituyendo a las espectaculares piezas de acción de sus últimas películas. Sin embargo, su firma también está presente en el rol casi insignificante al que relega a los personajes femeninos de Emily Blunt y Florence Pugh, que cumplen por encima de lo que se les pide.



Pero si en 'Tenet', 'Dunkerque' e 'Interstellar' teníamos a héroes que sacrificaban sus vidas por el amor y el futuro de la humanidad, con algún que otro rayo de luz optimista y esperanzador, 'Oppenheimer' es todo lo contrario. Las vidas sacrificadas por el "bien común" son las de inocentes, y ni siquiera está del todo claro que con su genocidio se vaya a evitar un sombrío destino para todos nosotros cada vez más cercano y evidente. Más bien todo lo contrario.


El propio J. Robert Oppenheimer confesó que, cuando vio el alcance aniquilador de su obra, se le vinieron a la mente las palabras del texto sagrado hinduista Bhagavad-gītā: "Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos". Esta frase se repite en la película hasta dos veces, pero lo que se oye en el momento de anunciar el primer impacto atómico contra Hiroshima, en la voz de Matt Damon, es: "Ha pegado tremendo petardazo." El pesimismo en aumento del personaje de Cillian Murphy, que recupera las miradas ausentes al vacío de Thomas Shelby en 'Peaky Blinders', contrasta con las ruines ansias de poder de los títeres gubernamentales, desde el mismísimo presidente Truman hasta el Lewis Strauss de un Robert Downey Jr. que se apodera del tercer acto poniendo pie y medio en la alfombra roja de la gala de los Oscar del año que viene. La carga que marca para siempre la vida de Oppenheimer no es sólo perdurar como el célebre "padre de la bomba atómica", sino ser el único de todo su entorno (familia, compañeros, superiores) que parece tener dudas sobre sus actos.



Christopher Nolan pretende con 'Oppenheimer' subir un escalón más del Olimpo de Hollywood dejando de lado los artificios efectistas de guion con un "bombazo" que no deje lugar a dudas, tal y como intentan sus protagonistas. La cuestión es que muchos no verán a 'Oppenheimer' como un arma de destrucción masiva que bombardee sus sentidos, sino como fuegos artificiales: vistosos pero inofensivos.


Oppenhaimer, cinta filmada en 2023 y coproducida por USA-Gran Bretaña de la que es muy probable que se haga acreedora de varios Oscares de la Academia de Hoolywood, misma que si bien una cierta narrativa basada en hechos históricos que cambiaron el curso fueron determinantes para el desenlace de la segunda guerra mundial y en el marco de la carrera armamentista entre USA y la URSS por detentar con el apoyo de sus científicos las armas nucleares más poderosas en el inicio de la guerra fría, también se centra en una especie de biografía del padre de la bomba atómica: Robert Oppenheimer con cierto carácter apocalíptico sin que sea una remasterización de Apocalípsis Now dirigida por Francis Ford Coppola y estelarizada por Marlon Brando, sin embargo la culpa individual del creador de la bomba se magnifica y se masifica con categoría de crimen de estado con la terrorífica decisión de Harry S. Truman para perpetrar un verdadera genocidio al pueblo Japonés al exterminar más de 200 mil seres humanos con las bombas atómicas arrojadas a las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, condenando al científico AO a una real frustración por no ver en los hechos otro uso de la energía nuclear que no fuera el bélico y no pacífico que obligara al gobierno y al pueblo japonés a la rendición incondicional misma que ya había sido ofrecida.


Hoy vemos con gran preocupación la amenaza del premier Ruso, Vladimir Putin de Utilizar vs Occidente el arsenal atómico, ello no solo detonaría una tercera guerra mundial sino constituye el peligro latente de la extinción de la humanidad de la fax de la tierra.

Oppenheimer y la terrorífica posibilidad del fin del mundo

La película de Christopher Nolan es desconcertante en el mejor de los sentidos, sostenida por el arsenal de habilidades ya conocidas del cineasta
Óscar Padilla Lobato
sábado, 2 de marzo de 2024, 10:09 h (CET)

Cillian Murphy como Robert Oppenheimer


Oppenheimer.Melinda Sue Gordon/Universal Pictures


Cuando terminé de ver Oppenheimer supe que me encontraba ante un verdadero reto: ¿por dónde comenzar a analizar la película de Christopher Nolan? Entonces decidí aferrarme a ese sentimiento de desconcierto con el que salí de la sala de cine. Y es que la explosión de la bomba atómica en la historia del director estadounidense, si bien es el clímax, no es lo más impresionante del largometraje de tres horas.


La cinta es una biopic del físico neoyorquino, Robert Oppenheimer, a quien se le encomendó la tarea de liderar el Proyecto Manhattan durante la última fase de la Segunda Guerra Mundial, es decir, la creación de la bomba atómica que se detonó en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en 1945.


