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Los hoteles y el "taylofordismo"

Sudando por "los poros"

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Recuerdo, en un cónclave socialista, oír de un destacado político del  municipalismo catalán, la siguiente afirmación: 'las fábricas de hoy son los hoteles'.


En este interludio estival me ví inmerso en la experiencia de la ilimitación capitalista del sector turístico hotelero que por momentos me  arrastró a la malograda vida de  Charlie Chaplin en la película "Tiempos modernos". Un breve espacio de tiempo que me indujo a una inquietante desazón moral. Una organización sistémica orientada a la obtención de la máxima plusvalía del 'factor trabajo' por metro cuadrado disponible en respuesta a una demanda de servicio masiva y mediante la mecanización del trabajador.


Tan solo había que observar la concatenación de actos.


La primera ilusión de lo ya visto, surge en el turno de cena, cuando reconoces a la misma persona que a primera hora de la mañana te había servido el café. Sin mencionar los entreactos que durante el día se sucedían a través de las diversas secciones del hotel, y que los mismos empleados - no otros -  cerraban y abrían en un estudiado internal para un cliente programado de antemano. Un método científico de transportación Taylofordista que elimina lo que Karl Marx vino a llamar en relación a las cadenas de producción masiva de bienes: 'los poros' . Es decir, la nula posibilidad de interrumpir la marcha e incurrir en tiempos muertos en la producción.


Hernry Ford (Ford Motor Company) : "yo no pago a mis trabajadores para que se paseen por la fábrica"

Para no dejar la opinión en el mero relato de época, lean ustedes un resumen de las declaraciones dirigidas al colectivo de trabajadores del sector por el Presidente del Gremio de Hostelería de Gerona (Cataluña), el pasado 25 de Septiembre en el municipio de Masarac durante el acto de conmemoración del Día Mundial del Turismo y recogidas por diversos digitales :


"Los subsidios y las bajas médicas son un escándalo"


"Se está generando una sociedad subvencionada y malcriada de 'zánganos'


"No hay derecho a dar la baja a un trabajador sin que el empresario sepa ni la razón"


Sublime, verdad? Un don taumatúrgico venido a esta orbe para redimir la ignorancia del ser humano. ¿Qué otra cosa podría ser?


Lo realmente meritorio, considerando las jornadas interminables y el cansancio acumulado en cada uno de ellos es, por encima de todo, la cortesía que nos ceden en su ejercicio y que, a pesar de un convenio caricaturesco, el empresario se apropia de ella y detrae como fuerza de trabajo. Lo deseable en este siglo sería que no existieran 'fábricas' que utilizaran como estrategia la demonización irreverente y revanchista de sus plantillas, principalmente en aquellos sectores con una necesidad perentoria de incentivos y atractores mayúsculos cuando ni tan siquiera se han planteado realmente comenzar a trabajar en serio por la dignificación salarial y social de sus colectivos o simplemente desarmar las frecuentes prácticas antisindicales.


Sugestivo momento, el de ahora, para volver a juzgar ciertas actitudes frente a la necesidad de trabajo. Pero antes, convendría detenernos en la reflexión motivada por diversos ensayos sobre la idea de :'ganarte la vida', frente a la perspectiva de : 'una vida que merece ser vivida'. Porque pareciese que; a través de una falsa moralidad del trabajo,  se sentenciara poco menos que a <indignos> a los que rechazan empleos pauperizantes de ochocientos euros y turnos de catorce horas. Este virtuosismo puritano economicista que culturalmente hemos trascendido con éxito a otras generaciones - y qué por fin han dejado de creer repensando otras formas de vida -  es terriblemente rentable para unos pocos, los mismos que continuarán con la apuesta decidida de su proselitismo desde los púlpitos políticos, económicos y también sagrados.


El filósofo, Étienne de la Boétie, a mediados del siglo XVI, defendía que no hay que ir contra el uno: basta con no apoyarle y con no ir contra uno mismo, pues <no se trata de arrebatarle nada, sino de nada darle>


Apreciado Alcalde y compañero, no dudo que tuvieras razón, aunque convendrás conmigo que nadie está por volver a la servidumbre del siglo pasado. Simplemente, no es el camino…

Sudando por "los poros"

Los hoteles y el "taylofordismo"
Víctor Grave
sábado, 7 de octubre de 2023, 14:08 h (CET)

Recuerdo, en un cónclave socialista, oír de un destacado político del  municipalismo catalán, la siguiente afirmación: 'las fábricas de hoy son los hoteles'.


