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I (Elizabeth)
Era un hombre amoroso y sensible
su alma destellaba la *BLANCURA*
y aun cuando hizo todo lo posible
para llevarme a la presencia del cura
no logró persuadir mi alma obscura
ni salvar mi mente de la inminente locura.
II Bayardo
La locura es la raíz de lo "NEGRO"
que desfila por el corazón,
y los senderos de las arterias,
con el tesón cotidiano,
humilde tu sentimiento será prodigio furtivo,
ante las paredes de la mente, y, así tú amor será certero.
III Elizabeth
Bendito sea el amor con su pureza
Del ser humano es la fuerza
y si lo BLANCO de tu pródigo amor
puede salvar mi alma de la obscuridad,
sutilmente condúceme a la luz
y transforma los resquicios de mi mente atormentada.
IV Bayardo
No podré tocar tu terneza, pues en lo oscuro-NEGRO-
se desliza el alma procaz para metamorfosearse
en el infierno de la mente, y lo sutil de la pureza
sobresale en los laberintos de esa mente fútil,
del alma apaga lo ennegrecido de la mente
para transformar lo NEGRO en BLANCO.
V Elizabeth
En la NEGRURAde mi mente perdida,
tus rayos BLANCOS se vuelven guía,
iluminando cada esquina olvidada,
borrando la locura que me asfixiaba.
Bendito sea el amor que todo lo alcanza,
que transforma lo NEGRO en BLANCA esperanza,
me conduce hacia la luz y la calma,
liberando mi alma de toda esa trama.
VI Bayardo
¡Alumbrar terneza, es como cantar
a la eternidad de la vida en espiral
todo iluminado por el fulgor de delicadas
Estrellas, que alumbran amores verdaderos,
así canta el corazón que embellece
el alma BLANCA, para aplastar la NEGRA!
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Autor: Elizabeth A. Castillo Martínez
País: México
Autor: Bayardo Quinto Núñez
País: Nicaragua
Título: Lo Blanco del amor acicala lo negro
Todos los derechos reservados de los autores
A Mercedes Isabel: A mi edad, me pregunto, sin pretender escribir los versos mas triste esta tarde. Como olvidarte, flor de mi vida. Desventurado sería, no haberte tenido.
El hombre ocupa el área ocre de la pista. La mujer, el área aceituna. El hombre, debajo de una mesa liviana. Cerca y silencioso, un enanito disfrazado de enanito de jardín. El haz del “buscador”, quieto, lo ilumina. Se enloquece. Se pasea por el área ocre. Se detiene en el hombre: Romeo, el italiano. Habrán de imaginárselo: candor.
Resulta admirable encontrarse con un libro que guarda sus raíces en la investigación académica y en la fusión de las pasiones por la tradición oral y la ilustración. La cantidad de datos, citas, reflexiones minuciosas, relatos, trazos y nombres aparecen de una manera tan acertada, que en conjunto configuran ese terreno seguro donde entregarnos confiadamente a la lectura.
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