Oppenheimer es una adaptación de la novela American Prometheus: The Triumph and Tragedy of J. Robert Oppenheimer, publicada en 2005 por Kai Bird y Martin J. Sherwin. Partiendo de este punto, lo que Nolan plantea en esta película no es una investigación histórica sobre las armas nucleares porque, de hecho, el libro en el que se basa no toma ese rumbo. Es, más bien, un retrato de los demonios del físico y el profundo conflicto moral que implica el haber creado un arma que terminó con la vida de más de 200 mil personas.


Para sumergirse en este dilema, la cinta se vale de un recurso conocido en el cine de Nolan: la narrativa no lineal, haciendo uso de escenas en blanco y negro y otras a color para delimitar el punto de vista de Lewiss Strauss (Robert Downey Jr.), uno de los fundadores del Consejo de Energía Atómica creado en Estados Unidos durante la Guerra Fría, cuando el país americano protagonizó una lucha silenciosa por mantenerse a la vanguardia en términos de armas nucleares versus la Unión Soviética.


Sí, pareciera que para ver Oppenheimer es necesario dar un repaso a las clases de historia mundial y así evitar perderse en la multitud de personajes históricos que introduce en medio de diálogos trepidantes, dinámicos y que muy poco dejan espacio para conectar los puntos hasta salir de la sala de cine. En sí misma, la película se siente como una bomba en cuenta regresiva, cuyo tic-toc, de cuando en cuando, se intensifica gracias a las complejas relaciones que Robert Oppenheimer (Cillian Murphy) mantuvo a lo largo de su vida.


De este modo, el guión –también escrito por Nolan– conduce no solo a través de la intervención de Oppenheimer en el Proyecto Manhattan, también se remonta a su acercamiento con la física, sus tormentosos romances con Jean Tatlock (Florence Pugh) y Kitty Oppenheimer (Emily Blunt); por qué, siendo de origen judío, aceptó liderar la creación de un arma tan letal; y, finalmente, su arrepentimiento cuando dejó en manos de Estados Unidos la detonación de la bomba en dos ciudades tan vulnerables dentro del conflicto bélico. Pero en medio de cada suceso, Robert Oppenheimer nunca es héroe, ni villano.


Para contar todo esto, Nolan decidió desplegar su propio armamento (y no, no detonó una bomba real como se llegó a rumorar en Internet). Al cineasta se le conoce por crear auténticas experiencias cinematográficas y de todas, Oppenheimer posiblemente se convertirá en la más alabada de todas. El filme es sutil donde debe serlo, sobre todo en momentos brillantes como el desarrollo de Lewis Strauss que se siente como un verdadero géiser que termina por explotar en la recta final, cuando admite su rencor contra ‘el padre de la bomba atómica’. También vale la pena hacer mención de la banda sonora a cargo de Ludwig Göransson, a quien Nolan le sugirió utilizar violines cuyo sonido ‘está totalmente a merced del toque y la emoción del ejecutante’, una analogía bastante adecuada sobre esta historia en la que un hombre tiene el poder de destruir el mundo con tan solo presionar un botón.


Podría diseccionar cada uno de los detalles técnicos que hacen de Oppenheimer una película tan impactante, pero la escena que realmente lo resume todo es la de la explosión de prueba llamada Trinity, en la base de Los Alamos. Por esta secuencia en particular es que la película debe verse en cine, pero no se trata de glorificar el uso explosiones como si se tratara de una cinta de Marvel, más bien, es que la pantalla grande y el sonido de una sala de cine amplifican el entendimiento de por qué este momento del que no se habla demasiado en los libros de historia resulta tan impresionante si se mira a la distancia. Y es que, ese día, existió una mínima posibilidad de que la reacción en cadena que podía generar el estallido, terminara con la humanidad al incendiar la atmósfera. Resultó aún más fascinante cuando supe que el equipo de fotografía fue retado a utilizar exclusivamente métodos analógicos para lograr las agresivas imágenes de la nube de hongo que todos conocemos. Nolan se ha negado a revelar exactamente cómo se logró este cuadro sin efectos digitales.


Están claras las habilidades del director, pero Oppenheimer no sería lo que es sin un reparto que sostiene el ritmo ansioso de una película histórica, con tintes de thriller en medio del drama. A propósito del Barbenheimmer, así como Margot Robbie nació para ser Barbie, Cillian Murphy es la viva imagen de Robert Oppenheimer, un hombre repleto de sombras cuya historia también se sostiene a partir sus interacciones con sus colegas. Vemos un excelente trabajo de actores como Kenneth Branagh como Niels Bohr, Ben Safdie como Edward Teller y Joshn Harnett como Ernest Lawrence. Es otro de los logros del filme: está lleno de talento emergente y conocido, pero cada uno tiene un peso importante que construye la pirámide del personaje principal.