En este interludio estival me ví inmerso en la experiencia de la ilimitación capitalista del sector turístico hotelero que por momentos me  arrastró a la malograda vida de  Charlie Chaplin en la película "Tiempos modernos". Un breve espacio de tiempo que me indujo a una inquietante desazón moral. Una organización sistémica orientada a la obtención de la máxima plusvalía del 'factor trabajo' por metro cuadrado disponible en respuesta a una demanda de servicio masiva y mediante la mecanización del trabajador.


Tan solo había que observar la concatenación de actos.


La primera ilusión de lo ya visto, surge en el turno de cena, cuando reconoces a la misma persona que a primera hora de la mañana te había servido el café. Sin mencionar los entreactos que durante el día se sucedían a través de las diversas secciones del hotel, y que los mismos empleados - no otros -  cerraban y abrían en un estudiado internal para un cliente programado de antemano. Un método científico de transportación Taylofordista que elimina lo que Karl Marx vino a llamar en relación a las cadenas de producción masiva de bienes: 'los poros' . Es decir, la nula posibilidad de interrumpir la marcha e incurrir en tiempos muertos en la producción.


Hernry Ford (Ford Motor Company) : "yo no pago a mis trabajadores para que se paseen por la fábrica"

Para no dejar la opinión en el mero relato de época, lean ustedes un resumen de las declaraciones dirigidas al colectivo de trabajadores del sector por el Presidente del Gremio de Hostelería de Gerona (Cataluña), el pasado 25 de Septiembre en el municipio de Masarac durante el acto de conmemoración del Día Mundial del Turismo y recogidas por diversos digitales :


"Los subsidios y las bajas médicas son un escándalo"


"Se está generando una sociedad subvencionada y malcriada de 'zánganos'


"No hay derecho a dar la baja a un trabajador sin que el empresario sepa ni la razón"


Sublime, verdad? Un don taumatúrgico venido a esta orbe para redimir la ignorancia del ser humano. ¿Qué otra cosa podría ser?


Lo realmente meritorio, considerando las jornadas interminables y el cansancio acumulado en cada uno de ellos es, por encima de todo, la cortesía que nos ceden en su ejercicio y que, a pesar de un convenio caricaturesco, el empresario se apropia de ella y detrae como fuerza de trabajo. Lo deseable en este siglo sería que no existieran 'fábricas' que utilizaran como estrategia la demonización irreverente y revanchista de sus plantillas, principalmente en aquellos sectores con una necesidad perentoria de incentivos y atractores mayúsculos cuando ni tan siquiera se han planteado realmente comenzar a trabajar en serio por la dignificación salarial y social de sus colectivos o simplemente desarmar las frecuentes prácticas antisindicales.


Sugestivo momento, el de ahora, para volver a juzgar ciertas actitudes frente a la necesidad de trabajo. Pero antes, convendría detenernos en la reflexión motivada por diversos ensayos sobre la idea de :'ganarte la vida', frente a la perspectiva de : 'una vida que merece ser vivida'. Porque pareciese que; a través de una falsa moralidad del trabajo,  se sentenciara poco menos que a <indignos> a los que rechazan empleos pauperizantes de ochocientos euros y turnos de catorce horas. Este virtuosismo puritano economicista que culturalmente hemos trascendido con éxito a otras generaciones - y qué por fin han dejado de creer repensando otras formas de vida -  es terriblemente rentable para unos pocos, los mismos que continuarán con la apuesta decidida de su proselitismo desde los púlpitos políticos, económicos y también sagrados.


El filósofo, Étienne de la Boétie, a mediados del siglo XVI, defendía que no hay que ir contra el uno: basta con no apoyarle y con no ir contra uno mismo, pues <no se trata de arrebatarle nada, sino de nada darle>


Apreciado Alcalde y compañero, no dudo que tuvieras razón, aunque convendrás conmigo que nadie está por volver a la servidumbre del siglo pasado. Simplemente, no es el camino…

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