‘Horrible belleza’ fueron las palabras que Christopher Nolan utilizó para describir las imágenes de la prueba Trinity que recreó en Oppenheimer. Es una contradicción y por eso su más reciente largometraje es tan desconcertante en el mejor de los sentidos, todos los diálogos políticos se sienten como la más absurda de las paradojas cuando se entiende que, para salvar al mundo, la clase política quiere destruirlo.


Crítica de 'Oppenheimer': Christopher Nolan despliega todo su arsenal en su película más ambiciosa hasta la fecha


Christopher Nolan llega a la cartelera entre misiones imposibles, arqueólogos aventureros y muñecas vestidas de rosa con el que seguramente sea el proyecto más ambicioso de su carrera recreando la explosión de una bomba atómica sin el uso de efectos digitales. Pero el mayor logro de 'Oppenheimer' es que la escena que todo el mundo espera ver termina siendo anecdótica dentro de la fascinante historia del padre del armamento nuclear.



'Oppenheimer' es, al mismo tiempo, un biopic al uso sobre la figura protagonista, un thriller bélico contrarreloj, un drama judicial en forma de caza de brujas contra el fantasma comunista y un controvertido estudio sobre si el fin justifica los medios y la moral existencialista humana. Y, por supuesto, también es una película de Nolan. Su mano se nota en la construcción de un guion en el que hasta el menor diálogo es tratado con la épica de mil batallas (apoyado por la música zimmeriana de Ludwig Göransson) y en el que la ambigüedad argumental y ética sirve para mantener la tensón durante las 3 horas de metraje, sustituyendo a las espectaculares piezas de acción de sus últimas películas. Sin embargo, su firma también está presente en el rol casi insignificante al que relega a los personajes femeninos de Emily Blunt y Florence Pugh, que cumplen por encima de lo que se les pide.



Pero si en 'Tenet', 'Dunkerque' e 'Interstellar' teníamos a héroes que sacrificaban sus vidas por el amor y el futuro de la humanidad, con algún que otro rayo de luz optimista y esperanzador, 'Oppenheimer' es todo lo contrario. Las vidas sacrificadas por el "bien común" son las de inocentes, y ni siquiera está del todo claro que con su genocidio se vaya a evitar un sombrío destino para todos nosotros cada vez más cercano y evidente. Más bien todo lo contrario.


El propio J. Robert Oppenheimer confesó que, cuando vio el alcance aniquilador de su obra, se le vinieron a la mente las palabras del texto sagrado hinduista Bhagavad-gītā: "Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos". Esta frase se repite en la película hasta dos veces, pero lo que se oye en el momento de anunciar el primer impacto atómico contra Hiroshima, en la voz de Matt Damon, es: "Ha pegado tremendo petardazo." El pesimismo en aumento del personaje de Cillian Murphy, que recupera las miradas ausentes al vacío de Thomas Shelby en 'Peaky Blinders', contrasta con las ruines ansias de poder de los títeres gubernamentales, desde el mismísimo presidente Truman hasta el Lewis Strauss de un Robert Downey Jr. que se apodera del tercer acto poniendo pie y medio en la alfombra roja de la gala de los Oscar del año que viene. La carga que marca para siempre la vida de Oppenheimer no es sólo perdurar como el célebre "padre de la bomba atómica", sino ser el único de todo su entorno (familia, compañeros, superiores) que parece tener dudas sobre sus actos.



Christopher Nolan pretende con 'Oppenheimer' subir un escalón más del Olimpo de Hollywood dejando de lado los artificios efectistas de guion con un "bombazo" que no deje lugar a dudas, tal y como intentan sus protagonistas. La cuestión es que muchos no verán a 'Oppenheimer' como un arma de destrucción masiva que bombardee sus sentidos, sino como fuegos artificiales: vistosos pero inofensivos.


Oppenhaimer, cinta filmada en 2023 y coproducida por USA-Gran Bretaña de la que es muy probable que se haga acreedora de varios Oscares de la Academia de Hoolywood, misma que si bien una cierta narrativa basada en hechos históricos que cambiaron el curso fueron determinantes para el desenlace de la segunda guerra mundial y en el marco de la carrera armamentista entre USA y la URSS por detentar con el apoyo de sus científicos las armas nucleares más poderosas en el inicio de la guerra fría, también se centra en una especie de biografía del padre de la bomba atómica: Robert Oppenheimer con cierto carácter apocalíptico sin que sea una remasterización de Apocalípsis Now dirigida por Francis Ford Coppola y estelarizada por Marlon Brando, sin embargo la culpa individual del creador de la bomba se magnifica y se masifica con categoría de crimen de estado con la terrorífica decisión de Harry S. Truman para perpetrar un verdadera genocidio al pueblo Japonés al exterminar más de 200 mil seres humanos con las bombas atómicas arrojadas a las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, condenando al científico AO a una real frustración por no ver en los hechos otro uso de la energía nuclear que no fuera el bélico y no pacífico que obligara al gobierno y al pueblo japonés a la rendición incondicional misma que ya había sido ofrecida.


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